martes, 5 de febrero de 2013

La visita iraní: histórica / El fracaso: anticipado

CIDIPAL
CIDIPAL Yaron Friedman “Irán clama todo el tiempo por la aniquilación de Israel pero, en la práctica, avanza hacia el control de Líbano por medio de Hezbollah y de Siria, por medio de Basher Assad” (comentario publicado en la red Al Jazeera qatarí y que expresa esa sensación en el mundo árabe). El día de hoy será inscripto en la historia de Medio Oriente como especial desde varios puntos de vista. Por primera vez tiene lugar, en Egipto, la Convención Islámica que se reunió, por vez primera, en la ciudad de Rabat, Marruecos, en 1969 a partir de la explosión de la mezquita de Al-Aksa, atribuida en el mundo árabe a Israel a pesar que fuera perpetrada por un australiano perturbado. El declarado objetivo de la Convención era defender los lugares santos y coordinar acciones comunes entre los países musulmanes. La visita de Mahmoud Ahmadinejad a Egipto es la primera del presidente iraní a un estado árabe desde la Revolución Islámica en Irán en 1979. Además, la sesión de la Convención Islámica pasa a Egipto por los próximos tres años, de tal modo que, el presidente Mohammed Mursi, podrá exhibirse, en el próximo período, como líder del mundo musulmán. La miseria de Los Hermanos Musulmanes El cuadro ideal que será exhibido en la Convención no será otro que una supuesta manifestación de fuerza por parte del presidente egipcio y una presentación lastimosa de la unidad islámica. Todos los asistentes saben que el régimen egipcio se encuentra en una grave crisis y que Los Hermanos Musulmanes, que garantizaron que el “Islam era la solución”, no ven salida a la miseria económica que azota, en el corto plazo, a su país. La unidad islámica, entre diferentes países y corrientes religiosas, no tiene lugar desde la primera reunión de la Convención Islámica, hace 44 años, y no se ve en el horizonte. Las brechas ideológicas y teológicas entre el mundo chiita y el mundo sunita siguen siendo inmensas. Entonces, ¿por qué se esfuerza Ahmadinejad en arribar a El Cairo? Desde la asunción de Mursi al cargo, Ahmadinejad intenta renovar la desconectada relación entre Irán y Egipto de Hosni Mubarak. La visita de Mursi a la Convención política de los No Alineados en Irán, en agosto de 2012, despertó la esperanza entre la conducción iraní. Sin embargo, tras los abrazos de cortesía con Ahmadinejad, subió Mursi a la tarima y atacó la política de Irán en Siria. Desde entonces, la crisis siria no bajó del podio, sino que se agravó. Irán continúa aportando al régimen de Bashar Assad, responsable de la masacre de más de 50 mil personas musulmanas, la mayoría sunitas. Ya en el pasado, Ahmadinejad sostuvo que la unidad islámica - entre Egipto e Irán- es quien tiene la capacidad de eliminar a la “entidad sionista” y excluir lo que denomina “control norteamericano en Medio Oriente”. Sin embargo Mursi, a diferencia de Ahmadinejad, mantiene desde su ascensión al poder una línea conservadora y cuidadosa en los asuntos exteriores sin esconderse en el extremismo contra Israel y, por supuesto, tampoco contra Estados Unidos. El presidente egipcio sabe que la condición para su éxito y la sobrevivencia del régimen es la significativa ayuda económica desde Europa y Estados Unidos. Cualquier unión con Irán, sometida a las sanciones y el aislamiento mundial, podría atentar contra los esfuerzos egipcios por continuar recibiendo ayuda. Más aún, el Presidente Mursi no puede traicionar a sus hermanos en Siria, miembros de Los Hermanos Musulmanes, y su alianza islamista, que llevan adelante una guerra de boicot contra el régimen apoyado por Irán. No sería aceptable que Mursi clavase un cuchillo en la espalda de los rebeldes sirios y renueve, en éste momento, las relaciones con Teherán. El motivo para la desconexión de las relaciones entre Irán y Egipto (1980), fue la firma egipcia de los acuerdos de paz con Israel. Entonces, desde el lado iraní parecen nulas las opciones de reanudar relaciones diplomáticas con El Cairo, dado que ambas partes saben que Egipto no puede anular los acuerdos de paz en su actual situación. Entonces, la visita de Ahmadinejad tiene solo objetivos simbólicos. El presidente iraní que fracasara en todas las áreas y condujera a su país al aislamiento mundial y la miseria económica, está interesado en exhibir, ante su pueblo, un logro diplomático aparente –antes del final de su mandato este año- en la forma de un puente histórico entre Irán y Egipto. Cabe suponer que Mursi por su parte, aprovechara la llegada de la delegación iraní de alto rango a Egipto para intentar conseguir un acuerdo en el tema de Siria. A fin de compensar la crisis interna en Egipto, intentará Mursi mostrarse, a si mismo, como líder que protege el rol principal de Egipto en la solución de las crisis en la región, tal como lo hiciera, hace poco, en la crisis de Gaza. A pesar de las escasas probabilidades de encontrar un acuerdo, el presidente de Egipto intentará competir con los esfuerzos del enviado de la Liga Árabe a Siria, que lleva adelante una negociación en el plano ruso en la Convención internacional de Asuntos de Seguridad. Incluso si las partes no llegan a ningún logro aparente, los 56 representantes de los países miembros de la Convención Islámica podrán continuar deliberando, como en el pasado, sobre los temas que los unen y son cómodos para todos: la condena a “los asentamientos en los territorios ocupados”, los recursos para la lucha contra la pobreza en el mundo musulmán, la crisis en Somalia y el enfrentamiento ante lo Islamofobico en el mundo.