Desde el 11-S, los líderes en Occidente han presionado por la democratización del mundo árabe. Casi 20 años después, el impulso a la democratización ha tenido resultados catastróficos: con la excepción parcial de Túnez, los estados árabes cuyos dictadores fueron derrocados están sumidos en luchas o han caído en el despotismo. El momento ha llegado para aprender de las experiencias de Corea del Sur, España y Chile a mediados y finales del siglo XX y darse cuenta que sin una economía en crecimiento y una clase media considerable, la democracia no puede echar raíces en la sociedad.
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