Desde hace por lo menos veinte años que el miedo a la violencia silenció la libertad de expresión. El 14 de febrero de 1989 el Ayatola Rohollah Jomeini publicó el llamado a matar a Salman Rushdie, autor de los “Versos satánicos”. Andrew Anthony destacó en un artículo del semanario británico The Observer que la novedad en Europa, era una práctica habitual en Irán. “Ya en 1947, cuando era un joven sacerdote, Jomeini instó a matar al Ministro de Educación iraní, a quien efectivamente le dispararon de muerte a los pocos días del edicto. A este lo siguió un número incontable de opositores políticos e intelectuales que perdieron la vida por orden de Jomeini.”.
Primero pesó la exigencia de retirar el libró de los estantes de las librerías. Luego, cuatro días después que Rushdie recibió el mensaje de Jomeini, publicó un pedido de disculpas: “Lamento mucho las penas que este libro les causó a los verdaderos fieles del Islam”. Las disculpas fueron rechazadas automáticamente, las dio nuevamente y también fueron rechazadas. Jomeini declaró que incluso si Rushdie se retractase y se convirtiera en “el hombre más devoto de todos los tiempos”, la obligación para todo musulmán seguirá siendo aún “hacer todo lo posible” para matarlo.
La reacción un tanto desconcertante de Jomeini, atestiguó que por sobre la discusión teológica de “Los Versos Satánicos”, buscaba un impulso político. Tanto los sauditas como los iraníes visionaron la posibilidad de aprovechar a un nuevo público adepto en los pequeños grupos de musulmanes que ya desde el principio protestaban en contra de los “Versos satánicos” en las quemas de libros. El trasfondo del disenso databa de una lucha entre Arabia Saudita e Irán para ver quién era el que iba a enarbolar las banderas del Islam global.
Los sauditas invirtieron considerables sumas de dinero en la exportación de su versión fundamentalista del islam sunita, mientras que el Irán chiita, que todavía se encuentra en la convalecencia de una guerra destructiva y de un acuerdo de armisticio humillante con Irak, pretende ser el pionero de la revolución islámica. Fueron los sauditas los que fundaron el Comité de Acción Británico sobre Asuntos Islámicos, un ente de protesta erigido para aumentar la presión sobre los “versos satánicos”.
El alineamiento con el victimario del establishment europeo y de sus líderes de opinión, aumentando siempre el perjuicio a la víctima, no es por convicción ideológica, es porque consideran que es la manera más fácil de salvar el pellejo. Primero fue Rushdie a quien le fue solicitado no viajar en British Airways por “poner en riesgo a la tripulación”, como si fuera él, el peligroso y no quienes atentarían contra su vida. Pero este comportamiento de miedo, complicidad y odio, caracteriza al discurso del viejo continente hasta el día de hoy. Ya en abril estallaron bombas en librerías inglesas. Entre 1991 y 1993 fueron asesinados traductores del libro a varios idiomas. Desde una sucesión de censuras intraredacciones, evitando sacar a la luz publicaciones, profundas y superficiales, hasta evitar de realizar la puesta en escena de óperas y obras teatrales, todos esos recaudos tomados obviamente “para no ofender y cuidar la salud de los escritores”.
A ojos de Jomeini, la fatwa contra Rushdie nunca fue un castigo, fue una amenaza “para que nadie se atreva a ofender la santidad del islam”, dirigida hacia el mundo ilustrado, dispuesto a alzar sus voces por lo acontecido en otras latitudes, pero bien calladito a la hora de advertir lo que sucedía frente a sus narices, creyendo que era el modo indicado para proteger su integridad.
Pero pedir permiso para escribir y cuidarse de la verdad, no evitó ni los atentados del 2004 en Madrid ni el del 2005 en Londres. Tampoco pudieron impedir el atentado a las torres gemelas en el 2001, un territorio al que “se ajustició” apenas se pudo y sin escalas, según una concepción ofuscada que no notó que para llegar a los Estados Unidos, se necesitó una certificación europea, sellada y rubricada, luego de más de una década de sondeos auspiciosos para el terror. Los atentados no fueron un castigo a nada, fueron un premio a la omisión y sobre todo, una señal hacia un comportamiento futuro.
Los talibanes se sumaron a los wahabíes y a los chiítas en la carrera por encabezar la islamización mundial. En el medio, el mundo libre y millones de musulmanes que solo pretenden vivir y dejar vivir.
Finalmente, el documento habilitante a estas prácticas parecen haberlo obtenido cuando gran parte de la prensa mundial le dio la espalda a los ilustradores que no tuvieron alternativa que pasar a la clandestinidad luego de caricaturizar a Mahoma en el diario danés Jyllands-Posten a fines del 2005.
Pese a que el Primer Ministro de Dinamarca, Anders Fogh Rasmussen, se negó a recibir a los embajadores de diez naciones musulmanas y al representante de la Autoridad Nacional Palestina, alegando, con justa razón, que su intervención en los contenidos del diario atentarían contra la libertad de expresión, ofreciendo a éstos la vía judicial; jefes de estado como Chirac, Putin y Rodríguez Zapatero condenaron las “provocaciones de una prensa irresponsable”, al tiempo que los manifestantes incineraban banderas de sus países y la Unión Europea comenzó a estudiar la aplicación de un código de conducta. Una vez que el miedo penetra en las redacciones adquiere carácter parasitario. El periódico francés France Soir decidió publicar las caricaturas a modo de solidaridad. El responsable de la publicación fue posteriormente despedido.
A las protestas formales las sucedieron matanzas y quema de embajadas europeas en varios países árabes y musulmanes. Como si esto fuera poco, un periódico iraní se permitió aportar una cuota de humor llamando a un concurso de caricaturas sobre el holocausto, no provocativo, responsable y ubicado, ya que los sobrevivientes, sus descendientes o la humanidad toda que se pueden ver afectados por esas cargadas, no salieron a quemar vivo a nadie.
“Muy pronto, quiera Alá, Roma será conquistada como lo fue Constantinopla. Hoy Roma es la capital de los católicos o de los cruzados que ha declarado su hostilidad al islam, con el fin de impedir el despertar del islam, esa capital será meta para las conquistas del islam, que se extenderá a través de Europa en su integridad y luego se dirigirá sobre las dos Américas y aún sobre Europa Oriental.”. Yunis Al-Astal, clérigo y Diputado del Consejo Legislativo Palestino por Hamás, financiado por Irán, no dudó en realizar estas declaraciones solo hace meses. Una amenaza que afortunadamente aún no se concretizó, aunque tiene luz verde por haber pasado inadvertidamente en un mundo impávido.
El criterio a evaluar para la concretización de una publicación, es la capacidad de reacción del ofendido, ergo, su susceptibilidad y el grado de violencia que está dispuesto a ejercer.
A partir del momento en que el Ayatola Rohollah Jomeini exhortaba a asesinar a Rushdie por su novela “Versos satánicos”, el cierre de bocas en occidente es más fuerte que nunca. Editores se rehúsan a publicar libros que alteren a los creyentes, creaciones artísticas, obras de teatro censuradas y críticas catalogadas como ofensivas.
Extracto del artículo "La expresión del miedo (o el miedo a la expresión)", de Alejandro Mellincovsky, revista Veintitrés Internacional, 2009.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.