viernes, 25 de octubre de 2024

de SPIKED

 LA TRAGEDIA DE PALESTINA

El sueño de un estado palestino ha sido roto en la rueda del nihilismo.

Por Brendan O'Neill
Octubre 22, 2024 Marcela Lubczanski
TRADUCIDO POR 
Esa imagen de las últimas y entrecortadas respiraciones de Yahya Sinwar, antes de ser sacado arrastrando los pies con justicia de esta espiral mortal fue extraordinaria. Aquí teníamos la agonía de muerte de un fascista, transmitida al mundo. Encorvado y acurrudado en una silla cubierta de polvo, en un edificio bombardeado casi hasta no quedar nada, él miró de forma triste a su enemigo final: un dron israelí. El utilizó su único brazo que funcionaba—el otro estaba atrofiado por heridas—para arrojar un palo en dirección al dron. Fue un gesto apropiadamente primitivo del líder de una pandilla de terroristas medievales que cometió el grave error de iniciar una guerra con el estado judío. El palo no hizo nada, por supuesto. Momentos después, con su dron habiendo confirmado la presencia de un terrorista, las FDI dispararon una munición de tanque hacia las ruinas y el arquitecto del pogrom más sangriento desde los nazis estaba muerto.

Desde la ejecución de Benito Mussolini por parte de la Resistencia italiana que al mundo no se le había concedido tal visión desde el lado de la batalla de la muerte de un fascista. Todos hemos visto la foto de Mussolini colgando de sus pies en Milán en 1945 luego de su ejecución sumaria por parte de los partisanos y el lanzamiento de vegetales podridos a su cuerpo por parte de multitudes de italianos justos y libres. Ahora hemos visto la ejecución del hombre que organizó la matanza más grande de judíos en 80 años. Fue menos caótica—las tropas de las FDI que se toparon con el escondite de Sinwar observaron su cuerpo, pero no lo profanaron—pero no menos trascendental. Poco más de un año después del pogrom de Hamas, se había hecho justicia contra el conspirador de esa atrocidad racista. Los jóvenes judíos de las FDI habían derribado al más famoso asesino de judíos de nuestra época.

