Cuando los dos regímenes palestinos rivales anunciaron su último acuerdo de reconciliación, el mes pasado, surgieron dos preguntas obvias. La primera, sobre si se aplicaría realmente, dados los innumerables acuerdos parecidos que se anunciaron a bombo y platillo para luego desmoronarse y convertirse en renovadas disputas entre Hamás (Gaza) y Fatah (Autoridad Palestina). Aunque la única pregunta verdaderamente fundamental –para Israel y para cualquiera que no quiera otra guerra en Gaza– era cómo afectaría el acuerdo a las finanzas de Hamás.
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