jueves, 26 de septiembre de 2019

Revista de Prensa

 

La República Islámica de Irán tiene la fama que se merece

 

 

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Tras conocerse que la República Islámica de Irán había detenido a una pareja de australianos que viajaban por el mundo para animar a la gente a visitar lugares considerados peligrosos, la analista australiano-americana Rita Panahi, de origen iraní, publicó esta columna en la que recuerda a la comunidad internacional que el régimen de Teherán es una amenaza global.
A veces la ‘mala reputación’ de un país está completamente justificada. Irán no es un lugar para ir de vacaciones. Es un país corrompido, un Estado promotor del terrorismo y violador de los derechos humanos que se ha ganado a pulso el título de [miembro del] ‘eje del mal’.
En líneas generales la gente es afable, sus sitios históricos son impresionantes, sus parajes naturales son extraordinarios, pero el régimen está podrido por completo (…)
Hace tiempo que me resigné a no volver a ver a algunos miembros de mi familia y tantos lugares de mi hogar ancestral.
A menos que un cambio de régimen perturbe el reinado de los mulás que se hicieron con las riendas tras la Revolución Islámica, Irán seguirá siendo un peligro para sus ciudadanos y visitantes, para la región y para el mundo entero.
Caroline Glick, una de las analistas más influyentes en la derecha israelí, sostiene en este artículo que, pese a haber perdido en las elecciones de la semana pasada, Benjamín Netanyahu es el único líder político con posibilidades reales de conformar un Gobierno en el Estado judío.
El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, no perdió, y su rival, Benny Gantz, exjefe de Estado Mayor de las FDI [Fuerzas de Defensa de Israel] y líder del partido Azul y Blanco, no ganó. Pese a que Azul y Blanco consiguió 33 escaños –en una Knéset de 120– y el Likud 31, Gantz no puede formar un Gobierno bajo ninguna circunstancia. No puede construir una coalición mayoritaria. 
El miércoles pasado, Netanyahu reunió a los jefes de los partidos derechistas y religiosos que forman la base de las coaliciones comandadas por el Likud (…) y acordaron celebrar conversaciones para la formación de una nueva coalición como un solo bloque y bajo el liderazgo de Netanyahu. Con este bloque de 55 diputados, Netanyahu creó una situación en la que él es el único primer ministro posible. O el partido Azul y Blanco –o cualquiera de las tres facciones que lo componen– se suma a ella, o lo hace el Partido Laborista de Amir Peretz y Orly Levi, o Israel va a unas nuevas elecciones. Esas son las únicas opciones.
(…)
(…) En las próximas semanas, [Gantz] asumirá esta realidad insoslayable. Y entonces veremos qué sucede.
En Tablet, el periodista Liel Leibovitz instaba al ganador de las legislativas israelíes, Benny Gantz, a rechazar el apoyo que le había dado el líder de la Lista Conjunta árabe, Aymán Odeh, para que tratara de formar Gobierno y así arrojar del poder a Netanyahu. Pero no habría habido ocasión, pues el rechazo en el propio mundillo político árabe-israelí fue tan fuerte que Odeh tuvo finalmente que recular y retirar su ofrecimiento.
Cuando la Lista Conjunta, el partido árabe que emergió de las [elecciones legislativas de la semana pasada] como tercera fuerza política israelí, respaldó a Benny Gantz como su candidato a primer ministro (…), los gurús acudieron a donde les fue posible para proclamar el momento histórico. Después de todo, jamás un partido árabe había respaldado a un líder judío (…) Para muchos, fue una bocanada de aire fresco, un avance en la coexistencia y el compromiso tras las políticas de línea dura de Benjamín Netanyahu.  
Ahora bien, los hosannas son prematuros: por desgracia, la Lista Conjunta sigue siendo un partido vehementemente antisionista que a menudo ha mostrado su apoyo a terroristas convictos. Sólo hay que echar un vistazo al partido y a sus principios para comprender por qué Gantz (…) debería rechazar inmediata y perentoriamente este apoyo.

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