miércoles, 27 de diciembre de 2017

SOBRE FINALES Y DESPEDIDAS
Los finales definitivos no existen.
Por eso, jamás digas hasta nunca.
Quien ya partió, dejó un surco y una estela en el Cielo del alma.
Por eso, jamás digas hasta nunca.
La soledad se percibe porque añoramos presencias, a veces imprecisas, a veces concretas.
Por eso, jamás digas hasta nunca.
Siempre queda algo en el fondo del frasco: un cierto perfume, una pizca de sabor, una risa que aún resuena.
Por eso, jamás digas hasta nunca.
Los abrazos sentidos abrazan para siempre.
Por eso, jamás digas hasta nunca.
Los besos verdaderos nos acompañan hasta el fin del mundo.
Por eso, jamás digas hasta nunca.
Los finales y las despedidas están en nuestra mente.
Sirven para protegernos, para no sentir en demasía, para organizar la realidad, y para que no nos duela tanto la vida.
Y depende de cada uno de nosotros: aceptarlos o redimirlos.
Por eso, jamás digas hasta nunca.
Eres libre de elegir siempre un “hasta siempre”, y de seguir andando y creciendo.
Maduro, lúcido, y con el alma a flor de piel.
Y si te toca llorar, es mejor frente al mar…

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