domingo, 31 de diciembre de 2017

La persistente ignorancia de Occidente sobre Turquía y el islam

Por Uzay Bulut 

Recep Tayyip Erdogan y Saladino
"Los musulmanes fundamentalistas de Turquía –y de otras partes– no ven la yihad, las conversiones forzosas u otras formas de persecución contra los no musulmanes como un crimen. Al contrario: sus textos religiosos les exhortan abiertamente a 'cortar cabezas y dedos y matar a los infieles allá donde puedan esconderse', entre otras muchas enseñanzas abiertamente violentas. De ahí que lo que el resto del mundo describiría como 'genocidio', 'masacre', 'persecución' o 'limpieza étnica' sea considerado por los musulmanes radicales como una manera 'justa' de difundir el islam y liberar tierras kafires (infieles). Erdogan es sin duda un radical de este tipo, y por eso se enorgullece de la criminal historia de su país, mientras fustiga y reescribe la de otros países, como Israel"
Desde que la Administración Trump reconoció oficialmente a Jerusalén como capital de Israel, el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, ha redoblado sus ataques retóricos contra Israel“un Estado que practica la ocupación y el terrorismo”.
Esto es peor que irónico. Los judíos no son ocupantes en su patria ancestral, en la que han vivido durante más de 3.000 años. En cuanto a los turcos, hace 3.000 años estaban sobre todo en Asia Central, bien lejos lo que hoy es Turquía.
Para añadir hipocresía a la injuria, Erdogan afirmó sobre su propio país:
Que se sepa: nunca ha habido un holocausto o un genocidio en el pasado de esta nación. No hay campañas de limpieza étnica, masacres, persecución o torturas en la historia de esta nación.
¿En serio?
Las ciudades de la Turquía actual –la mayoría de las cuales se encuentran en Anatolia (Asia Menor) y las zonas montañosas armenias– fueron construidas por los griegos, los armenios, los asirios, y los judíos vivieron en ellas desde la Antigüedad. Los yihadistas turcos de Asia Centralinvadieron y conquistaron el Imperio cristiano bizantino en el siglo XI, allanando así el camino a la gradual turquificación e islamización de Anatolia y Armenia. La invasión otomana de Constantinopla (Estambul) en el siglo XV dio lugar a la completa destrucción del Imperio bizantino.
A lo largo de esos años, numerosos griegos, armenios y asirios de la región se convirtieron al islam para escapar de la muerte, el exilio o el desorbitado impuesto de protección, la yizia, exigido a los no musulmanes. En consecuencia, sólo un 0,3% de la población turca es hoy día cristiana o judía.
el proceso de aniquilación [de la civilización grecocristiana en Anatolia] llevó siglos. Hay quien cree que cuando el islam invadió, los kafires [los no musulmanes] pudieron elegir entre convertirse o morir. No, en absoluto. La sharia entró en vigor y los dimmíes cristianos obtuvieron el estatus de ‘protegidos’ como Gentes del Libro (…) Los dimmíes pagaban elevados impuestos, no podían testificar en los juicios o estar en una posición de autoridad sobre los musulmanes, y eran humillados por las reglas sociales. Un dimmí tenía que apartarse y ceder el paso a un musulmán, ofrecerle su asiento; no podía portar armas y tenía que derivar todo a los musulmanes. En todos los asuntos sociales, el dimmí tenía que plegarse al musulmán. A lo largo de los siglos, la degradación, la falta de derechos y la tasa dimmí hizo que los cristianos se convirtieran. Es la sharia lo que destruye a los dimmíes.
Hoy, Turquía es musulmana en un 99,7%. La civilización cristiana y griega de Anatolia desaparece. Es aniquilada.
Lo trágico es que parece que nadie lo sabe o a nadie le importa… 
Incluso hoy, los campañas expansionistas islámicas contra pueblos no musulmanes se acompañan de matanzas masivas, violaciones, esclavitud sexual, conversiones forzosas, saqueos, expolios y deportaciones, por parte de grupos como el Estado Islámico o Boko Haram.
El objetivo de esta yihad es expandir el islam y someter la población mundial a la sharia y al dominio islámico. Como en tiempos del Imperio otomano, una vez bajo el yugo musulmán, los cristianos y los judíos se convierten en dimmíes: ciudadanos de tercera clase, tolerados, obligados a pagar un impuesto a cambio de protección. Pero no importa cuánto paguen: a los dimmíes jamás se les permiten los mismos derechos religiosos o libertades que a los musulmanes.
Esto es algo que no se enseña a los niños turcos en las escuelas. En su lugar, se les habla de los “gloriosos” otomanos, y de cómo la concesión del estatus de dimmíes a los no musulmanes era un ejemplo de misericordia otomana, de justicia y compasión, no un instrumento para humillarlos y esclavizarlos.
Mucho más recientemente, como Erdogan sabe pero niega con vehemencia, los regímenes turcos cometieron sus mayores ataques contra los cristianos de Anatolia: he ahí el genocidio de 1914-1923 contra griegos, armenios y asirios (siríacos/caldeos). Lamentablemente, no ha habido una manifestación pública de protesta en Turquía contra la negativa del Gobierno a reconocer estegenocidio, en el que al menos tres millones de cristianos fueron asesinados.
