viernes, 26 de agosto de 2016

Racismo y xenofobia en Turquía

Por Robert Jones 

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"La hostilidad turca hacia el extranjero es de larga data. Desde que se instauró la República, en 1923, en las escuelas infantiles turcas han enseñado mitos que han propagado la idea de que “Turquía está sola contra el mundo”. Ese relato consiste más o menos en lo siguiente: las potencias del mundo provocaron el derrumbe del Imperio Otomano. Los griegos, los armenios, los kurdos y todas las poblaciones no turcas de Anatolia traicionaron a los turcos y se sublevaron. Después, en la década de 1920, las potencias occidentales atacaron a los turcos, los legítimos dueños de Anatolia, que habían sido abandonados por todos. Pero los turcos contraatacaron heroicamente y derrotaron milagrosamente a enemigos y traidores y refundaron su país, que sigue rodeado de unos enemigos que están muy ocupados conspirando para destruir a los turcos y Turquía. Este relato no contiene ni un solo punto de vista crítico con la historia turca"
La xenofobia en Turquía está bien documentada. La encuesta sobre Actitudes Globales del Centro Pew de 2007, por ejemplo, mostró que las opiniones negativas sobre Estados Unidos estaban “muy extendidas” y que “iban en aumento” en Turquía, país miembro de la OTAN y que ha solicitado el ingreso en la Unión Europea. Según el Centro Pew:
De las diez poblaciones musulmanas encuestadas para el sondeo de Actitudes Globales del Centro Pew en 2006, la turca expresaba las opiniones más negativas (…) sobre los occidentales. (…)
(…) la media para Turquía era 5,2, lo que supone un nivel superior de negatividad al encontrado en los otros cuatro países de mayoría musulmana encuestados (Egipto, Indonesia, Jordania y Pakistán), así como entre las poblaciones musulmanas de Nigeria, Gran Bretaña, Alemania, Francia y España. (…)
Hay importantes y crecientes mayorías de turcos que también albergan opiniones desfavorables sobre los cristianos y los judíos.
La encuesta de Pew de 2014 también encontró un notable auge de la xenofobia, y revelaba que los turcos expresaban un fuerte desagrado hacia casi cualquiera.
“Es llamativo ese antiamericanismo intrínseco de la población de un país aliado de Estados Unidos”, escribió el profesor Doug Woodwell. “La opinión pública turca en conjunto es tal vez la más xenófoba del planeta. (…) Al margen de lo que ocurra en el futuro, al menos los americanos pueden dormir tranquilos: aunque los turcos puedan tener una opinión peor de EEUU que cualquier otro país, ellos odian la igualdad de oportunidades”.

“Turquía, sola contra el mundo”