Sin embargo, hubo un matiz de tragedia en los acontecimientos de la semana pasada. No en la muerte de Sinwar—nadie debería llorar a un ejecutor de pogromos. Pero en esa imagen del dron también observamos las consecuencias de la vanidad asesina de Sinwar. Todo alrededor de él vimos los resultados de su guerra inútil contra los judíos. Vimos la devastación de un parche de tierra, y de un pueblo, a los que Sinwar claramente veía como entidades prescindibles, como meras fichas de ajedrez en su juego de odio contra la nación judía. Fue confirmado brutalmente: cortesía del secuestro de la cuestión palestina por parte de los demagogos islámicos de Hamas, la idea misma de Palestina ahora está tan pulverizada como ese edificio en el que pereció Sinwar.
La respuesta del Occidente progresista a la muerte de Sinwar ha sido loca, incluso para sus estándares. En los rincones más sombríos de la israelofobia, hay duelo real. Incluso las voces dominantes están diciendo que Israel mintió y Sinwar no estaba de hecho escurriéndose en un túnel bajo tierra, sino que estaba en la línea del frente, combatiendo con sus hombres. La versión más corta: héroe. Otros dicen que es una locura grave de parte de Israel pensar que puede aplastar a un 'movimiento de liberación nacional' eliminando a sus líderes. Honestamente, la velocidad con la cual los izquierdistas occidentales pasaron de decir 'El único fascista bueno es un fascista muerto' a decir 'No podemos simplemente matar a todos en Hamas' ha sido alucinante. De anti fascistas engreídos que se consideraban los herederos de las Brigadas Internacionales a llorones sollozantes sobre los ataúdes de los fascistas caídos de Hamas—sería divertido si no fuera tan trágico.
El error de categoría de estos intérpretes de ropas es ver a Hamas como un 'movimiento de liberación nacional’. En verdad, Hamas no aspira a 'liberar a Palestina’ sino a someterla al dominio implacable del dictado islámico. La meta de Hamas no es la creación de una Palestina democrática e independiente sino la sumisión implacable de todo territorio palestino—e Israel, por supuesto—dentro de la ideología del Califato. Según su propia confesión, Hamas anhela aplicar no la ley del pueblo palestino sino la ley de Dios. Hasta que 'la soberanía del Islam’ sea impuesta ‘en esta región’, decreta, 'no habrá nada más que carnicería, desplazamiento y terror’. Entonces es islamismo o muerte, inclinarse ante Ala o asesinato—¿eso les suena a ustedes como liberación?
Como argumento en mi libro, Después del Pogrom, Hamas está ‘tan lejos de un movimiento anti-colonial como es posible estar.' Donde los movimientos de liberación pasados aspiraban, al menos, a representar a 'la gente', Hamas se concibe a sí mismo como un estrecho instrumento de Dios. Donde esos antiguos movimientos soñaban con crear una nación, Hamas sueña con someter una nación a la voluntad de Dios—nosotros 'levantaremos el estandarte de Ala sobre cada pulgada de Palestina,' promete. Quiere imponer sobre Palestina la 'soberanía del Islam'—la soberanía de los edictos de la Sharia con su intolerancia ciega de la ley hecha por el hombre, los derechos de las mujeres y la democracia misma.
La guerra actual es una consecuencia directa de los delirios islámicos de la histeria de Hamas. En su visión, Gaza no es un plano terrestre que debería gozar de auto-gobierno—es otro frente en el enfrentamiento cósmico entre la 'soberanía del Islam' y la 'usurpación de Palestina por parte de los judíos.' Y el pueblo de Gaza no son individuos merecedores de vida y respeto—son meros mártires en preparativos, forraje cárnico para la guerra fanática de Hamas contra los judíos. En las palabras del Artículo 8 del Pacto de Hamas, 'la muerte en el nombre de Ala es el más elevado de nuestros deseos.' Sinwar mismo actualizó este credo mortífero luego del estallido de la guerra entre Hamas e Israel cuando dijo que los gazatíes muertos son 'sacrificios necesarios' para tener a 'los israelíes justo donde los queremos.'
Hamas no es un movimiento de liberación—es un culto a la muerte. Esta es la diferencia central entre los antiguos ejércitos de liberación nacional y el ejército de Dios de Hamas: donde los anteriores creían que su pueblo tenía un derecho a vivir libremente, el último piensa que su pueblo debería abrazar felizmente la muerte. El estado ya no es más el "más elevado" de los objetivos—la muerte lo es. A los gazatíes no se les promete democracia, sino martirio; no independencia, sino olvido. Al declarar una guerra religiosa contra Israel, al masacrar 1,200 judíos el 7 de octubre, Hamas trajo guerra a Gaza y redujo a una nación aspirante al teatro de la guerra santa, y a su pueblo a actores secundarios en la psicosis de Hamas, subordinados del fundamentalismo, cuyo deber más alto es morir.
Hamas no está solo en subyugar a Palestina ante su propio narcisismo letal. Su secuestro islámico de la cuestión palestina es más que emparejado por el secuestro progresista de ella por medio de las élites perdidas del Occidente. Ellas, también, inclinan a Palestina ante sus agendas vanas. Palestina se ha vuelto la omnicausa de nuestros establishments culturales. Es la cuestión a través de la cual ellos expresan su angustia auto-absorbida con el propio Occidente, con la modernidad, con esta cosa que llamamos "civilización.' En nuestroscampus, en nuestras calles, en el mundo de los medios de comunicación y en el mundo del arte, 'Palestina' se ha vuelto un recipiente para las ansiedades de moda de los privilegiados. Como Hamas, estos compasivos ostentosos de los palestinos convierten a Palestina de un lugar real con gente real en un paisaje moral abstracto en el cual lo que realmente importa son mis complejos, no sus aspiraciones.
Este es el destino de los palestinos, entonces: forraje físico para el belicismo santo de Hamas y forraje moral para el alarde de virtudes de las élites occidentales. Juguetes tanto de la teocracia islámica como de la aristocracia cultural. Y así los que afirman estar del lado de los palestinos los deshumanizan mucho más de lo que hace Israel, convirtiéndolos en un ejército de escenario para el fundamentalismo, ya sea de la variedad islámica como de la variedad progresista. Es difícil ver donde se dirigen los palestinos desde aquí. El sueño de un estado palestino--o incluso una solución de dos estados--ha sido roto en la rueda del nihilismo.

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