sábado, 10 de junio de 2017

EL CONTÍNUO FLIRTEO DE NETANYAHU

No Sara. No es para preocuparse. No se trata de otro capítulo más del viejo escándalo que recibió la denominación “El video XXX” de la aventura amorosa de tu marido con Ruth Bar, aquella amante que Bibi reconoció públicamente en una entrevista televisiva en 1993[1]. Se está hablando de un juego táctico muy especial del Primer Ministro de Israel de cara al conflicto con los palestinos frente a las diferentes iniciativas de paz, por un lado, y, por el otro, ante los componentes de su coalición que luchan por materializar el sueño de la Gran Israel. Lo que no se puede pasar por alto es la sinceridad y la transparencia con los que Netanyahu se comporta en este múltiple romance. Cada amante sabe muy bien los límites que el otro le impuso al líder israelí.
La elección de Trump como nuevo presidente en EE. UU que, como los anteriores, asume de inmediato el desafío de lograr un acuerdo de paz en el conflicto palestino-israelí, nos ofrece el escenario ideal para fotografiar el clásico flirteo de Netanyahu.
A partir del famoso discurso en la Universidad de Bar Ilan en 2009, como respuesta a la iniciativa de Obama, y hasta la fecha, Netanyahu permanece inamovible en sus declaraciones a favor de la solución del conflicto palestino israelí a través de la creación de un estado palestino independiente.
Apenas se conocieron los resultados que determinaron la asunción de Trump a la función de presidente de EE. UU, la extrema derecha israelí partidaria de la Gran Israel saltó de alegría convencida que la solución de dos estados pasó a otro mundo. Frente a ellos, sus socios de gobierno, Netanyahu permaneció moderado y reafirmó nuevamente su visión. En una entrevista a la red CBS de TV declaró: “No cambié de opinión. Yo todavía creo en la solución de dos estados que viven en paz uno al lado del otro. Estoy interesado en acuerdos que den seguridad y yo, inclusive, también estoy interesado que el presidente electo Trump ayude en este sentido cuando ingrese en la Casa Blanca”[2].
Netanyahu con un amante
Posteriormente, en el acto de despedida de Trump en su visita a Israel, el premier israelí afirmó:” presidente Trump, trabajando con ustedes creo que podemos promover una paz duradera entre Israel y sus vecinos árabes, así como con los palestinos”[3].
Todavía no hay información del contenido de las charlas privadas con Trump y las negociaciones secretas con representantes de la nueva administración estadounidense que tratan el tema a los efectos de impresionarnos directamente de las verdaderas posiciones de Netanyahu. Casualmente en estos días se conocieron los pormenores de ese tipo de contactos diplomáticos durante 2014 cuando estaban bajo la conducción del ex canciller Kerry con idénticas posiciones de parte de Netanyahu. Ahora sí se puede saber que en esa oportunidad les supo trasmitir sus limitaciones como consecuencia de sus compromisos con la otra amante política: la extrema derecha israelí. 
El diario Haaretz informó detalles de un documento de la Cancillería estadounidense de febrero – marzo 2014 que resumía el marco de un exhaustivo acuerdo palestino israelí en base a las prolongadas negociaciones hasta ese momento[4]. En otro protocolo interno se menciona explícitamente que Netanyahu expuso un serio reparo a la condición que prometía “continuidad territorial palestina en Cisjordania” y la fórmula de “1 a 1” en el posible intercambio de territorio bajo acuerdo mutuo. La Cancillería estadounidense se encargó de informar a Netanyahu que semejantes exigencias prácticamente vaciaban todo contenido serio al proyecto.
A fin de cuentas, tanto Netanyahu como Mahamud Abbas no dieron su consentimiento oficial a este documento. La farsa continua hasta estos mismos días, con las mismas promesas y, eso sí, con diferentes puestas en escena y nuevos directores.
No menos ambivalentes son las relaciones de Netanyahu con sus socios del movimiento colonizador en Cisjordania. Netanyahu se embarcó en un juego a dos puntas con este importante e influyente sector israelí. Por un lado, no deja de proclamar su identificación personal con sus objetivos, inclusive los alienta a promover nuevos y audaces proyectos. Por el otro, a sabiendas del delicado equilibrio internacional de Israel, no duda en frenar, e inclusive cancelar estos proyectos
