viernes, 12 de enero de 2018

Irán: una cita con la libertad

 

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En Al Arabiya, el analista saudí Husein Shobokshi cree que la República Islámica se encuentra en su hora decisiva y que puede que 2018 sea el año de la liberación para los iraníes.
No es la primera vez que se desatan en Irán manifestaciones masivas contra el régimen, y parece que las actuales no serán las últimas.
(…)
Es probable que esas manifestaciones sean el punto de no retorno en la relación entre el régimen iraní y su pueblo (…)
En los próximos días, es muy importante estar atentos a lo que suceda en Irán, porque 2018 puede ser el año de la libertad para el pueblo iraní (…)
Yosi Beilin, uno de los artífices de los Acuerdos de Oslo y figura señera de la izquierda israelí, advierte de que la cuestión de Jerusalén está lejos de resolverse, pese a que el presidente de EEUU, Donald Trump, tuiteara el otro día que con su decisión de reconocerla como capital de Israel ha dejado a la Ciudad Santa fuera de la mesa de negociaciones.
Cuando el 40% de los residentes son palestinos, la perspectiva de que la capital unificada de Israel se convierta en una ciudad árabe es demasiado real. Si los palestinos del este de Jerusalén se valieran de su derecho al voto en las elecciones municipales de este año, podrían conformar el mayor bloque político del Ayuntamiento y desempeñar un papel significativo en la elección del alcalde.
Las palomas izquierdistas proponen dividir la ciudad entre sus barrios judíos, incluidos aquellos situados en la zona oriental, y sus barrios árabes, y permitir a los palestinos que establezcan su capital en la parte oriental de la ciudad. Los halcones derechistas son más sibilinos en su enfoque: sugieren sacar los barrios árabes de los límites territoriales de la ciudad y mantener la soberanía israelí sobre esas zonas. De una manera u otra, parece que seguiremos pensando en Jerusalén en el futuro próximo.
En Israel Hayom, el periodista israelí Nadav Shragai arremete contra la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos, ya que considera que su papel histórico y en la resolución del conflicto es nefasto, al excitar el irredentismo palestino.
Por fin alguien está removiendo los cimientos de la UNRWA, una de las mayores farsas. Gracias al retorcido mandato que obtuvo de la ONU en los años 50, ha perpetuado el drama de los refugiados palestinos (…) El mandato prohíbe a la UNRWA reasentar a esos ‘refugiados’ y encontrarles un hogar permanente, lo que asegura que persistan en la idea de que llegará un día en el que obtengan el ‘derecho de retorno’.
Ahora, la Administración Trump está dando pasos para dejar de financiar a la organización, quizá no por las razones adecuadas, si los palestinos persisten en negarse a volver a la mesa de negociaciones. Por ahora ha retenido la mitad de los fondos que habitualmente [EEUU] transfiere cada año.
(…)
Sin la farsa de la UNRWA, los palestinos tendrían extremadamente difícil considerarse refugiados. Y si no fueran refugiados, sus líderes no podrían exigir su ‘retorno’ a las ciudades israelíes.

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