lunes, 29 de diciembre de 2025

 Me encanto esta historia real. Se las recomiendo.

Yehudá Pryce: el pandillero y exconvicto que se convirtió en judío ortodoxo.
Pryce pasó 16 años en prisión, experimentó una transformación personal y espiritual, y decidió convertirse al judaísmo.
Voy a comenzar este articulo de atras hacia adelante, para entender la magnitud de esta historia de la vida real.
Pryce creció en el condado de Orange, California, una zona soleada del sur del estado.
Su madre de Sri Lanka y su padre jamaiquino se divorciaron, así que fue criado por su madre y su padrastro caucásico. Se sentía fuera de lugar, ya que en su barrio era una minoría.
“Antes de cumplir ocho años, ya tenía una crisis de identidad. Si discutía con algún amigo afroamericano, él sacaba a relucir a mi familia. Lo veía como mi talón de Aquiles. Todo el mundo estaba muy enfocado en la raza y en mi apariencia. No podía disfrutar de la vida”.
Pryce no encajaba en la escuela ni se sentía cómodo en la iglesia.
“Solo íbamos en algunas festividades. Cuando mi padre biológico me llevaba, tratábamos de llegar tarde y salir temprano”.
Cuando llegó a la adolescencia estaba perdido, hasta que descubrió el estilo de vida pandillero. A los 13 años comenzó a vender drogas, robar y portar armas.
“Quería tener el control y pertenecer a algo”, dijo.
Vivía como quería, sin estar atado a las ideas de mi familia o de la sociedad sobre lo que debía o no debía hacer. No me atraía la idea de trabajar todos los días, casarme y tener hijos. Eso no era suficiente para mí. Trataba activamente de evitar eso”.
No tenía un modelo a seguir, así que admiraba a los pandilleros.
“No admiraba a nadie ni me veía reflejado en nadie. Una vez que me conecté con miembros de pandillas —violentos y traficantes— los respetaba y admiraba”.
Nadie cuestionaba mi identidad, quizás por miedo. Además, me encantaban las armas. Me daban una sensación de poder, como si controlara la vida y la muerte. Eso me afianzaba en este mundo. Me gustaba ser temido y respetado”.
Cuando cumplió la mayoría de edad legal, decidió robar a narcotraficantes, creyendo que no llamarían a la policía. Pensaba que así tenía menos riesgo de ser arrestado.
Pero tras un robo a los 19 años —y de ser traicionado por su cómplice— sus días en las calles terminaron.
Ahora enfrentaba más de dos décadas tras las rejas.
A los 22 años, como miembro de una pandilla, participó en un robo a mano armada, en el que asaltó a unos narcotraficantes con la ayuda de un cómplice.
El cómplice lo delató para obtener un acuerdo judicial, y Pryce terminó tras las rejas.
Su sentencia fue de 24 años de prisión. El tribunal le impuso cuatro años por robo, diez por pertenecer a una pandilla y otros diez por portar un arma de fuego. Fue enviado directamente a la Prisión Estatal de Pelican Bay, una prisión de máxima seguridad en California.
“Pensaba que la prisión era algo genial”, dijo Pryce en una entrevista con Aishlatino.com.
“Entendía lo que significaba ser un gánster y un matón en ese entorno. Me parecía lógico. Era agresivo y confrontativo. Sentía que podía ser más astuto que mis adversarios. Y no me importaba si vivía o moría”.
Y AQUI COMIENZA LA HISTORIA DE COMO ESTE HOMBRE LLEGO AL JUDAISMO.
En Pelican Bay, donde los presos pasan todo el día en sus celdas y rara vez salen al exterior, Pryce tenía mucho tiempo libre.
Empezó a leer libros sobre cristianismo, budismo e islam, pero no se sintió identificado con ninguno.
Entonces, Pelican Bay permitió la visita de un rabino para hablar con los presos. El rabino llegó durante un confinamiento y fue a reunirse con algunos reclusos. Le ofrecieron una silla, pero prefirió sentarse en el suelo con los prisioneros.
“No era para hacer una declaración de ningún tipo”, dijo Pryce. “Su forma de ser me llamó la atención”.
Ese rabino era temporal; Pryce desarrolló una relación de seis años con el siguiente que llegó.
Discutía con el rabino sobre la religión organizada, llamándola “el opio del pueblo”. Pero algo que dijo el rabino le impactó:
"Para ser una buena persona, no tienes que ser judío".
“Eso tuvo todo el sentido para mí”, dijo Pryce.
“Mi problema con la religión era que la gente afirmara que la suya era la única forma válida. Pensaba, ¿cómo pueden decir eso?”.