La hostilidad turca hacia el extranjero es de larga data. Desde que se instauró la República, en 1923, en las escuelas infantiles turcas han enseñado mitos que han propagado la idea de que “Turquía está sola contra el mundo”.
Ese relato consiste más o menos en lo siguiente: las potencias del mundo –empezando por Occidente y los países árabes– provocaron el derrumbe del Imperio Otomano. Los griegos, los armenios, los kurdos y todas las poblaciones no turcas de Anatolia traicionaron a los turcos y se sublevaron. Después, en la década de 1920, las potencias occidentales atacaron a los turcos, los legítimos dueños de Anatolia, que habían sido abandonados por todos. Pero los turcos contraatacaron heroicamente y derrotaron milagrosamente a enemigos y traidores y refundaron su país, que sigue rodeado de unos enemigos que están muy ocupados conspirando para destruir a los turcos y Turquía.
Este relato no contiene ni un solo punto de vista crítico con la historia turca. Todos los acontecimientos históricos protagonizados por los turcos son ensalzados e idealizados. Los manuales de Historia no dicen una sola palabra sobre los crímenes cometidos por los turcos contra las minorías del país. Por lo demás, funcionarios del Gobierno y del Ejército turcos han utilizado expresiones insultantes dirigidas a las minorías en infinidad de veces, convirtiendo orgullosa e imprudentemente el racismo y la sospecha u odio hacia los no turcos en las realidades dominantes de la política nacional.
Existe, incluso, una Teoría Turca de la Historia, con rango oficial, creada por la República turca en los años 30 con el apoyo de su fundador, Mustafá Kemal Atatürk. A través de ella, a la población turca se le inculcaron mitos supremacistas y racistas donde se menospreciaba a la civilización occidental y se exaltaba la llamada civilización turca.
Según esta teoría, fueron los turcos, los primeros habitantes de Asia Central, los que fundaron la primera civilización del mundo. Después, a causa de los crecientes niveles de sequía en Asia Central, los turcos se distribuyeron por varias partes del mundo y llevaron la civilización al resto del planeta. Asimismo, los turcos desempeñaron un papel principal en la fundación y promoción de la civilización islámica.
Esta teoría sostiene que la historia más antigua de los turcos se puede remontar no sólo a Asia Central, también a Anatolia, que empezó a turquificarse en el último periodo del Paleolítico. Los griegos, en realidad, eran turcos. Y los grandes desarrollos en Europa y Asia no se produjeron desde Occidente a Oriente, sino siempre de Oriente a Occidente.
Muchos turcos creen también en la Teoría de la Lengua del Sol, según la cual todas las lenguas modernas se derivaron del turco, la primera lengua que habló la que una vez fuera la mayor civilización sobre la Tierra. En todas las demás lenguas se puede encontrar una raíz turca, y los turcos fueron los primeros en utilizar el alfabeto.
Estas teorías turcocéntricas se enseñaban en las escuelas y universidades turcas en los años 30 bajo el régimen de Atatürk. A través de esos mitos se le inoculó a la población el racismo y unos puntos de vista irracionales.
Desde entonces, muchos Gobiernos turcos han empleado propaganda igualmente falsa e irracional en su favor y coadyuvado a erigir una nación que tiene muy poco que ver con el mundo y la historia reales.
Incluso décadas más tarde, después de que Turquía se convirtiera en miembro de la OTAN, el presidente Recep Tayyip Erdogan y su Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP, por sus siglas en turco) han dejado claro que no son amigos de Occidente.
En 2014 Erdogan acusó a los medios internacionales de librar una “guerra psicológica” contra Turquía y cerró medios locales tras acusrles de colaborar en dicha campaña:
Hay una guerra psicológica contra Turquía en los medios occidentales, basada en absolutas mentiras. Cada día, varios periódicos internacionales llevan a cabo una operación de imagen. Turquía no es un país que vaya a ceder ante las redes internas de la traición o a las operaciones de imagen del extranjero.
El presidente turco también acusó al mundo occidental de odiar a los musulmanes y a la vez amar su dinero, y de querer ver muertos a los creyentes en Alá. “Parecen nuestros amigos, pero nos quieren muertos; les gusta ver morir a nuestros hijos. ¿Cuánto tiempo vamos a tolerarlo?”, se preguntó.
Al parecer, toda esta propaganda antioccidental y supremacista islamo-turca ha moldeado profundamente la forma de pensar de muchos turcos. Según un informe de 2014 basado en los resultados de una encuesta y titulado “Nacionalismo en Turquía y en el mundo”, realizado por el profesor Ersin Kalaycioglu, de la Universidad de Sabanci, y el profesor Alí Carkoglu, de la Universidad de Koç, una gran mayoría de turcos considera que no hay nada en su historia de lo que deban avergonzarse.
“La gente no se siente cercana a Europa o a Oriente Medio”declaró Carkoglu.
Básicamente, sólo se sienten cercanos a sí mismos. La identidad global es un concepto extraño para la mentalidad turca. Los turcos son turcos, y un dato llamativo es que [cuando preguntamos] si el mundo sería un lugar mejor si todo el mundo fuese turco, los turcos dieron una puntuación muy alta. Ninguna autocrítica en absoluto… Una cuestión que diferencia a Turquía del resto del mundo es que nuestra identidad nacional está primordialmente moldeada por la identidad religiosa. Lo que hace turco a un turco no es tanto la etnicidad, o el idioma que hable, sino que se trata fundamentalmente de ser musulmán.
Es evidente que la narrativa supremacista turca inventada por los gobernantes e ideólogos de Turquía desde la fundación del país ha creado millones de xenófobos y paranoicos con una opinión negativa de todos los pueblos que no son turcos. Y esto ha propiciado innumerables atrocidades contra las minorías indígenas de Anatolia.
La población turca no ha salido ni una sola vez a las calles en masa para protestar cuando sus compatriotas griegos, armenios, asirios, kurdos, alevíes o judíos se enfrentaban (y se siguen enfrentando) a injusticias inenarrables, que comprenden los asesinatos masivos, los pogromos, las expulsiones y los desplazamientos forzosos, hostigamientos o presiones sociales. El Estado turco ha aplicado sus políticas discriminatorias e incluso genocidas con la participación activa o la aprobación tácita de la inmensa mayoría de la población.

