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Podría definirse como un gol maquiavélico. O como un acto maravilloso de prestidigitación. En un partido de la liga de Israel, tres jugadores demostraron sus dotes artísticos al servicio de un gol. En un tiro libre, dos compañeros simularon un encontronazo entre ellos para distraer a todos sus rivales. En plena disputa, por supuesto ficticia, un tercer participante de la escena acarició la pelota por encima de la barrera y la clavó al ángulo ante la sorpresa de todos de propios y extraños.