También aprendió sobre la discriminación que ha sufrido el pueblo judío a lo largo de la historia.
“Los judíos fueron perseguidos en todos los lugares donde vivieron, y aun así prosperaron. Eso, para mí, era prueba de que Dios existía. Quería acercarme a eso”.
Después de leer libros sobre judaísmo, Pryce se adentró en el sidur (libro de rezos), que le llegó profundamente. Se aprendió de memoria el rezo silencioso, la Amidá.
“Quería poder rezar de memoria si nos volvían a encerrar. Entonces podría orar tres veces al día”.
Sus compañeros de prisión no lo alentaron. La raza y la identidad lo eran todo tras las rejas; una vez lo apuñalaron sólo por ser afroamericano. Cuando lo vieron estudiar judaísmo, se burlaron.
“Me decían que los judíos no me aceptarían. Que no encajaría”.
Aun así, Pryce siguió a su corazón. Consiguió contrabandear un teléfono inteligente y estudió sobre judaísmo todo lo que pudo. También pidió un talit y unos tefilín y los usaba todos los días. Conoció por Instagram a una mujer judía llamada Ariela.
Empezó a llevar una dieta kosher y a guardar Shabat por su cuenta. Se convirtió en el encargado de la capilla judía y dirigía grupos de estudio.
Después de dos años de estudio, decidió convertirse al judaísmo de forma ortodoxa, aunque nunca había conocido a un judío ortodoxo.
En su decimotercer año en prisión, hubo un fallo legal en California: dado que las cárceles estaban sobrepobladas, los reclusos condenados antes de los 23 años podían ser elegibles para libertad anticipada.
Tres años después, en 2018, tras haber pasado 16 años preso, Pryce fue liberado.
Ya salía con Ariela, quien había crecido en una familia ortodoxa pero se había alejado de la práctica, y había solicitado su conversión. Cuando conoció al rabino ortodoxo encargado de conversiones, se sorprendió por su reacción.
“No me juzgó”, dijo Pryce, quien tiene tatuajes por todo el cuerpo. “Me dijo: ‘Intentémoslo’. Mi experiencia ha sido de total aceptación”.
Pryce se unió a la comunidad ortodoxa de Irvine y se convirtió oficialmente en el 2020.
Luego se casó con Ariela, quien se mudó de Canadá a California para estar con él. Su familia aceptó su decisión.
“Mi madre se convirtió del islam al cristianismo, y mi padre es bautista, pero ambos respetan el judaísmo”, dijo Pryce.
“Me vieron como un gánster y criminal completamente entregado a eso, y ahora me ven viviendo una vida plena. Aprecian mucho el judaísmo y me apoyan”.
Actualmente, Pryce es padre de cuatro hijos y vive en Los Ángeles con Ariela, en una comunidad judía ortodoxa. Obtuvo su doctorado y trabaja como terapeuta clínico en el Centro de Tratamiento de Jabad.
Tiene muchos seguidores en Instagram, donde comparte videos sobre su vida y lucha contra el antisemitismo.
Tras el 7 de octubre publicó fotos y videos de su impactante viaje a Israel.
También comparte aspectos personales, como la celebración del upsherin de su hijo Yojanan, el corte de cabello que se hace a los niños judíos cuando cumplen tres años, acompañado de su primer tzitzit, kipá y libro de rezos.
Este hito fue un milagro! Cuando Yojanan tenía cuatro meses, estuvo al borde de la muerte y fue hospitalizado de emergencia.
“Mi esposa y yo sufrimos mientras los médicos luchaban por encontrar un tratamiento”, contó Pryce.
Pero gracias al apoyo de su comunidad judía, amigos, familia y la organización Chai Lifeline, su hijo salió adelante.
“Fue mi comunidad judía, mi familia, mis amigos y Chai Lifeline los que nos permitieron resistir la tormenta”, dijo Pryce. “Después de cinco meses, mi hijo fue dado de alta y ahora está completamente recuperado”.
Al mirar atrás, Pryce reconoce que es un hombre bendecido. Y si pudiera decirle algo a su yo más joven, sería esto:
“Estás enfrentando desafíos y tomando malas decisiones. ¿Cómo quieres que se desarrollen los próximos capítulos? Necesitas crear una historia que valga la pena. Tú importas, y sólo tienes una vida para vivir”.
A cada momento, Pryce usa su plataforma para ser un judío visible y orgulloso, y trabaja constantemente en su misión de vida: cultivar una relación profunda con Dios.
“Quiero seguir creciendo en mi conexión con Dios. Cuanto más me acerco a Él, más claro se vuelve todo”.
Kilye Ora Lobell
Aish Latino

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