viernes, 30 de junio de 2023

 

Humor judío, una historia de Nueva York. Parte 1.
La publicación de las memorias de Mel Brooks, o el rescate y reedición de las obras de Nora Ephron, renueva la actualidad e interés de una forma de humor que pervive también en series y películas.
Empecemos con un par de chistes. El primero: “Llevo con mucho orgullo el reloj de mi abuelo. Me lo vendió en su lecho de muerte”. El segundo: “Si un libro sobre el fracaso no se vende, ¿es un éxito?”.
¿Qué tienen en común esos chistes más allá de jugar con el absurdo y la paradoja para crear el efecto cómico?
En ambos casos sus autores son judíos neoyorquinos que empezaron en el mundo del stand-up comedy, y triunfaron después en la pantalla.
El primer chiste es de Woody Allen; el segundo, de Jerry Seinfeld.
Ahora se publican en castellano las memorias de otro peso pesado del humor judío neoyorquino, Mel Brooks.
"¡Todo sobre mí!" ( Libros del Kultrum), es un libro amenísimo y repleto de anécdotas, que además ayuda a entender que es esto del humor judío, por qué se ha desarrollado con tanta fuerza en Nueva York a lo largo del siglo XX y desde allí ha conquistado el mundo.

Vayamos a los orígenes: entre el gran flujo migratorio que llegó desde Europa a EE.UU. en el siglo XIX y las primeras décadas del XX, uno de los grupos más nutridos fueron los judíos procedentes del centro y el este del continente, que huían de los pogromos y del hambre.
La mayoría eran asquenazíes y trajeron con ellos un idioma –el yiddish–, una religión, unas costumbres, una gastronomía, y también un sentido del humor propio.
Una de sus principales características es la autoparodia, y cuando esto se entremezcla con las neurosis de la gran ciudad, surgen personajes como el que ha ido perfilando Woody Allen en sus películas o el que Jerry Seinfeld cinceló en su serie televisiva.
Apunto algunos otros elementos significativos de esta particular comicidad: el personaje de la madre posesiva y con mucho carácter, las familias no siempre bien avenidas, las dudas religiosas, las inseguridades vitales, la combinación de una ironía con tintes muy intelectuales y hasta metafísicos con la sal gorda propia del chiste popular…
Uno de los sectores en los que esta comunidad dejó huella es el del espectáculo y las variedades, de donde saltaron al cine y la televisión.
Hay una pionera muy relevante, Fanny Brice, actriz y cantante de madre judía que triunfó a partir de la década de 1910 en las revistas musicales del empresario Florenz Ziegfeld, las Ziegfeld Follies, que son uno de los antecedentes de un género genuinamente americano: el musical de Broadway. Precisamente uno de esos musicales, Funny Girl, la inmortalizó, interpretada sobre las tablas y después en la pantalla por Barbra Streisand, que retomó al personaje en Funny Lady.

También empezaron sobre los escenarios los hermanos Marx, cuyo éxito en Broadway llegó en los años veinte y a finales de esa década dieron el salto a las películas.
Por esa misma época, se constituyó otro grupo con inicios en el vodevil y posterior carrera en el cine: Los Tres Chiflados, menos conocidos fuera de EE.UU. y con una comicidad de menor sofisticacion que la de los Marx.
Ambos casos ejemplifican cómo este humor conquistó Hollywood, cuyos primeros magnates, por cierto, fueron también en su mayoría descendientes de judíos procedentes de la inmigración del este y el centro de Europa.

En la posguerra, la práctica totalidad de los cómicos judíos neoyorquinos seguían un idéntico periplo iniciático. Daban sus primeros pasos en el llamado Borscht Belt (el cinturón del Borscht) en las montañas Catskill, también conocidas como los Alpes judíos.
En unos años en que esta comunidad no era bien recibida en muchos hoteles, esa zona concentraba resorts de veraneo para familias judías pudientes de Nueva York. Y contaban, como parte de su oferta de ocio, con actuaciones de humoristas (este mundo está muy bien retratado en la segunda temporada de la deliciosa serie de Amazon La maravillosa señora Maisel).

En las Catskill se foguearon futuras leyendas como Sid Caesar, George Burns, Milton Berle, Don Rickles, Danny Kaye, Red Buttons, Rodney Dangerfield, Joan Rivers, Jean Carroll, Phyllis Diller, Mel Brooks, Carl Reiner, Jerry Lewis, Lenny Bruce, Woody Allen…
Estos complejos estivales entraron en decadencia a partir de los años sesenta, cuando por un lado se atemperó el antisemitismo, y por otro se popularizó la aviación comercial, que permitía optar por destinos más lejanos.
Tras probar que eran capaces de provocar la carcajada de los veraneantes, los cómicos daban el salto a los clubs de comedia de la ciudad, y desde ahí al medio que entonces se estaba expandiendo por todo el país: la televisión.
Hay un programa de gags de especial relevancia a principios de los años cincuenta: "Your Show of Shows de Sid Caesar", en el que formaba pareja con Imogene Coca. El departamento de guionistas fue una cantera de humoristas judíos de Nueva York.
Allí se reunían, con Mel Tolkin al mando, Carl Reiner (que también actuaba), Mel Brooks, Neil Simon y su hermano Danny, y en la última etapa un jovencísimo Woody Allen.
Esta legendaria sala de guionistas inspiró a Neil Simon una de sus comedias tardías, Laughther on the 23rd floor, Risa en el Piso 23",cuyos personajes son retratos apenas velados de las figuras reales.

Buena parte de los competidores de Caesar eran también judíos: George Burns y Gracie Allen por un lado y Jack Benny por otro tuvieron su programa televisivo de gags.
Y en 1955 llegó The Phil Silvers Show, comandado por un cómico procaz procedente del vodevil al que llamaban The King of Chutzpah, una palabra de origen yiddish que quiere decir descarado, insolente.
Neil Simon, se convirtió en el rey de las comedias de Broadway y sus piezas más populares tuvieron exitosas adaptaciones al cine: Descalzos en el parque, La extraña pareja, La pareja chiflada, El prisionero de la Segunda Avenida…
Mirado en ocasiones por encima del hombro como un mero autor de teatro comercial, Simon manejó con eficacia los resortes de la comicidad. Abordó también sus raíces judías en obras de corte autobiográfico como Memorias de Brighton Beach o Biloxi Blues.
Por: Mauricio Bach
Editada por Lilian Rotter para Amando Nuestra Cultura Judia.
F: La Vanguardia.

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