lunes, 25 de septiembre de 2017

Zeitgeist. Merkel parece haber buscado con constancia estar en sintonía con el espíritu dominante del tiempo en su sociedad. Secundar más que liderar. Ha mantenido una actitud firme en la gestión de la crisis de la zona euro como reclamaba la enorme mayoría de sus conciudadanos; ha abandonado la energía nuclear en medio de la conmoción por la catástrofe de Fukushima; ha permitido que a las puertas de la campaña electoral se legalizara el matrimonio homosexual pese a su oposición personal; e incluso la principal decisión por la que probablemente será recordada, abrir las puertas a la ola de refugiados procedentes de Siria, fue una medida con respaldo popular. Aunque luego se enturbiaron las aguas, en ese momento es probable que ella detectara que un segmento importante de la sociedad apoyaba una actitud compasiva. Recordemos la Wilkommen kultur, los voluntarios alemanes acogiendo en las estaciones a los refugiados. Cuando posteriormente el clima social cambió, Merkel buscó el polémico acuerdo con Turquía para parar el flujo. En definitiva, ha sabido permanecer en línea con el zeitgeist, el espíritu del tiempo, y divisar la senda central en medio de la asombrosa polifonía y policromía de las sociedades ultratecnológicas.
Aunque debilitada, la canciller resiste. Su desideologización y sintonía con el espíritu de los tiempos ofrecen lecciones para la estabilidad política en el inestable siglo XXI
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