lunes, 25 de febrero de 2013

TUNEZ LA REVOLUCION PERMANENTE

El Diario Exterior, George ChayaTúnez, la revolución permanenteEscuchar este texto El presidente tunecino Monzer Marzouki canceló su asistencia a la cumbre de la Organización de Cooperación Islámica (OCI), en El Cairo, para regresar urgente al país desde Estrasburgo, donde asistía a una sesión del Parlamento Europeo. Miles de ciudadanos protestan frente al ministerio de Interior, que fue el emblema de la revuelta de 2011 y muestran su ira contra los islamistas. Los manifestantes piden que la agrupación Ennahda -que dirige el gobierno-, deje la escena política. Los movilizados incendiaron sus locales en Mezouna, Sidi Bouzid y Bizerte. La gente común declaró la guerra al partido islamista y le acusa del asesinato de Belaid. El sospechoso de ordenar el crimen es Rachid Ghanouchi, un dirigente religioso de Ennahda. En octubre de 2012, Ghanouchi declaró públicamente que la revolución para hacer de Túnez una República Islámica era inalterable y ningún infiel comunista obstaculizaría el programa político para ello. Belaid era el infiel comunista a quien se refería Ghanouchi, El líder izquierdista asesinado era un crítico del gobierno islamista y se había unido al Frente Popular formando una coalición de partidos que plantea una alternativa importante al modelo religioso que pretenden los de Ennahda. El primer ministro islamista, Hamadi Jebali, denunció el asesinato calificándolo de acto terrorista no solo contra Belaid sino contra todo el país. Nadie le cree en Túnez. Las declaraciones de Jebali enardecieron más a la muchedumbre que acusa a Ennahda y llama a una genuina y renovada revolución para quitar a los islamistas del poder. La calle tunecina rechaza el modelo islamista de convertir al país en satélite de Al-Qaeda. Hamad Hamadi, jefe del Frente Popular y afín a Belaid, repudió el crimen, acusó a Ennahda de cometerlo y declaró, ‘si los islamistas desean que corra sangre para hundir al país en la anarquía, ellos y el gobierno pagarán con sangre sus atropellos’. La violencia política creció los últimos meses en Túnez. Los partidos opositores acusaron a milicias islamistas de ataques a sindicalistas. El gobierno ha caído junto al líder opositor asesinado. Aquellos que hablaron de la ejemplar primavera tunecina se han equivocado espantosamente y ello se verá aun más en el futuro cercano con un gobierno tecnócrata que se intenta conformar. Túnez está sumido en un callejón político sin salida. Nada terminó con la caída de Ben Alí. El juego continúa abierto. Queda claro que donde los islamistas avanzan políticamente, la violencia se amplia.