“Para que la rueda dé vueltas, para que la vida sea vivida, hacen falta las impurezas. Hace falta la disensión, la diversidad, el grano de sal y de mostaza. El fascismo no quiere estas cosas, las prohíbe, y por eso no eres fascista tú; quiere que todo el mundo sea igual, y tú no eres igual”. El escritor termina vinculándose con este elemento: “Yo soy la impureza que hace reaccionar al zinc, soy el grano de sal y de mostaza. Justamente por aquellos meses se iniciaba la publicación de La Defensa de la Raza, se hablaba muchísimo de pureza, y yo empezaba a sentirme orgulloso de ser impuro”.
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