Furia antiamericana

Pero sí hay algo que ha hecho que muchos turcos hayan salido recientemente a las calles para debatir y protestar. Como publicabaThe New York Times el pasado día 2:
Los turcos sí se ponen de acuerdo en una cosa: EEUU estaba detrás de la intentona golpista. (…) Tal vez Turquía sea un país profundamente polarizado, pero una cosa en la que todos los segmentos de la sociedad turca –islamistas, laicos, progresistas, nacionalistas– parecen haberse puesto de acuerdo es en que Estados Unidos estaba de algún modo implicado en el intento de golpe.
Al parecer, el antiamericanismo está alcanzando nuevas cotas en Turquía, y muchos turcos no necesitan datos o pruebas sólidas para determinar quién estaba detrás del golpe. Les basta con lo que les dice su Gobierno o su jefe de Estado.
Entre tanto, Ankara expresó hace poco sus “inquietudes por el aumento de la xenofobia y la islamofobia en Europa”, según un comunicado del ministro de Asuntos Exteriores recogido por el periódico progubernamental Sabah:
Una vez más, nos gustaría hacer hincapié en nuestra preocupación por el grave aumento del racismo, la xenofobia y la islamofobia que ha experimentado Europa en el último periodo.
El comunicado se hizo para conmemorar el asesinato en 1993 de cinco ciudadanos turcos residentes en Alemania, en un incendio provocado en Solingen.  “Deseamos que esos deplorables incidentes nunca vuelvan a tener lugar”.
Esta condena venía del Gobierno de un país que ha asesinado a millones de sus propios ciudadanos –por no ser turcos o musulmanes– y que jamás se ha disculpado por sus crímenes.
¿Haría el Gobierno turco ese mismo comunicado si conociera las inclinaciones políticas o el origen étnico de las víctimas? ¿Y si, por ejemplo, las víctimas hubiesen sido activistas contra el Gobierno? ¿O si esos turcos antigubernamentales hubiesen sido asesinados no en Alemania, sino en Turquía? ¿Y si las víctimas hubiesen sido kurdas que estaban exigiendo los mismos derechos nacionales a Turquía? ¿Y si hubiesen sido armenios, a los que el presidente Erdogan llamó “feos” en la televisión nacional en 2014? En vista de la indescriptible manera en que el Gobierno turco ha tratado a sus ciudadanos disidentes y a sus minorías, todos sabemos la respuesta.
Al parecer, al Gobierno turco sólo le importan las vidas turcas, e incluso ahí sólo valora la vida delos buenos turcos: los que jamás han planteado una objeción, ni siquiera cuando hay gente que es perseguida o asesinada.
© Versión original (en inglés): Gatestone Institute
© Versión en español: Revista El Medio

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