martes, 28 de enero de 2020

Revista de Prensa

 

No es posible la paz

 

 

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La analista israelí Evelyn Gordon exhorta a los adalides de la paz a que atiendan a la realidad sin engañarse; y la realidad, asegura, es demoledora: incluso en países oficialmente amigos de Israel como Jordania y Egipto, la israelofobia es tan poderosa que arrasa hasta con acuerdos económicos muy beneficiosos para sociedades sumidas en la pobreza como la gran mayoría de las árabes.
Si quiere saber cuál es el auténtico obstáculo para la paz en Oriente Medio, no tiene más que atender a lo que sucedió la semana pasada en el Parlamento jordano, donde se aprobó por unanimidad la prohibición de la importación de gas natural procedente de Israel (…)
La energéticamente pobre Jordania necesita un suministro de combustible asequible y fiable, [como] el que le procura el acuerdo con Israel. Cuando se firmó, en 2016, el Gobierno jordano dijo que podría ahorrarle al país 500 millones de dólares al año, casi el 4% del presupuesto jordano para 2019 (…) En resumidas cuentas: el acuerdo permitiría al reino redirigir cantidades sustanciales de dinero a alguna de sus necesidades más acuciantes.
Pero a los legisladores jordanos eso no les interesa. A ellos lo que les preocupa es “el gas del enemigo” […] Tampoco les importa que Jordania e Israel firmaran un acuerdo de paz hace 25 años.
[…]
Es casi seguro que el acuerdo siga adelante pese a las objeciones parlamentarias porque, aunque le entusiasma permitir que sus legisladores vomiten su retórica antiisraelí, el rey Abdalá raramente les deja que interfieran en nada que él considere importante para los intereses jordanos. (…)
Pero con independencia de lo que suceda con el acuerdo gasístico, la votación arroja luz sobre dos errores que no dejan de socavar las iniciativas occidentales por la paz.
El primero es la subestimación de la profundidad del odio árabe a Israel, y la consecuente falta de percepción de que éste es el principal obstáculo para la paz. (…) como muestra la votación jordana, en esta parte del mundo ni la paz ni la prosperidad son un estímulo primordial para mucha gente, mientras que el odio sí es un motivador muy poderoso. 
[…]
La segunda gran falacia occidental es la de que la paz no precisa de fronteras defendibles. (…) Como dejó claro la Primavera Árabe, ninguna autocracia mesoriental viene con garantía de largo plazo. Y dada la enorme hostilidad pública hacia Israel tanto en Jordania como en Egipto [los únicos países árabes que han firmado la paz con Israel], no hay la menor garantía de que un nuevo Gobierno no vaya a echar abajo el tratado. […] En este escenario, la más extensa frontera de Israel puede devenir un entorno hostil de la noche a la mañana.
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El voto jordano es un recordatorio de que el odio es fuerte y la paz, frágil. Si los aspirantes a pacificadores no empiezan a hacer frente a ese odio, en vez de pretender que no existe, las perspectivas para la paz son harto sombrías. 
En Politico, Alec Luhn, periodista norteamericano radicado en Moscú, sostiene que la creciente presencia de Rusia en la región tiene como gran objetivo reforzar las posiciones del gigante euroasiático en otras zonas del mundo más importantes para él. 
Tras la disolución de la URSS, Rusia estuvo prácticamente ausente de la región durante un cuarto de siglo. Hoy se ha convertido en un actor de primer orden, con una formidable presencia militar y buenas relaciones con todas [las potencias regionales], desde Israel a Arabia Saudí.
[…]
Aunque parece que el líder ruso está actualmente en todas partes en Oriente Medio, es difícil ver una estrategia ideológica o dar con algún objetivo trascendental, aunque su conocida antipatía a los cambios de régimen tiene su peso, ciertamente.
De hecho, Putin parece moverse por oportunismo político. A medida que los países occidentales disminuyen su presencia en Oriente Medio, él ha aprovechado la ocasión para restaurar el ascendiente ruso como gran potencia y añadir peso a sus demandas en todo el planeta.
[…]
El mayor beneficio que está obteniendo Putin (…) no es económico, no son las bases militares ni la influencia que está consiguiendo en Oriente Medio. Sino la capacidad para hacer más ‘asertivas’ las demandas rusas en regiones más próximas [a la propia Rusia]. 
Lo que busca Putin en Oriente Medio es tener mejores cartas en Europa y Asia.
“Dado que Rusia tiene una economía débil, necesita compensar [esa falla] (…) con diplomacia, fuerza militar y habilidad para resolver asuntos. En esto, Rusia, se impone a todos los demás” [, afirma Fiodor Lukianov, presidente del Consejo Ruso para la Política Exterior y de Defensa].
En la National Review, Karen Young, del American Enterprise Institute, arriesga una posición que afirma es poco atractiva hoy en los círculos de poder de su país y advierte de que EEUU se sigue jugando mucho en Oriente Medio.
Hoy en día resulta bastante impopular en Washington decir que Oriente Medio es importante. Pero el caso es que lo es. El hartazgo de la guerra, el ‘dominio’ energético estadounidense y una campaña bipartidista en pro de que gane terreno la compartición de responsabilidades, a fin de que los aliados árabes paguen y hagan más por su propia seguridad, son razones para el desenganche norteamericano de la región poderosas y ampliamente compartidas.
(…)
Nuestra relación con Oriente Medio, y especialmente con los Estados árabes del Golfo, es vital para nuestros intereses estratégicos. No somos una isla, ni económica ni políticamente hablando. La posición de EEUU en la economía global y como hegemón político depende de cómo y dónde actúa. Y el poder americano actúa, y se fortalece, en Oriente Medio.
(…) Necesitamos Oriente Medio no por su petróleo, sino porque se encuentra justo en medio de un mercado global que asegura nuestro suministro energético global y, aun más importante, porque facilita el tránsito de los bienes de los que nos servimos nosotros y los demás países para seguir creciendo.
[…]
(…) necesitamos estar presentes en Oriente Medio no con armas y soldados, sino con nuestros valores e ideas. Oriente Medio es un auténtico campo de batalla para los modelos de desarrollo de la mayoría de los países más poblados y de más rápido crecimiento económico del mundo. Si quiere ver un mundo que se parezca a China o a Arabia Saudí –más autoritario, menos amigo del libre mercado–, entonces piense en un EEUU aislado de los mercados petroleros y de la manera en que se desarrollan los países. Si quiere que EEUU lidere y modele la economía global, para beneficio mutuo [de EEUU y de los países emergentes], entonces [considere que] Oriente Medio está en el centro de nuestro futuro.

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