domingo, 1 de junio de 2025

DE RCW

 GLOBALIZANDO EL NAZISMO


Por Carl M. Cannon
Mayo 25, 2025
traducida por Marcela Lubczanski
Hace falta una seria depravación, por no mencionar estupidez absoluta, para creer que disparar a una pareja desarmada por la espalda mientras ellos están parados en un cruce peatonal va a "liberar Palestina" de alguna manera, que es lo que gritó el asesino cobarde en la noche de Washington mientras era llevado por la policía. 

Si no se dieron cuenta antes, los estadounidenses ahora han aprendido precisamente qué tipo de demonios están siendo invocados cuando los manifestantes pro-Hamas en los campus universitarios cantan "Globalicen la Intifada." Nadie en Israel necesitó que se lo digan. Ellos lo han sabido durante un largo tiempo.

La “Segunda Intifada” quedó grabada a fuego en el amanecer del siglo XXI por medio de una serie de ataques espantosos conocidos en Israel por los nombres de sus lugares: la discoteca Dolphinarium en Tel Aviv, la Pizzería Sbarro y la Cafetería Moment en Jerusalén, El Restorán Maxim en Haifa, el Hotel Park en Netanya.

El Dolphinarium fue bombardeado el 2 de junio del 2001, por un bombardero suicida que se llevó las vidas de 21 personas jóvenes – la mayoría de ellas niñas adolescentes judías de Rusia y Ucrania.

Dos meses más tarde, siete terroristas palestinos con vínculos con Hamas llevaron a cabo el bombardeo de la pizzería Sbarro. Diecisiete personas fueron asesinadas, incluidos tres estadounidenses y una mujer embarazada. La mitad de las víctimas eran niños. Uno de los estadounidenses, una madre llamada Chana Nachenberg, pasó 22 años en un coma antes de morir en el año 2023. Ahlam Tamimi, una de los planificadores del crimen, fue liberada en un intercambio de prisioneros en el año 2011. Ella vive libremente en Jordania hoy y no está arrepentida – diciendo en una entrevista televisiva que ella lo haría nuevamente.

El ataque más letal de la Intifada, conocido en Israel como la Masacre de Pesaj, tuvo lugar el 27 de marzo del 2022, en el Hotel Park junto a la costa israelí. El asesino se disfrazó como una mujer, y llevando una valija bomba entró al salón comedor del hotel, donde 250 civiles estaban celebrando la cena del Seder. Treinta personas, la mayoría de ellas ancianos, fueron asesinadas, y otras cinco docenas resultaron heridas. Algunas de las víctimas eran sobrevivientes del Holocausto.

Los líderes de Hamas se jactaron del ataque de Pesaj, mientras que el portavoz del gobierno israelí, Gideon Meir, habló por la mayoría de los israelíes cuando dijo, “No hay ningún límite para la barbarie palestina." Aparentemente temiendo lo que de hecho siguió más tarde (una feroz represión por parte de las FDI en la Margen Occidental) incluso los funcionarios de la Autoridad Palestina condenaron el ataque. 

Para el momento en que la segunda Intifada menguó, más de 1,000 israelíes estaban muertos, la mayoría de ellos civiles.

Dos de los ataques terroristas en particular eclipsaron el asesinato el miércoles a la noche de Yaron Lischinsky y Sarah Lynn Milgrim en el Capital Jewish Museum. El evento presentó organizaciones humanitarias que usan el diálogo interreligioso en lugares como Gaza y Siria para aliviar el sufrimiento civil.

El Café Maxim tenía un espíritu similar. Copropiedad de judíos y árabes cristianos, el restorán de Haifa era un símbolo tangible de la coexistencia pacífica cuando una atacante suicida – una abogada de Jenín – destruyó el lugar dos días antes de Iom Kipur en el año 2003.

Los clientes judíos y árabes cenaban juntos en ese lugar – y sangraron y murieron juntos allí, también. Perecieron 21 personas, incluidos tres niños y un bebé. Entre los muertos había cuatro empleados árabes del restorán.

El 2 de mayo del 2004, una trabajadora social judía llamada Tali Hatuel que tenía ocho meses de embarazo, estaba manejando con sus cuatro hijas cuando fue emboscada por dos hombres armados palestinos. Después que fue desactivada, los asesinos caminaron hasta su coche y dispararon a las cuatro niñas y a su madre a quemarropa. Grupos palestinos islámicos elogiaron el hecho como “heroico.”

Eso fue hace 22 años. Pero fue apenas la semana pasada que Tzeela Gez, una madre israelí de tres niños que estaba siendo llevada al hospital para dar a luz, fue tiroteada y asesinada en la Margen Occidental, un asesinato elogiado por Hamas como un “acto heroico.”

