Educar a nuestros hijos
Rav Iaakov Weinberg señaló algo muy interesante. El versículo dice: “Y para que relates en los oídos de tu hijo y del hijo de tu hijo que me burlé de Egipto, así como Mis signos que puse en ellos, y sepan que Yo soy Hashem” (10:2). Rav Weinberg dijo que debemos prestar atención que el versículo no sólo ordena que le relates a tu hijo, sino que relates en los oídos de tu hijo. Esto enseña que incluso cuando el niño no tiene aún la edad para comprender el relato de ietziat Mitzráim, igualmente debes decir las palabras en sus oídos. Si consigues que simplemente escuche las palabras, habrás alcanzado un gran logro.
De manera similar, el Aruj HaShulján (1) explica la siguiente instrucción de Jazal que encontramos en el tratado de Sucá (2): Apenas el niño alcanza la edad en que comienza a aprender a hablar, se le deben enseñar de inmediato estos dos versículos: "Moshé nos ordenó la Torá, el legado de la congregación de Iaakov" y "Escucha Israel, Hashem es nuestro Dios, Hashem es Uno".
La obligación es enseñarle al niño estos versículos para que aprenda a hablar a través de ellos. ¿Qué sentido tiene enseñarle esos versículos a un niño pequeño? El Aruj HaShulján (3) explica que al hacerlo se implantan en el corazón del niño los cimientos de la convicción en la Torá y en el Creador.
Esta es una idea fundamental de jinuj, educación. Las mentes y los corazones de los niños son como esponjas que absorben de inmediato todo lo que uno pone en ellos. Por lo tanto debemos ser extremadamente cuidadosos y asegurarnos de que nuestros hijos sean expuestos solamente a sonidos e imágenes que los imbuyan con un gran deseo de seguir a la Torá; de ser una persona moral, buena y amable. Además, se debe proteger al niño con sumo cuidado de toda clase de influencias negativas.
En este contexto, es importante mencionar que muchas influencias negativas pueden parecer inocuas, incluso tiernas o bonitas. Por ejemplo un videojuego o una revista de cómics, cuyo contenido incluye violencia o falta de modestia, crea una impresión de esos males en el corazón y la mente del niño. Que esas cosas vengan como parte de un todo que aparenta ser dulce e inocente es irrelevante. Lamentablemente, el mensaje subyacente llegará al niño. Este es uno de los perniciosos ardides del iétzer hará, la inclinación al mal, y debemos estar sumamente alertas y preocupados para protegernos del mismo. Además de esta clase de influencia obviamente negativa, hay muchas otras formas mucho más sutiles de influencia negativa inherentes a los diversos y atractivos productos que ofrece el mundo exterior. Por esta razón, muchas personas rechazan por completo todo tipo de productos, una actitud que es correcto alabar e imitar (4).
A propósito, como señaló adecuadamente Rav Weinberg, tanto como cuidamos a nuestros hijos también debemos cuidarnos a nosotros mismos de las malas influencias. Sólo debido a que los niños son obviamente mucho más impresionables, nos resulta más sencillo entender y aceptar la necesidad de ser prudentes. Sin embargo, si lo pensamos honestamente veremos que la única razón por la que podemos ser más permisivos con uno mismo que con nuestros hijos es porque deseamos excusar nuestro comportamiento inapropiado para satisfacer nuestros deseos. Pero en el caso del niño, que es tan claramente impresionable, no estamos dispuestos a hacer esas concesiones (El hecho de no sentir los deseos del niño con la misma intensidad que los propios también nos facilita descartar sus deseos). Este es un punto extremadamente importante a considerar.
Otro principio que debemos entender en este contexto es que la educación es un proceso gradual y deliberado. Si bien es cierto que en ese mismo momento el niño no entenderá el concepto elevado sobre el que hablamos, gracias a la repetición de esas declaraciones o ideas durante el pasar de los años, eventualmente el niño los entenderá.
Una persona decidió que deseaba enseñarle a su hijo de dos años los conceptos de permiso y supervisión. Comenzó a utilizar los términos en los contextos apropiados y los repitió en cada oportunidad que se le presentaba. Por supuesto, cuando el niño escuchó esas ideas por primera vez, no las entendió en absoluto. Pero después de escucharlas tantas veces, eventualmente comenzó a absorberlas y entenderlas, aunque en el nivel de un niño de dos años.
No se puede esperar que un niño se convierta en un mensch de la noche a la mañana. Los niños requieren mucha paciencia y consistencia. Necesitan una instrucción constante para ser educados apropiadamente, y ese proceso debe comenzar en la etapa más temprana de su desarrollo. “Tomar la delantera” de esta forma asegurará que sus mentes y corazones reciban desde el comienzo la influencia adecuada para llegar a formarse como mentes con buenos pensamientos y corazones que albergan buenos deseos.
A pesar de que todavía no lo entiendan, dilo en sus oídos una y otra vez. Con la ayuda de Hashem, eventualmente lo entenderán y el mensaje quedará arraigado y fijado profundamente en sus mentes y en sus corazones para toda la vida.
