domingo, 28 de agosto de 2016

EQUILIBRISTAS QUE SOMOS
El olvido es una gran bendición.
Olvidar el nombre de esa niña.
Olvidar los archipiélagos, los estrechos, y los ríos.
Olvidar la altura de los montes.
Olvidar los nombres de las calles de mi barrio de infancia.
Olvidar el nombre del médico que hizo bajar mi fiebre aquella noche de verano.
Sí, el olvido es una gran bendición.
***
Recordar es una gran bendición.
Recordar el aroma penetrante del jazmín del patio.
Recordar los chaparrones de verano y el entusiasmo que invadía mi pecho.
Recordar las piedras coloridas y las almejas entremezcladas junto a la costa del Atlántico.
Recordar esa ventana fría, de ese autobús, sobre la que apoyé mi frente cuando me marché.
***
El olvido y el recuerdo, esa cuerda floja sobre la que se mantiene nuestra frágil personita.
Amaneceres, atardeceres y crepúsculos.
Veranos, inviernos, e incluso otoños marrones y tristes.
Momentos, recortes de vivencias, veredas rotas.
Amigos que ya olvidé y que seguramente me olvidaron.
Rostros, rasgos, gestos.
Minucias, pequeñeces y naderías.
***
¿Sabías que te extraño?
Pero este sentimiento, esta noche, está por encima de todo olvido y de todo recuerdo.
No sé por qué, pero intento no llorar.

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