lunes, 29 de agosto de 2016

                                      **Raíces Profundas**

Todo era tan igual; una calle principal de tierra, sin asfaltar, apisonada por los
carros que caminan, hacia los galpones, para el trigo entregar. El pueblo vivía
de las cosechas, cuando la naturaleza ayudaba y los granos afloraban, trayendo
al pueblo el dinero necesario para el invierno pasar.
Todo era tan igual, que por un momento, como si el tiempo se hubiera detenido,
pensé que nunca me había ido, del pueblo que había nacido, del amor que había
dejado y que hoy, de regreso y desilusionado, volvía a buscarlo que cure mis
heridas, que en la ciudad me había ganado.
Todo era tan igual, el viento barría la tierra arrastrando los yuyos y estos rodaban
hasta que un alambrado los detenía esperando la lluvia, si es que ella venía.
El sol calentaba, ante tanta sequía, crucé la calle buscando la sombra, buscando la
casa de ella, como el herido que busca el bálsamo, que alivie su dolor.
Ante su puerta, que tanto conocía, me detuve entré en su zaguán, que recuerdos me
traían y golpeando las manos esperé su voz.
Todo era tan igual; una vecina, al verme, me contó que la casa era tapera, que la
niña que en ella vivía, una mañana, muy temprano, se había ido con sus ojos, que
no veían, con un pequeño bolso y su bastón blanco a buscar al hombre que ella quería.
Todo había cambiado; me quedé en el pueblo, esperando su regreso.
¿ Sabes, amigo ? El hombre puede alejarse de sus raíces, pero no renunciar a ellas.
¡ Me quedé esperando, ella volverá a su tierra, como el hierro al imán !

Mario Beer-Sheva

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