LAS COSAS POR SU NOMBRE
Comprendo que muchos “adjetivos” se le pueden atribuir al nuevo presidente estadounidense.
Comprendo la conmoción de gran parte del mundo.
Pero lo único que no se puede decir sobre el nuevo presidente estadounidense, es que cambió su discurso “de campaña”, y que ahora, al ejercer su mandato, ha descubierto y revelado nuevas ideologías e intenciones.
Este señor está comenzando a llevar a cabo lo que dijo una y mil veces, y a los gritos, durante su campaña de candidato presidencial.
Pero, entonces, ¿por qué se le atribuyen los “adjetivos” sólo al nuevo presidente?
Porque, al menos que yo sepa, no se trató de un golpe militar.
Este señor fue elegido libre y democráticamente por sesenta millones de americanos.
¿Ustedes saben qué representa este número?
Atención: más que toda España, casi toda Francia, el setenta y cinco por ciento de Alemania, toda Inglaterra, diez veces Holanda, Argentina y Chile juntos…
Pregunto:
¿No sería más justo y preciso hacer recaer estos “adjetivos” sobre 60 millones de habitantes de la sociedad estadounidense?
Porque ellos lo eligieron como su presidente, y me imagino que deben estar muy felices y satisfechos.
Este modo de ver las cosas me parece mucho más conmovedor y real, que aplicar todos los adjetivos a una sola y única persona.
Sí, me imagino que para las personas que no toman en cuenta la conducción divina, tal situación genera muchísimo miedo.
Pero llamemos a las cosas por su nombre: no se trata de una persona, sino de sesenta millones de norteamericanos.
No es la foto de una persona, sino el rostro de media sociedad americana.
¡Basta ya de personalizar!
Se trata de millones de personas, y no sólo de un presidente.
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