Durante dos semanas, la familia de Tamar Goldenberg, de 23 años, buscó desesperadamente alguna señal de ella: revisando hospitales, proporcionando muestras de ADN e incluso revisando cadáveres, aferrándose a la esperanza de que aún estuviera viva.
Su padre fue al frente mientras las Fuerzas de Defensa de Israel ya estaban combatiendo, abriéndose paso y diciendo: «Dispárenme, no me importa, estoy buscando a mi hija».
Dos semanas después, llegó la noticia: habían encontrado su cuerpo.
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