Eso es lo que significa la palabra “Intifada.” Lo que sucedió siete días después en Washington es lo que quiere decir “globalizar la Intifada.”

Como es típico, a segmentos de los medios tradicionales les costó encontrar claridad moral, o incluso coherencia simple, en las noticias horrorosas del miércoles. X.com estuvo lleno de tales ejemplos, incluido un párrafo confuso de una historia de NPR que pareció aceptar la lógica del asesino de Washington D.C. (“Muchos funcionarios estadounidenses e israelíes identificaron los ataques como los últimos en un aumento marcado de incidentes antisemitas en los últimos años — y muy notablemente cuando Israel aumenta su ofensiva en Gaza, donde el riesgo de hambruna se cierne sobre una población agobiada por un bloqueo de meses.")

Bari Weiss, como de costumbre, llega al hueso del tema. Escribiendo en The Free Press acerca del doble asesinato fuera de un lugar judío icónico en la ciudad capital, Weiss desenmascaró “la cultura de mentiras que creó el clima para su acometida asesina."

Ella detalla muchas de ellas; yo completaré otras. La lista de los culpables es larga.

  • Comienza con los presidentes de las universidades que aceptaron dinero de autócratas árabes  sospechosos que compran paz en su propio país fomentando la intolerancia y deshonestidad intelectual en el nuestro.
  • Luego están los cuadros del profesorado que difunden teorías engañosas tales como la teoría racial crítica dirigida no sólo a Estados Unidos, sino a la cultura occidental en general. La apoteosis de esta locura es injertar la dudosa etiqueta de “colonizador” sobre los israelíes, quienes ocupan una tierra habitada por los judíos 2,000 años antes del advenimiento del Islam.
  • Los políticos del partido demócrata que han repetido estas mentiras tóxicas, o al menos no las objetaron por miedo de alejar a los elementos más chiflado de su base progresista. El viernes, la  Rep. Alexandria Ocasio-Cortes emitió una denuncia enérgica del antisemitismo. Sin embargo, el año pasado ella apoyó a los manifestantes pro-Hamas en Columbia. “En la Universidad de Columbia piden constantemente la Intifada,” explicó en CNN el ex estudiante de Columbia, Jonathan Epstein. “No lo están haciendo silenciosamente. Son ruidosos… Puedes escucharlo. Se graban a sí mismos.”
  • Los liberales que repiten la difamación espuria sobre el “genocidio” en Gaza – en nombre de un movimiento que pide abiertamente la destrucción de Israel y ataques asesinos contra la diáspora judía en todo el mundo.
  • Los islamistas que trabajan para la ONU que ayudaron e instigaron las atrocidades de Hamas el 7 de octubre del 2023.
  • Los idiotas útiles en los medios de comunicación occidentales que repiten sin ninguna crítica la propaganda de Hamas, particularmente las exageraciones deliberadamente engañosas sobre la hambruna y víctimas de tiempos de guerra.
  • Los impostores performativos que volvieron atractiva la violencia política enamorándose del asesino acusado Luigi Mangione.

Se nos dice constantemente que “las palabras importan.” Es cierto y es una lección que hemos aprendido nuevamente esta semana.

El martes, el diplomático inglés Tom Fletcher, subsecretario general de Asuntos Humanitarios y  Ayuda de Emergencia de la ONU, dijo a la BBC que, si los camiones con alimentos no empezaban a ingresar a Gaza, “14,000 bebés morirían en las siguientes 48 horas.” 

Esto fue una tontería, como sabía Fletcher. El informe que él citó en realidad afirmaba que 14,000 niños menores de seis años estarían en riesgo por desnutrición en los próximos 12 meses si la situación permanecía estática.

La BBC no revisó las afirmaciones engañosas de Fletcher. Tampoco lo hizo el primer ministro británico, ni los miembros histéricos de la Casa de los Comunes que las repitieron. Su frase fue regurgitada hasta la náusea por los medios noticiosos estadounidenses e incontables números de "influenciadores" de redes sociales en todo el planeta.

Para el miércoles, la BBC y la ONU se habían retractado de su afirmación. Tal vez no esté relacionado, pero para entonces un hombre con una pistola e intención malvada había abordado un avión desde Chicago a Washington y compró una entrada para un evento humanitario al que asistieron Yaron Lischinsky y Sarah Lynn Milgrim.
Carl M. Cannon es jefe de la oficina Washington de RCP y director ejecutivo de RCM Group.


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