martes, 5 de julio de 2016

Revista de Prensa

El BDS, esa inmoral amenaza para la paz

 

BDS.
Yosi Klein Halevi, del Shalom Hartman Institute, afirma en esta pieza para Los Angeles Times que, lejos de liberar al pueblo palestino, el verdadero propósito del movimiento BDS (boicot, desinversión y sanciones) es destruir al Estado judío.
Como método para aplicar presión económica sobre Israel, el BDS ha fracasado (…) el intento de convertir a Israel en una versión de la vieja Sudáfrica del ‘apartheid’ también fracasará, porque hay demasiada gente en todo el mundo que admira a Israel.
La amenaza real del movimiento BDS, sin embargo, es más sutil que la presión económica. El BDS crea una atmósfera en la que Israel es culpado en solitario del fracaso de la paz entre judíos y árabes y niega la mera idea de un Estado-nación para el pueblo judío. En lugar de Israel, es el movimiento BDS el que debe ser desenmascarado y condenado al ostracismo por su intolerancia y su odio.
Efraim Karsh, del Middle East Forum, demuestra con claros ejemplos que las raíces del terrorismo palestino tienen poco o nada que ver con la presencia de comunidades israelíes en los territorios en disputa.
Si la ocupación fuera realmente la causa del terrorismo, ¿por qué disminuyó el terrorismo durante los años de ocupación efectiva? ¿Por qué aumentó dramáticamente ante la perspectiva del fin de la ocupación, y por qué se disparó hasta desembocar en una guerra abierta cuando Israel hizo más concesiones que nunca? Por el contrario, se podría argumentar de manera mucho más plausible que fue la ausencia de ocupación –es decir, la retirada de la estrecha vigilancia israelí– lo que facilitó el desencadenamiento de la guerra terrorista (…); como fue la restauración parcial de las medidas de seguridad en la Margen Occidental (aunque sin retomar el control allí de la vida diaria de la población palestina) durante la operación ‘Escudo Defensivo’ de 2002 y sus secuelas lo que puso fin a la guerra terrorista palestina.
No es la ocupación lo que subyace en la falta de “esperanza en el horizonte”, sino el siglo largo de rechazo palestino al derecho de los judíos a un Estado (…). En tanto que esta disposición sea tolerada, (…) la idea  de una paz palestino-israelí seguirá siendo una quimera.
Liel Leibovitz recomienda en la revista Tablet analizar lo que dice la izquierda en general y la israelí en particular sobre temas polémicos como las políticas de inmigración para entender por qué el pueblo británico ha decidido votar a favor de salir de la UE.
Si cree que mi valoración peca de insensible, pasee por la tierra prometida y converse con alguno de los que sigue votando al [partido izquierdista israelí] Meretz, aunque debe darse prisa porque, con cada ciclo electoral, cada vez quedan menos. (…) Los israelíes, según la narrativa izquierdista, solían ser gente razonable y genial. Solían vivir en paz, por eso firmaron los Acuerdos de Oslo, dieron la bienvenida a Yaser Arafat y se esforzaron en una solución permamente de reconciliación con dos Estados. Entonces, como uno de los demonios de Bulgakov, Netanyahu, un Mefistófeles del Oriente Medio, apareció en la escena y, con sus artes oscuras, envenenó los corazones y las mentes, transformando a los israelíes de una pandilla de brillantes votantes del laborismo en una turba de bobos ignorantes, siempre con la horquetas a punto y sedientos de sangre. Si sólo prevaleciera la razón, lloriquea la izquierda israelí, la paz volvería pronto. Si no lo hace, el desastre es casi seguro.

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