A los pocos días que juró publica y repetidamente su lealtad a la solución de dos estados con la necesaria implicancia de la creación de un estado palestino en Cisjordania, no tuvo la menor duda en garantizar que el proyecto de colonización judía en ese mismo territorio no tiene mejor promotor que él mismo. En reunión semanal del gabinete ministerial reafirmó que “con respecto a la colonización en Cisjordania no hay quien se preocupe más que yo y el gobierno del Likud. Continuaremos desarrollándola con sentido y responsabilidad para el bien de la colonización e Israel[5]”.
Netanyahu con el otro amante
Sin embargo, y solo como un ejemplo de muchos más, cuando esos sectores elevaron la propuesta de anexar a Israel la ciudad judía Maale Adumim, localizada en Cisjordania al Este de Jerusalén, no dudó en dejarla inmediatamente fuera del orden del día por mucho tiempo. 
Cuando estos sectores lo presionan, Netanyahu desenfunda el argumento del Tío Sam, el único respaldo que le queda a Israel en su aventura de colonizar Cisjordania. En una reciente reunión de la coalición gubernamental Netanyahu se defendió con las siguientes palabras: “Israel goza de relaciones cálidas de la nueva administración estadounidense y una gran comprensión de nuestras posiciones básicas. Pero se debe tener en cuenta que no nos dieron un cheque en blanco en el aspecto político”[6].
Esta llamativa conducta política de Netanyahu no es casual y obedece a su afinado olfato político. Toda su perorata en favor de un estado palestino y un acuerdo de paz con ese pueblo no es más que perorata hueca con el único objetivo de trasmitir una imagen razonable a nivel internacional. En el otro extremo, las relaciones simbióticas entre Netanyahu y la extrema derecha religiosa y colonizadora es la base sobre la cual se sustenta la presente política de eternización del statu quo.  
El objetivo principal de Netanyahu, como todo político, es mantenerse en el poder cuanto tiempo sea posible. Una coalición con sectores catalogados de centro izquierda (laborismo de Herzog y Iesh Atid de Lapid) lo llevarían a proponer concesiones territoriales cuyo significado político para Netanyahu sería un suicidio.
Él tiene muy claro que personalmente, sin ese importante sector político israelí que es la extrema derecha laica y religiosa, se quedaría en la calle. Así le ocurrió tan solo a los tres meses de firmar el acuerdo de Wye River con Arafat en 1998 por el cual Israel transfirió a soberanía palestina una porción muy pequeña de territorio de Cisjordania. Por otro lado, es muy evidente para Netanyahu que no puede permitir a esa extrema derecha materializar su sueño de soberanía israelí en la Gran Israel. Ese paso se convertiría en una tragedia para Israel y el pueblo judío. Por su parte, el movimiento político de extrema derecha sabe que, por el momento, no tiene mejor alternativa de lograr ciertas tajadas colonizadoras más que con el gobierno de Netanyahu, siempre en la espera de un futuro mejor.
Así es como se creó en Israel una dinámica tan nefasta y con tendencia a permanecer vigente por un largo tiempo. Con un 20% de su población árabe discriminada de ser parte de cualquier gobierno, con una izquierda y centro izquierda carentes de respaldo popular y visión de poder, solo resta la alternativa de Netanyahu por otro prolongado periodo cuya permanencia solo es posible en tanto y en cuanto logre mantener vigente el statu quo con los palestinos.
Como el autor ya mencionó anteriormente[7], la única alternativa visible de ruptura del statu quo y cambios sustanciales de ese orden casi permanente solo serían posibles como consecuencia de un terremoto político en una de dos opciones: EE. UU se libera de todo compromiso de comportarse como inquebrantable e incondicional escudo protector de Israel, o, los palestinos disuelven la Autoridad Palestina con la ineludible consecuencia que Israel se debe hacer cargo de todo el territorio y población de Cisjordania.
Difícilmente Trump sea capaz de dar un giro de 180 grados y sería muy improbable que Mahamud Abbas, repentinamente, esté dispuesto a abandonar los placeres del poder. Muy probablemente los israelíes tengan Netanyahu por mucho más tiempo.
Ojalá me equivoque
Daniel Kupervaser
Herzlya – Israel 10-6-2017
http://daniel.kupervaser.com/ 

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