jueves, 28 de octubre de 2021


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A Irán no le importa lo más mínimo Joe Biden
El miércoles pasado, el Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán atacó la base militar estadounidense de al-Tanf -en la frontera entre Siria, Irak y Jordania- a través de sus apoderados de la milicia chiíta dentro de Irak. La base, que alberga a cientos de soldados estadounidenses junto con personal de los servicios de inteligencia británicos y franceses, se construyó con el fin de luchar contra el grupo Estado Islámico, pero ahora sigue la pista de los esfuerzos iraníes por establecer un punto de apoyo en la zona.
La base sufrió daños considerables, pero no se informó de víctimas. Es posible que este fuera el objetivo previsto por Irán desde el principio: asestar un golpe “suave” y enviar un mensaje de advertencia. Es una reminiscencia del enfoque de Israel en Siria, cuando ataca estructuras y equipos pertenecientes a Irán y a sus apoderados, pero se cuida de no matar a iraníes.
Aunque Al-Tanf es una base pequeña, es un hueso en la garganta de Teherán. Se encuentra en el punto de enlace entre Teherán y Beirut, Damasco y Bagdad. Forma parte de la ruta terrestre designada por Irán para transferir armas, misiles y combatientes a Hezbolá y a otras fuerzas leales en el ámbito sirio. Los estadounidenses están tratando de evitar que esto ocurra, aunque sin una tremenda determinación ni un éxito digno de mención. También Israel, en sus propios esfuerzos por torpedear las maquinaciones de Irán, ha atacado repetidamente los almacenes de armas y las bases de las milicias chiíes en la zona.
En circunstancias normales, un ataque de Irán o de sus proxys a una base estadounidense provocaría una gran conmoción. Actos de agresión similares, incluido el intento de ataque a la embajada estadounidense en Bagdad, llevaron a Estados Unidos a cortar la cabeza de la serpiente iraní, Qassem Soleimani, en enero de 2020. Sin embargo, en ese momento el presidente de EE.UU. era Donald Trump, que buscaba frenar a Irán y hacerlo retroceder, no apaciguarlo. Trump también creía que perdonar o hacer la vista gorda ante los intentos de los iraníes no conduciría a la calma, sino más bien todo lo contrario: sólo los alentaría.
En cuanto al actual ocupante de la Casa Blanca, Oriente Próximo no está en lo alto de su lista de prioridades, por no decir otra cosa. Aunque la administración Biden tiene mucho tiempo libre para discutir con Israel sobre la apertura de un consulado palestino en Jerusalén, no tiene ni la energía ni la voluntad de enfrentarse a Irán.
Este mensaje ha sido bien entendido por Teherán, de ahí la iniciativa y el descaro de atacar a los estadounidenses en Siria y en Irak. El uso de aviones no tripulados para atacar la base de al-Tanf apunta a las capacidades que sólo poseen Irán y sus proxys chiítas en Irak y Siria.
Este ataque fue una prueba, y es obvio que la completa falta de respuesta de Washington sólo alentará a los iraníes a subir de nivel e intensificar sus ataques. En última instancia, cuando los estadounidenses hayan tenido suficiente, al igual que en Afganistán, evacuarán al-Tanf, sus bases restantes en Siria, seguidas por sus bases en Irak también.
El ataque también pretendía enviar un claro mensaje a Israel. Al no tener la capacidad de alcanzar al propio Israel, los iraníes optaron por golpear a Estados Unidos, al que quizá ven más débil y vulnerable y con menos posibilidades de tomar represalias. Esperan que Washington presione a Israel para que frene sus actividades en Siria, del mismo modo que Israel ataca a Assad para presionarle a que frene a los iraníes.
El incidente de la semana pasada, por lo tanto, fue una escalada preocupante y peligrosa, que presagia un otoño tenso e incluso caliente en nuestra región. Los iraníes siguen aquí, decididos a persistir en su camino, y sólo podemos suponer que después de Washington, el turno de Israel es el siguiente.
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