REFLEXIONES SOBRE LOS LOGROS HUMANOS
No eleves tanto el listón porque vivirás frustrado.
No permitas que tu auto exigencia te agobie y te sature.
No pongas toda tu atención en tus logros, sino en tus intentos.
Es lo máximo que se puede pedir a un hombre: ¡que lo intente!
Por eso, concéntrate en tus tentativas, en tus esfuerzos, en tu dedicación, y en tu sacrificio.
El resultado jamás depende de ti.
Por eso, no intentes mejorar tus logros.
Es preferible que intentes aumentar tu amor por lo que haces, tu consagración y tu entrega.
Quien se identifica con sus logros, y se evalúa a sí mismo por sus objetivos cumplidos, está condenado a vivir hundido y amargado.
Pero, ni si quiera intentarlo, ¡eso no!
Es lo mínimo que puedes hacer para salvaguardar tu dignidad: intentarlo.
Una y otra vez.
Sin prisa, pero sin pausa.
Y no seas altanero: eres nada más que un hombrecito.
A quien, quizá, dentro de unas décadas, nadie siquiera recuerde que alguna vez estuviste vivo.
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