Revista de Prensa
¿Debe EEUU marcharse de Afganistán (y de Siria, Irak…)?
En el libertario The Independent Institute, Ivan Eland llama al presidente de EEUU, Donald Trump, a que acepte el trato con los talibanes que se le ha presentado y retire completamente las fuerzas norteamericanas desplegadas en Afganistán, pues considera que nada bueno puede obtener EEUU de seguir implicado en un conflicto que ya es el más duradero de su historia.
El presidente Donald Trump recibió recientemente de manos de su mediador, Zalmay Jalilzad, un acuerdo muy completo con el Talibán para poner fin a la guerra de EEUU [en Afganistán]. El conflicto pronto cumplirá 18 años, y ya es el más largo de la Historia para EEUU. El presidente ha de ser realista y aceptar el acuerdo, y por tanto dar el visto bueno a la retirada de todas las fuerzas norteamericanas de esa fracturada nación.(…)A menudo EEUU deja atrás objetivos alcanzables de ‘Realpolitik’ [y se enzarza] en luchas de cariz ideológico. Es lo que sucedió en Afganistán cuando el entonces presidente George W. Bush decidió mantener algunas fuerzas norteamericanas en el territorio para convertir ese país desahuciado y xenófobo en una democracia (…)(…)En Afganistán, así como en Irak, la ocupación norteamericana generó una potente insurgencia. Hace mucho que un renacido Talibán convirtió en imposible la victoria norteamericana en Afganistán. Pero, como pasó con las guerras de Vietnam e Irak, es mucho más fácil entrar que salir. Jalilzad ha presentado a Trump un borrador de acuerdo por el que EEUU retiraría miles de hombres a cambio de que el Talibán cortara sus lazos con Al Qaeda y otros grupos islamistas militantes.(…)(…) la interminable pesadilla afgana ha costado a América la vida de casi 2.500 soldados y más de un billón de dólares en el fútil empeño de construir ahí una democracia. La Administración Trump debería aceptar el acuerdo (…)(…) Los Estados Unidos tienen sofisticados drones, así como otros recursos en el espacio, para detectar cualquier campo de entrenamiento terrorista. No necesita la presencia permanente sobre el terreno para recopilar información de inteligencia. Ningún soldado norteamericano más debería entregar su vida, cuando hace tiempo que Al Qaeda se tambalea y lo de la construcción de una democracia en Afganistán se ha revelado una insensatez.
En cambio, Hal Brands, del neoconservador American Enterprise Institute, considera una temeraria insensatez dejar a organizaciones terroristas tan letales como el Estado Islámicohacerse con el control de unos territorios que indefectiblemente utilizarán para imponer el terror y expandirlo por todo el planeta.
Desde hace casi dos décadas, la premisa fundamental de la estrategia antiterrorista de EEUU ha consistido en impedir que grupos extremistas establezcan refugios territoriales, lugares en los que pueden entrenarse y conspirar libres de interferencias. Con la perspectiva de una retirada norteamericana de Afganistán en el horizonte, el general David Petraeus advirtió recientemente de que una salida precipitada podría permitir a Al Qaeda o al Estado Islámico volver a levantar una “plataforma terrorista”.(…)Desde los ataques del 11-S, la lucha contra el terrorismo ha sido, en buena medida, una lucha contra los refugios. (…) Ahora bien, los críticos de la estrategia norteamericana se muestran escépticos. Aducen que los refugios son (…) irrelevantes, [y que por ejemplo] gran parte de la planificación y preparación del 11-S y otros grandes ataques terroristas tuvo lugar en ciudades occidentales y no en Estados fallidos. (…) los críticos a menudo olvidan la compleja cadena causal por la que los santuarios posibilitan los ataques terroristas.Considérese la historia del ISIS, que conquistó vastas porciones de Siria e Irak en 2013-2014. Ulteriormente utilizó ese territorio para desarrollar numerosas actividades que contribuyeron a la comisión en otros países de ataques terroristas con gran número de víctimas.(…)(…) la capacidad del ISIS para inspirar a ‘lobos solitarios’, así como su éxito a la hora de conseguir la lealtad de grupos terroristas desde Afganistán hasta Nigeria, puede ser en parte atribuida al fervor ideológico y al impacto global que sus conquistas territoriales contribuyeron a suscitar. (Por lo mismo, el colapso del califato territorial del ISIS presumiblemente reducirá […] la capacidad de la organización para inspirar ataques de ese tipo y conseguir esas lealtades).A todo eso hay que añadir las graves violaciones a los derechos humanos perpetradas por el ISIS en su territorio, y la manera en que utilizó su califato como plataforma para desestabilizar una gran porción de Oriente Medio. En otras palabras: el refugio del ISIS promovió ataques terroristas directamente, procurando [a los criminales] recursos y una base de operaciones, e indirectamente, inspirando con su prestigio, atractivo ideológico y repercusión global a [‘lobos solitarios’] que derramaron sangre en pro del califato.(…)Ninguna estrategia antiterrorista sensata se centraría exclusivamente en los refugios, dejando de lado las herramientas legales, económicas, diplomáticas, etc. (…) Pero tampoco puede ignorar los peligros que entrañan esos lugares.(…)La gente sensata puede debatir el nivel adecuado de tal inversión, sobre si hay que dejar en Afganistán 5.000 hombres o 10.000, sobre el tamaño adecuado de las fuerzas desplegadas en Irak y Siria, etc. Pero hemos de tener presente que hay riesgos tanto en la sobrestimación como en su contraria.
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