lunes, 18 de junio de 2012

Reflexiones sobre la vigencia del hebreo en la educación

Desde hace tiempo, el autor se pregunta y cuestiona cuál es la importancia que tiene el idioma hebreo dentro de la comunidad judeo-argentina e, incluso, cuál es la importancia que tiene el hebreo en sí mismo. Por Diego Lerner* La globalización es un hecho. La imposición del idioma inglés como lenguaje universal también lo es. Por primera vez en la historia se ven rotas las barreras de la distancia espacial, vivimos en un mundo más comunicado como consecuencia del avance de la tecnología y del desarrollo de internet, dentro de lo que se puede destacar el uso masivo de las redes sociales y la consecuente hipercomunicación. Se gesta, así, un mundo angloparlante en el que se facilita el diálogo con personas que estando lejos parecen no estarlo. Las culturas cambian, se asimilan, se nutren de nuevos estímulos y se van rearmando. Nunca una cultura esta “terminada”, siempre está en construcción, por lo que, aquello que podemos conocer como “la cultura Argentina” hoy día, podría ser diferente (y seguramente lo sería) a una cultura Argentina dentro de 10 o 50 años. Lo mismo podría decirse del judaísmo, como cultura. Las instituciones judeo-argentinas, en su mayoría, vienen planteándose la importancia de brindar una educación que haga parte a los estudiantes de este nuevo mundo, en el cual, en vista de lo mencionado, aparece el inglés como fundamental y necesario para su desarrollo y sobre todo su futuro laboral y profesional. He aquí que el hebreo juega un papel cada vez menos importante para y por aquellos que “compran” y “venden” educación. Esto responde a una demanda creciente y consistente por una gran parte de la comunidad, que plantea la importancia del inglés tanto más que la del hebreo, al punto que no dudan en prescindir parcial y hasta definitivamente de este último (podemos encontrar en algunos colegios más de 5 materias que se enseñan en inglés y una sola en hebreo), en lo que compete a la supuesta educación judía por la que apuestan, siendo que son escuelas que se identifican, principal y sustancialmente, por esta característica. En esta línea, frente a la necesidad de competir con otras escuelas, respondiendo a la demanda de los padres, muchas escuelas, sino la mayoría, van perdiendo y abandonando su tradicionalismo por el idioma hebreo para poder captar chicos y ser relevantes ante esta nueva época, lo que conlleva la asimilación paulatina del resto de las instituciones. Son varias las instituciones que pregonan un Israel cuya cultura, hoy y en un futuro, se vea identificada con el hebreo como idioma, entendiendo a éste no sólo como el idioma que se usa en las plegarias (como así lo previeron los fundadores del Estado de Israel), pero no son muchas aquellas que mantienen su coherencia a este respecto. De una u otra forma, el idioma hebreo, desde la inercia, sin poner en debate su importancia, va perdiendo significado. ¿Queremos una Israel cuyo idioma sea el hebreo o tenemos miedo al cambio?, ¿por qué desde Argentina se pretende una cultura judía más alejada de su idioma? En Israel todos, o la gran mayoría, hablan el idioma inglés con fluidez, de ser así, ¿para qué aprender un idioma que se habla en un solo lugar en el mundo? ¿Por qué las instituciones judeo-argentinas, o mismo Israel, no ponen en debate la importancia de un idioma que parece cada vez más cerca del idish? ¿No es el momento de repensar y asumir una postura, y empezar a definir cuáles son realmente las parot kdoshot (vacas sagradas) que tiene la cultura judía, no sólo en Argentina, sino en Israel y el mundo, sin tener miedo al cambio, o por lo menos, siendo conservadores, poder alejarse de la inercia? Si el idioma por el cual vamos a levantar bandera es el hebreo, entonces que así sea, pero no juguemos un doble discurso entre la manera en la que nos definimos como instituciones y la manera en la que realmente educamos. No sólo es un tema que tiene que definir la institución, sino también las familias. Las instituciones, al fin y al cabo, entran dentro de un mercado que les va marcando el camino de la oferta y la demanda. ¿No deberíamos, como individuos, hacernos cargo de qué es lo que queremos, cuál es el futuro de nuestra comunidad, siendo coherentes entre lo que bregamos y lo que hacemos? La única postura, el único mensaje, con el cual quiero cerrar, es con el fin de poder llevar a cabo los debates sin tener miedo, tanto como individuos o mismo como instituciones, sobre lo que se decida. Con el deseo de que la pará kdosha sea puesta sobre la mesa y no debajo de ella. * Pehil de Habonim Dror.NUEVA SION