sábado, 28 de septiembre de 2024

DEL NEW YORK TIMES (Artículo de opinión de Bret Stephens)

 OPINION: HEZBOLA ES EL PROBLEMA DE TODOS

TRADUCIDO POR  Marcela Lubczanski



Por Bret Stephens 

Septiembre 24, 2024

En el año 2006, Hezbola lanzó un operativo guerrillero dentro de Israel. Llevó a una guerra de 34 días que devastó Líbano, traumatizó a Israel y concluyó con una resolución de la ONU que se suponía desarmaría a la milicia terrorista y mantendría sus fuerzas lejos de la frontera. 

La resolución no hizo ninguna de las dos cosas.

En su lugar, una combinación de pensamiento ilusorio internacional y la voluntad de los patrones de Hezbola en Teherán nos han llevado a donde estamos ahora—la cúspide de un conflicto que podría empequeñecer la escala del combate en Gaza. ¿Puede evitarse una guerra a gran escala? Difícil de decir. ¿Pueden las lecciones del 2006 llevar a un mejor resultado esta vez? Esa es la pregunta importante.

Primera lección: La brillantez táctica no es un sustituto para una estrategia sólida. En el 2006, la Fuerza Aérea de Israel, operando bajo información excelente, pudo noquear a muchos de los cohetes de más largo alcance de Hezbola--a menudo ocultos en casas--para la segunda noche de la guerra. El ataque seguramente ayudó a salvar decenas, si no cientos, de vidas israelíes.

Pero Israel tenía poca idea de cómo librar la guerra después de eso, aparte de a través de una campaña de bombardeo cuya ferocidad generó aguda presión diplomática para que termine la guerra, junto con una incursión terrestre israelí retrasada que fue atacada duramente por Hezbola. ¿Tiene Israel hoy un plan mejor?

Segunda lección: Hezbola no es el principal enemigo de Israel. Es Irán. O, para tomar prestada una metáfora del ex-primer ministro israelí Naftali Bennett, Teherán es la cabeza del pulpo y Hezbola—como Hamas en Gaza o los huzíes en Yemen—es meramente uno de sus tentáculos. Yendo a la guerra con Hezbola, Israel corre el riesgo de agotarse en una lucha secundaria.

Eso no significa que Israel pueda permitirse ignorar a Hezbola; su arsenal de 120,000 a 200,000 misiles y cohetes presenta una amenaza difícil y directa para el frente interno israelí. Pero la única forma en la cual Israel restablece su disuasión es imponiendo costos directamente sobre los amos de Hezbola. Teherán, y no Beirut, es el verdadero centro de gravedad en este combate.

Tercera lección: No hagan un enemigo del pueblo libanés.

Excepto en sus bastiones chiíes, el sondeo por parte del Arab Barometer muestra que, Hezbola es impopular entre la mayoría de los libaneses. Con buena razón: El grupo ha secuestrado su país, asesinado a sus líderes más amados, convertido mucho del país en un blanco y dedicó sus recursos a construir una vasta infraestructura militar aun cuando la economía nacional ha colapsado.

Israel no puede esperar convertir a Líbano en algún tipo de aliado--esa fantasía murió con el asesinato apoyado por Siria de Bashir Gemayel, el presidente electo de Líbano alineado con Israel, en 1982. Pero no debería repetir el error del 2006 de tratar de crear disuasión a través de manifestaciones de fuerza bruta. El tipo de ataques selectivos demostrado por los ataques de los buscapersonas de la semana pasada son vastamente más efectivos en eliminar el aura de invencibilidad de Hezbola.

Cuarta lección: Mantengan a la ONU fuera de ello. En teoría, la Resolución 1701 del Consejo de Seguridad, la cual finalizó la guerra del 2006, empoderó a una fuerza de mantenimiento de paz de la ONU para impedir que Hezbola coloque sus fuerzas cerca de la frontera israelí. En realidad, las fuerzas de mantenimiento de paz de la ONU no hicieron nada de ese tipo, a un costo de miles de millones de dólares de los contribuyentes de impuestos de Estados Unidos.

Si Estados Unidos o los europeos quieren crear una zona de amortiguación entre Israel y Hezbola, deberían desplegar sus propias tropas bajo una bandera de la OTAN, o tal vez invitar a los estados árabes a enviar fuerzas. De otra forma, el reestablecimiento de la zona de seguridad controlada por Israel en el sur de Líbano que existió desde 1985 al año 2000 podría, aun con todos los problemas a largo plazo que presenta, ser la alternativa menos mala.

Quinta lección: El rol apropiado para Estados Unidos en la crisis no es buscar una solución diplomática. Es ayudar a Israel a ganar.

Hasta los ataques de al Qaeda el 11 de septiembre del 2001, ningún grupo terrorista había asesinado más estadounidenses que Hezbola. El ataque de Israel la semana pasada en Beirut, el que mató al comandante de Hezbola, Ibrahim Aqil, vengó los ataques de 1983 allí contra la Embajada de Estados Unidos y los cuarteles de los Marines, en el cual perecieron 258 estadounidenses. Hezbola más tarde pasó a asesinar y matar de hambre a números incontables de sirios al ayudar a Bashar al-Assad en la represión sangrienta contra su propio pueblo.

Esos crímenes no deberían ni ser olvidados ni perdonados. Tampoco pueden ser del interés del Occidente que un grupo terrorista con vínculos florecientes con el Kremlin mantenga control efectivo de un estado del Mediterráneo mientras aterroriza su vecindario. Más allá de los intereses de Israel en asegurar sus fronteras contra el Eje de la Resistencia de Teherán, hay un interés estadounidense en controlar la expansión de lo que yo llamo el Eje de la Represión, un grupo más amplio que incluye a Irán, China, Rusia y Corea del Norte.

Lo cual nos trae a una sexta lección: Es tentador ver las varias batallas de Israel como asuntos regionales, distantes de las preocupaciones centrales de Estados Unidos. Es también tonto. Ahora estamos en las etapas iniciales de otra competencia más entre los mundos libre y no libre. Es un conflicto que alcanza desde la frontera de Noruega con Rusia a la lucha del pueblo iraní contra su propio gobierno a los bancos de arena del Mar del Sur de China. Probablemente durará décadas.

En esa lucha, Israel está de nuestro lado y Hezbola está del otro. Sea lo que sea que suceda en los días y semanas por delante, no podemos fingir ser neutrales entre ellos.



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