Son varias las razones:
– La propaganda estatalLos turcos están constantemente expuestos a la negación del genocidio en la escuela, los medios y el Parlamento. A millones de turcos se les ha lavado el cerebro haciéndoles creer que lo que tuvo lugar no fue un genocidio, sino un acto legítimo de defensa propia contra elementos “traicioneros” armenios, griegos y asirios.
– Los mitos sobre la nación turca. Según los mitos oficiales, los turcos nunca han hecho ningún mal ni victimizado a otro pueblo; son ellos los que han sido perjudicados y victimizados a lo largo de la Historia. En consecuencia, todos y cada uno de los actos violentos que hayan podido cometer han sido en defensa propia.
– Consideraciones económicas. Turquía teme lo que llama despectivamente el plan armeno de las Cuatro TTanıtım, Tanınma, Tazminat ve Toprak (Propaganda, Reconocimiento, Compensación y Territorio). Al Gobierno le preocupa que, si logran obtener el reconocimiento internacional del genocidio, los armenios exijan dinero y territorio. Esta preocupación la comparten quienes heredaron tierras confiscadas a las víctimas del genocidio. Dichos turcos temen perder la riqueza que amasaron gracias al botín que dejó el crimen de masas.
– Cultura islámica. La doctrina política del islam, que fue en gran medida responsable del genocidio cristiano, sigue desempeñando un papel en el negacionismo turco.
En su contribución a una colección de ensayos sobre el tema publicada hace poco, Genocide in the Ottoman Empire: Armenians, Assyrians, and Greeks, 1913-1923 (“Genocidio en el Imperio otomano: armenios, asirios y griegos, 1913-1923”), editada por el profesor George N. Shirinian, el historiador Suren Manukyan escribe que los planificadores del genocidio armenio
movilizaron fuerzas sociales mediante las políticas que adoptaron, que incluyó la proclamación de la yihad al comienzo de la Primera Guerra Mundial, a fin de excitar el fanatismo religioso entre la población del imperio.
Tras la proclamación de la yihad, el 14 de noviembre de 1914, el asesinato de los armenios se veía como legítimo desde un punto de vista religioso. En muchos lugares, los clérigos encabezaban las columnas de musulmanes y les bendecían por castigar a los infieles (…) Había una consigna que se repetía en todas partes: “Dios: convierte a sus hijos en huérfanos, a sus mujeres en viudas, (…) y concede sus posesiones a los musulmanes”. Además de esta oración, la legitimación del expolio, el asesinato y el secuestro adoptaba la siguiente forma: “Es lícito que los musulmanes dispongan de las posesiones, la vida y las mujeres de los infieles”.
Las reformas del Tanzimat del siglo XIX habían abolido la dimmitud, pero los no musulmanes siguieron enfrentándose a varias formas de discriminación institucional. Asimismo, cuando se fundó la República de Turquía, en 1923, los no musulmanes ya no tenían el estatus jurídico de dimmíes, pero la dimmitud no oficial persistió, cuando no se intensificó.
En 1934 hubo un pogromo contra los judíos en el este de Tracia; en 1941-1942 hubo un intento de alistar y esclavizar a todos los varones no musulmanes –incluidos los ancianos y los enfermos mentales– en el Ejército turco, para obligarlos a ejercer bajo condiciones terribles en los batallones de trabajo; en 1942 se dictó un Impuesto a la Riqueza para apartar a los cristianos y los judíos de la economía; en 1955 hubo un pogromo contra los griegos en Estambul; y en 1964 los griegos fueron expulsados por la fuerza de Turquía. Todo lo anterior no hizo sino contribuir a lalimpieza étnica de los cristianos y los judíos turcos.
No sólo el Gobierno de Turquía no ha reconocido, se ha disculpado u ofrecido reparacionespor nada de esto, sino que los medios locales apenas hablan de la intimidación y violencia que padecen los cristianos, los judíos y los yazidíes en la Turquía actual.
Por otro lado, los musulmanes fundamentalistas de Turquía –y de otras partes– no ven la yihad, las conversiones forzosas u otras formas de persecución contra los no musulmanes como un crimen. Al contrario: sus textos religiosos les exhortan abiertamente a “cortar cabezas y dedos y matar a los infieles allá donde puedan esconderse”, entre otras muchas enseñanzas abiertamente violentas. De ahí que lo que el resto del mundo describiría como genocidiomasacrepersecuciónlimpieza étnica sea considerado por los musulmanes radicales como una manera justa dedifundir el islam y liberar tierras kafires (infieles).
Erdogan es sin duda un radical de este tipo, y por eso se enorgullece de la criminal historia de su país, mientras fustiga y reescribe la de otros países, como Israel.
El desconocimiento de Occidente sobre todo esto no conoce límites.
© Versión original (en inglés): Gatestone Institute
© Versión en español: Revista El Medio
 

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