viernes, 25 de mayo de 2012

Shavuot

Shavuot 21/05/2012 Rabino Daniel Openjaimer Una festividad con “poca prensa”. ¿Por qué? Vaya a saber. Sin embargo, para el judío consciente, Shavuot representa el momento culminante de la existencia del mundo en que vivimos. El momento en que D”s otorgó la ley a los seres humanos. A eso se debe que la fiesta de Shavuot se denomine también Zman Matán Toratenu (la fecha de la entrega de la Torá). No obstante, si queremos ser más precisos, este nombre puede llegar a malinterpretarse. Efectivamente, el pueblo de Israel recibió la ley en estos días, pero un factor importante es que los judíos aceptaron recibirla. D”s tuvo previsto entregar Su ley a los seres humanos desde la propia creación. Sistemáticamente, los seres humanos no estuvieron a la altura de lo que D”s esperaba de ellos y su conducta fue incompatible con el objetivo principal de la Creación. Tal como la Torá lo relata en Shmot, D”s ofreció al pueblo de Israel convertirse en un “reino de sacerdotes y una nación sagrada”. El pueblo respondió afirmativamente, a pesar de que esta aceptación los comprometía a una profunda modificación en su rutina de vida y en sus hábitos. Aceptaron a pesar de que el incumplimiento de sus deberes sería retribuida con escalofriantes sanciones. Aceptaron, pues entendieron que era la única manera de tener una vida con significado y el único modo de acceder a una ley eterna que no estuviera empañada con subjetividades personales. La conformidad con la Torá se plasmó mediante un pacto. Esta alianza tiene dos partícipes: D”s y el pueblo. Cada parte se comprometía a lo suyo. D”s accedía un mayor acercamiento al pueblo de Israel y juró no abandonarlos jamás (pasamos allí a ser Sus “hijos primogénitos”) y el pueblo se comprometió a obedecer todas Sus leyes. En Pesaj leemos como parte de la Hagadá un texto que en muchos hogares se corea: “Daienu”. En ese cantar alabamos a D”s por los distintos momentos en que nos asistió. En cada párrafo, decimos que hubiese correspondido loar a D”s por ese único gesto. Así seguimos y proclamamos:“¡Si nos hubiese acercado al Monte Sinaí y no nos hubiese dado la Torá, Daienu – habría sido suficiente razón para elogiar!” Esto suena extraño: ¿Qué sentido tiene hallarse frente al Monte Sinaí, si uno se va con las manos vacías? Una posible respuesta a esta paradójica referencia, puede ser la siguiente: encontrarse frente al Monte permitió a los judíos acceder a un estado de profecía al cual llegan los profetas después de años de elevación espiritual. En aquella circunstancia, los judíos pudieron vivenciar algo que excede la percepción habitual de los cinco sentidos con los cuales experimentamos lo que sucede en nuestro entorno habitualmente. El versículo lo describe de la siguiente manera: “Y todo el pueblo veían las voces (pronunciaciones) y las llamaradas...” Ver voces no responde a la sensación humana terrenal. Pertenece a la esfera de la profecía. En aquel momento, todos supieron con claridad absoluta que D”s se manifiesta a la humanidad y le transmite lo que debe hacer. Este concepto es uno de los trece artículos fundamentales de nuestra fe. La condición de profetas que alcanzaron en aquel momento fue un don adicional a la entrega de la ley que recibieron. La huella que estampó este evento en nosotros, los descendientes, nos permitió enfrentar muchas pruebas extraordinariamente arduos y sacrificados. Aun así, no perdieron conciencia de lo que estaba sucediendo y del gran desafío que suponía esta condición profética. Los más ancianos se aproximaron a Moshé en representación del pueblo y le rogaron que querían volver a la “normalidad”: “Acércate tú y escucha todo aquello que D”s quiere decir y