miércoles, 25 de septiembre de 2024

 

COMUNICADO ACOM: sobre la situación en el norte de Israel y su frontera con Líbano

Llevamos años, años, insistiendo en que el Líbano es un estado fallido que ha caído preso de una organización, terrorista, salvaje y sin escrúpulos, como es Hezbolá. Llevamos años, advirtiendo de que el país de los cedros y su población del Líbano no son más que instrumentos que el régimen islamista de Irán, los amos de Hezbolá, utilizan a su antojo como parapeto y moneda de cambio. Hemos advertido hasta la saciedad de que la labor de FINUL, cuyo mandato era desarmar a las milicias libanesas, en particular a Hezbolá, se ha convertido en una trágica farsa.

Hezbolá lleva provocando, hostigando, atacando indiscriminadamente desde octubre a Israel con el lanzamiento de más de 8.000 misiles. Repetimos: 8.000 misiles desde un estado vecino, teóricamente soberano. Sin que haya mediado provocación alguna. No hay entre Israel y Líbano disputas territoriales, ni ocupación, ni ninguna de las habituales patrañas y excusas que usan los amigos de los terroristas para justificar el terrorismo palestino.

Y, aun así, la comunidad internacional ha consentido esta agresión, aceptando la guerra sin declaración formal que, unilateralmente y por agentes interpuestos, Irán ejecuta contra el Estado Judío. Ni una condena, ni una advertencia, ni una severa reprimenda. Ninguna medida contra los agresores iraníes y libaneses.

Ello ha provocado que 400.000 civiles israelíes vivan desplazados de sus hogares, refugiados al centro de su país, mientras los terroristas chiitas se pavonean con sus lanzaderas junto a la frontera. Una situación completamente inaceptable para cualquier país soberano.

Los terroristas han acumulado, con la pasividad de la ONU, los EE.UU. y la UE, 150.000 misiles de fabricación rusa e iraní que tienen como único objetivo masacrar indiscriminadamente a la población civil israelí.

Y, cuando ya un 5% de ellos han comenzado a llover sobre sus ciudades, Israel, que como todas las democracias, tiene el derecho y la obligación de defender a sus ciudadanos, ha tenido que responder. Con contención. Con proporcionalidad. Con ataques quirúrgicos y precisos que han prevenido en lo posible que la población civil libanesa se viera afectada. Nada de eso ha merecido el apoyo y mucho menos el reconocimiento de la comunidad internacional. Nadie condena a Irán ni al Líbano, pero, cuando Israel se defiende, las condenas empiezan a llover sobre Israel de cualquier infeliz, de cualquier José Manuel Albares de turno.

Nunca ha resultado más evidente la asimetría. Nunca ha sido tan brutalmente claro que el problema de los Pedrosanchez del mundo es simplemente que Israel se defienda y que los judíos sobrevivan.

Nosotros, desde ACOM, apoyamos a Israel. Apoyamos a su democracia garantista. Apoyamos su esfuerzo por defender a sus ciudadanos de la agresión del terrorismo y de los ataques lanzados desde terceros países. Defendemos el derecho a repeler los intentos de un nuevo holocausto. Defendemos el uso de los medios que Israel tiene a su alcance, todos los que sean necesarios, para neutralizar cualquiera de estas amenazas.

Hoy, las Fuerzas de Defensa de Israel tienen que hacer el trabajo que no han hecho los soldados de Naciones Unidas desplegados en Líbano desde hace décadas. Incluyendo los españoles. Llevan meses viendo volar sobre sus cabezas en dirección a las ciudades de Israel misiles lanzados desde posiciones de Hezbolá, esos terroristas entre los que conviven sin importunarlos. Nuestros soldados llevan años actuando con complicidad con los salvajes del “Partido De Dios”. Sus mandos les han forzado a ello. Es hora de que dejen de hacer el ridículo y vuelvan a casa antes de que suceda una desgracia peor.

Y así tendrá de nuevo Israel que hacer el trabajo de expulsar del sur del Líbano a los terroristas, limpiar sus madrigueras y empujarlos hasta el norte del río Litani. Estamos seguros que en ese esfuerzo contará con el apoyo de una parte muy importante de la población libanesa, sobre todo la cristiana, harta de los abusos y la humillación a la que la someten sus colonizadores chiitas y sus matones chiitas.

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