jueves, 26 de junio de 2025

 “El accidente de helicóptero que salvó un kibutz”

El 7 de octubre, el comandante de las FDI Shraga R. sobrevivió a un accidente de helicóptero bajo fuego enemigo, desviando sin saberlo a terroristas y salvando un kibutz en un escalofriante giro del destino.
Amanecer del 7 de octubre del 2023. Shraga R., comandante de las FDI de 22 años, dormía en su base en Nevi Musa, entre Jerusalem y el Mar Muerto. Era sábado por la mañana.
A las 6:00 AM, un amigo de Shraga entró gritando: “¡Hay cohetes!”
Todos siguieron durmiendo, agotados. Shraga murmuró: “Amigo, ¿puedes dejarnos? Nos acostamos hace tres horas”.
A las 7:00 AM, entró un oficial y sacó a Shraga aparte. “Prepara a los muchachos, hubo un ataque terrorista. Tenemos que salir ya”.
“Nadie sabía aún la magnitud de lo que estaba pasando,” explicó Shraga en una entrevista con Aishlatino. Algunos soldados habían encendido sus teléfonos y vieron algunos videos desde Sderot. Vieron terroristas en el suelo. Gente muerta. Necesitaban refuerzos.
Shraga despertó a los soldados y los formó. No tenían granadas ni armamento pesado, solo municiones.
Se suponía que los autobuses llegarían a las 9:15, pero se decidió que era demasiado peligroso enviarlos. En ese momento, los soldados, escépticos, pensaron que todo era parte de un ejercicio. “Muchos dijeron: ‘Esto no es real. Es una forma de iniciar nuestro simulador de entrenamiento’”, contó Shraga.
Un comandante de alto rango llamó a un amigo en la Fuerza Aérea pidiendo transporte. “En menos de una hora, nos enviaron un helicóptero”.
Antes de despegar, les pidieron entregar sus teléfonos. El ejército no quería que fueran rastreados ni que publicaran nada en redes sociales. Shraga comenzó a escribir a su familia antes de partir, pero borró el mensaje para no asustarlos innecesariamente.
Se dirigieron hacia los helicópteros: 60 soldados se apiñaron en un espacio diseñado para unas 40 personas. El piloto dudaba si podrían despegar.
Los soldados pedían instrucciones: “¿Podemos recibir órdenes? ¿Alguna indicación?” Pero nadie sabía nada. Eran una de las primeras fuerzas enviadas a la zona. Sólo les dijeron: “Sabemos que es grave.”
Shraga se sentó en la parte trasera del helicóptero, cerca de una ventana. El helicóptero volaba bajo mientras el piloto buscaba un lugar seguro para aterrizar. Shraga veía humo, pequeños incendios y motocicletas circulando a toda velocidad. De repente, comenzaron a oír ametralladoras. Las balas atravesaron el helicóptero.
“Un RPG alcanzó el tanque de combustible. Miré atrás y vi al piloto soltando los tanques de combustible para evitar que explotáramos”.
El helicóptero se apagó y empezó a caer rápidamente. “Con el poco combustible que quedaba, el piloto logró realizar un aterrizaje forzoso. Nos estrellamos contra el suelo y rebotamos varias veces como una pelota de ping-pong”.
El piloto intentó abrir la puerta trasera, pero no funcionaba: la hidráulica estaba dañada. El humo llenaba el interior. Todos estaban atrapados. Era cuestión de tiempo antes de que explotara.
“Los chicos comenzaron a salir por la parte delantera. Finalmente, el piloto logró abrir la parte trasera manualmente. Salimos y nos comenzaron a disparar. Estábamos en medio de un campo abierto, sin cobertura, sin árboles, sin terreno elevado. Las balas nos llovían”.
Shraga y otro comandante corrieron y devolvieron el fuego para conseguir cobertura. Entonces Shraga se dio cuenta que no estaba cerca de su compañero de combate.
“En las unidades de combate siempre tienes un compañero. Nunca te separas de él, ni para ir al baño”.
Al no verlo por ninguna parte, Shraga entendió que su compañero seguía atrapado en el helicóptero. Por radio, pidió a un oficial que revisara. Efectivamente, su compañero estaba atrapado por un cable del helicóptero enganchado a su mochila. El oficial lo liberó y pudo salir. Treinta segundos después, otro RPG alcanzó el helicóptero y explotó.
Todos salieron a tiempo. Nadie murió en la explosión.
Después se enteraron que su accidente salvó a un kibutz entero.
El helicóptero se estrelló entre el Kibutz Beeri y Alumim. Debido a que aterrizaron allí, un grupo de terroristas se asustó y huyó, sin entrar en Alumim. Shraga contó: “Mi prima vive en ese kibutz. Ella llamó a mis padres y les dijo: ‘Un helicóptero aterrizó justo frente a nuestro kibutz y espantó a los terroristas’”.
Su padre respondió con orgullo: “Ese era mi hijo”.
Tras escapar del accidente y la explosión, la unidad seguía en peligro en campo abierto. “Un fuego intenso también sirve de cobertura. Avanzas como un ciempiés, cada grupo se agacha y se levanta. Eso te da unos segundos para empezar a correr y moverte. Luego te vuelves a agachar y vuelves a disparar".