dínoslo tú.... y nosotros atenderemos y obedeceremos”. D”s consintió a este pedido y les permitió renunciar a este obsequio especial. D”s ofrece un crecimiento espiritual ilimitado, pero no obliga a asumir niveles superiores a los que uno desea. En última instancia, es la misma persona quien deberá sostener aquel nivel. Así fue. Moshé mantuvo un grado de profecía al que no accedió ningún otro ser humano jamás (otro de los trece principios fundamentales de la fe), y transmitió el resto de las Mitzvot (preceptos) a los judíos. En el Midrash se habla de que D”s “colocó el monte sobre ellos y dijo: ‘¡si aceptan la Torá, bien, y si no, esta será vuestra tumba!’”. ¿Qué significa esto? ¿Por qué D”s obligaría a que aceptaran la Torá? ¿No es injusto que sujete a los judíos a algo que no estuviesen dispuestos a entregarse? Además: ¿no dice la Torá expresamente que D”s ofreció la oportunidad de aceptar la ley y que los judíos la aceptaron? Posiblemente podamos entender este Midrash del siguiente modo: Ciertamente la elección de asumir la Torá fue una elección del pueblo. Sin embargo, el momento en que se le ofreció fue muy particular: acababan de salir de Egipto (salvados y redimidos por D”s) y terminaban de haber vivido una serie de milagros (las plagas de los egipcios, la partición del Mar Rojo, el Maná diario, el agua maravillosa de las rocas, las nubes protectoras celestiales, la victoria asombrosa sobre Amalek). “Vosotros habéis visto lo que hice a Egipto, y los conduje sobre alas de águila y los traje hacia mi...” ¿Podían dudar de la Grandeza de D”s? ¿Podían ser desagradecidos? En teoría, sí. En la práctica era como si tuviesen “la montaña sobre ellos”. La Mishná en Pirké Avot (3:21), nos enseña que “al carecer de Torá, no hay una apropiada conducta ética (“Derej Eretz”), pero – asimismo – si falta un compromiso ético, no hay lugar para la Torá”. Los judíos se prepararon durante los 49 días previos a su célebre encuentro en el Monte Sinaí, limando las asperezas morales que se le habían pegado durante los siglos que habitaron en Egipto. De ese modo calificaron para ser los portadores de la Torá. Sin embargo, allí recién comenzaba su tarea real: la de transformar su conducta ética adecuándola a las exigentes y minuciosas pautas de la Torá. ¿Una contradicción? No. El Rav Iejezkel Levenstein sz”l explica (Kovetz Sijot 62) que el ser humano goza de juicio suficiente como para comprender - sin haber recibido la Torá - que su alto nivel intelectual no puede reducirse a cumplimentar sus apetitos físicos. Si una persona observara a un niño con pantalones que arrastra por el piso, un saco que se extiende mucho más lejos que sus bracitos y un sombrero que le tapa las orejas, se sobreentiende que se vistió con la ropa de un mayor. Así también, la capacidad y grandeza de nuestro entendimiento da evidencia a un objetivo espiritual inmensamente superior que ninguna persona debiera ignorar aun si nunca hubiese escuchado hablar de la Torá. (Steipler Rav sz”l). En el Talmud (Eruvín 100:) se explica que de no haber sido entregada la Torá podíamos haber aprendido la conducta apropiada de la naturaleza: se podía asimilar el respeto por la propiedad privada observando las hormigas, modestia de los gatos y fidelidad de las palomas. Es decir: hay una lógica moral natural en la persona pensante. Es el “Derej Eretz” inicial que correctamente aplicado condujo hacia la Torá. Una vez adoptada la Torá, esta sumó una nueva dimensión espiritual a la vida moral. (Rav Avraham Twerski M.D. shlit”a) Una elección, una alianza y un compromiso, un objetivo y nuevo comienzo: eso es Shavuot. Fuente: Ajdut Informa Nº 234 Publicite en Kashrut y Mitzvot, Contacto: kashrutymitzvot@gmail.com