NOTAS
1. Obra clásica de halajá, del Rav Iejiel Mijel Haleví Epstein (1829-1908).
2. מב. ומובא בשו"ע יו"ד סי' רמ"ה סעיף ה
3. שם, באות א
4. Hay otra razón para evitar los juegos de computadora y otras cosas similares, incluso si no tienen un contenido objetable, y es que esos juegos tienden a causar que los niños pierdan sus capacidades innatas de pensamiento creativo, diligencia y dedicación. Ver Brajot 28b, donde la Guemará declara que uno debe mantener a sus hijos alejados de higaión, con la explicación de Rashi.
De manera similar, el Aruj HaShulján (1) explica la siguiente instrucción de Jazal que encontramos en el tratado de Sucá (2): Apenas el niño alcanza la edad en que comienza a aprender a hablar, se le deben enseñar de inmediato estos dos versículos: "Moshé nos ordenó la Torá, el legado de la congregación de Iaakov" y "Escucha Israel, Hashem es nuestro Dios, Hashem es Uno".
La obligación es enseñarle al niño estos versículos para que aprenda a hablar a través de ellos. ¿Qué sentido tiene enseñarle esos versículos a un niño pequeño? El Aruj HaShulján (3) explica que al hacerlo se implantan en el corazón del niño los cimientos de la convicción en la Torá y en el Creador.
Esta es una idea fundamental de jinuj, educación. Las mentes y los corazones de los niños son como esponjas que absorben de inmediato todo lo que uno pone en ellos. Por lo tanto debemos ser extremadamente cuidadosos y asegurarnos de que nuestros hijos sean expuestos solamente a sonidos e imágenes que los imbuyan con un gran deseo de seguir a la Torá; de ser una persona moral, buena y amable. Además, se debe proteger al niño con sumo cuidado de toda clase de influencias negativas.
En este contexto, es importante mencionar que muchas influencias negativas pueden parecer inocuas, incluso tiernas o bonitas. Por ejemplo un videojuego o una revista de cómics, cuyo contenido incluye violencia o falta de modestia, crea una impresión de esos males en el corazón y la mente del niño. Que esas cosas vengan como parte de un todo que aparenta ser dulce e inocente es irrelevante. Lamentablemente, el mensaje subyacente llegará al niño. Este es uno de los perniciosos ardides del iétzer hará, la inclinación al mal, y debemos estar sumamente alertas y preocupados para protegernos del mismo. Además de esta clase de influencia obviamente negativa, hay muchas otras formas mucho más sutiles de influencia negativa inherentes a los diversos y atractivos productos que ofrece el mundo exterior. Por esta razón, muchas personas rechazan por completo todo tipo de productos, una actitud que es correcto alabar e imitar (4).
A propósito, como señaló adecuadamente Rav Weinberg, tanto como cuidamos a nuestros hijos también debemos cuidarnos a nosotros mismos de las malas influencias. Sólo debido a que los niños son obviamente mucho más impresionables, nos resulta más sencillo entender y aceptar la necesidad de ser prudentes. Sin embargo, si lo pensamos honestamente veremos que la única razón por la que podemos ser más permisivos con uno mismo que con nuestros hijos es porque deseamos excusar nuestro comportamiento inapropiado para satisfacer nuestros deseos. Pero en el caso del niño, que es tan claramente impresionable, no estamos dispuestos a hacer esas concesiones (El hecho de no sentir los deseos del niño con la misma intensidad que los propios también nos facilita descartar sus deseos). Este es un punto extremadamente importante a considerar.
Otro principio que debemos entender en este contexto es que la educación es un proceso gradual y deliberado. Si bien es cierto que en ese mismo momento el niño no entenderá el concepto elevado sobre el que hablamos, gracias a la repetición de esas declaraciones o ideas durante el pasar de los años, eventualmente el niño los entenderá.
Una persona decidió que deseaba enseñarle a su hijo de dos años los conceptos de permiso y supervisión. Comenzó a utilizar los términos en los contextos apropiados y los repitió en cada oportunidad que se le presentaba. Por supuesto, cuando el niño escuchó esas ideas por primera vez, no las entendió en absoluto. Pero después de escucharlas tantas veces, eventualmente comenzó a absorberlas y entenderlas, aunque en el nivel de un niño de dos años.
No se puede esperar que un niño se convierta en un mensch de la noche a la mañana. Los niños requieren mucha paciencia y consistencia. Necesitan una instrucción constante para ser educados apropiadamente, y ese proceso debe comenzar en la etapa más temprana de su desarrollo. “Tomar la delantera” de esta forma asegurará que sus mentes y corazones reciban desde el comienzo la influencia adecuada para llegar a formarse como mentes con buenos pensamientos y corazones que albergan buenos deseos.
A pesar de que todavía no lo entiendan, dilo en sus oídos una y otra vez. Con la ayuda de Hashem, eventualmente lo entenderán y el mensaje quedará arraigado y fijado profundamente en sus mentes y en sus corazones para toda la vida.
NOTAS
1. Obra clásica de halajá, del Rav Iejiel Mijel Haleví Epstein (1829-1908).
2. מב. ומובא בשו"ע יו"ד סי' רמ"ה סעיף ה
3. שם, באות א
4. Hay otra razón para evitar los juegos de computadora y otras cosas similares, incluso si no tienen un contenido objetable, y es que esos juegos tienden a causar que los niños pierdan sus capacidades innatas de pensamiento creativo, diligencia y dedicación. Ver Brajot 28b, donde la Guemará declara que uno debe mantener a sus hijos alejados de higaión, con la explicación de Rashi.
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