Muchos de los soldados jamás habían enfrentado un combate real y sus reacciones fueron muy diferentes. Algunos disparaban. Otros estaban congelados por el miedo. Los oficiales daban órdenes, tratando de mantener la calma. “Aunque tengas entrenamiento de combate, nada te prepara para la realidad”.
Shraga mantuvo la calma. “No había tiempo para pensar. Sólo debes asegurarte de que estén a salvo. Y si alguien resulta herido, lo ayudas.”
Pronto identificaron que el enemigo era Hamás, porque sus armas tienen un sonido inconfundible.
Los soldados se reagruparon en una pequeña arboleda a unos 200 metros del lugar del accidente. Un oficial estaba al teléfono coordinando los siguientes pasos.
En ese momento, otro helicóptero aterrizó detrás del suyo. Recogió a los heridos y al piloto, y dejó a otros 60 soldados.
La unidad comenzó a correr hacia el Kibutz Beeri. “Fue la carrera más larga de mi vida”, dijo Shraga. Tomó la ametralladora de un soldado herido y siguió corriendo. Aunque tenía que llevar más peso, le daba más potencia de fuego.
Los soldados no tenían idea de lo que iban a encontrar. Al acercarse, vieron cadáveres calcinados y coches derretidos. La escena era mucho peor de lo que imaginaban.
Vieron a muchos policías afuera del kibutz. Shraga preguntó: “¿Por qué no entran?”
“No tenemos suficiente personal. Nuestro comandante nos ordenó quedarnos aquí para ayudar en los rescates”.
Shraga le dio a una mujer policía su nombre y número. “Si me pasa algo, diles a mis padres que los amo.” No sabía si saldría con vida.
Avanzaron en formación, buscando a otros soldados para entender mejor la situación. Vieron a un hombre con uniforme militar. El oficial de Shraga gritó: “¿Estás bien?” Pero cuando se dio vuelta para mirarlos, se dieron cuenta que era un terrorista disfrazado de soldado de las FDI y tenía otra clase de armas. Lo abatieron. Darse cuenta de que los terroristas estaban vestidos como soldados del ejército complicó aún más todo.
La unidad de Shraga avanzó metódicamente, casa por casa. Lo que vieron fue atroz, parte sigue siendo clasificado. Familias enteras asesinadas en habitaciones seguras. Mujeres violadas. Niños asesinados.
Pasaron horas despejando el kibutz, rescatando a las familias que seguían vivas. Llevó mucho tiempo porque muchos por miedo no querían abrir las puertas y dejar entrar a las FDI.
Shraga encontró a una pareja con su hijo pequeño, hambriento y asustado. Le ofreció caramelos ácidos, pero el niño los rechazó. Shraga bromeó: “¡Nunca había visto a un niño rechazar un caramelo ácido!”
En ese momento entendió que esas familias no necesitaban comida o agua. Sólo necesitaban sentirse a salvo.
Un escape milagroso
Mientras combatía en el kibutz, Shraga se cubrió detrás de un muro durante un tiroteo.
Miró a la izquierda, a través de una puerta, y vio a un terrorista a solo tres metros, apuntándole a la cabeza. El terrorista sonrió y disparó.
Shraga describió ese momento: “Todo ocurrió en cámara lenta. En ese instante en que sabes que vas a morir, toda tu vida pasa por tu mente. Todo lo que hiciste. ¿Fuiste una buena persona? ¿Hiciste lo suficiente?”
La bala impactó en la puerta y lo esquivó por completo.
Shraga tuvo muchos otros encuentros cercanos. Lanzaron varias granadas contra él. Intentó patearlas lejos, pero seguían lanzando más. Milagrosamente, una granada que no logró patear a tiempo no explotó. “Grandes milagros”, reconoció Shraga. “Definitivamente te hace pensar que hay un Dios cuidándote”.
Tardaron tres días completos en limpiar el Kibutz Beeri. Cada tantos minutos, salía otro terrorista de su escondite como en un videojuego. Dormían en turnos de 20 minutos, con una hora de guardia. Apenas había comida.
Shraga señaló: “Estos terroristas están drogados. Muchos llevaban torniquetes ya puestos, listos para tratarse a sí mismos y seguir luchando”.
Gaza
Desde el 7 de octubre, Shraga ha estado combatiendo en Gaza, descubriendo túneles.
“Fui parte de una operación donde encontramos un túnel. Fuerzas especiales entraron a explorar… hallaron cuerpos de rehenes”.
Shraga, nacido en Passaic, Nueva Jersey, está feliz de que sus padres decidieran mudarse a Israel. No lo cambiaría por nada.
“Crecer en Israel es una experiencia increíble. No me arrepiento… Entrar al ejército fue el momento de dejar todo a un lado y devolver algo a una causa más grande”.
por Sara Pachter para Aishlatino.
Foto 1: los soldados dentro del helicóptero.
2: helicóptero en llamas
3: entrada al kibutz Beeri
4: dentro del Kibutz
5: el Comandante Shraga orando

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