domingo, 30 de agosto de 2009

Conferencia Internacional sobre Hamas, la Guerra en Gaza y la Responsabilidad bajo la Ley Internacional

Jerusalem Center for Public Affairs.Publicado en Julio, 2009
Conferencia Internacional sobre Hamas, la Guerra en Gaza y la
Responsabilidad bajo la Ley Internacional
Ley Internacional y Práctica de Operaciones Militares
Examinaré los aspectos prácticos, desafíos y dificultades que enfrentan las fuerzas militares cuando intentan combatir dentro de las disposiciones de la Ley Internacional contra un enemigo que, deliberada y de manera consistente, desobedece, abiertamente, la Ley Internacional.
Me centraré en las operaciones británicas de contrainsurgencia y, hasta cierto punto, la perspectiva americana transitada por la experiencia británica, de manera general, y mi propia experiencia en ese medio.
Los soldados de todos los ejércitos occidentales, incluyendo los de Israel y Gran Bretaña, son educados bajo las leyes de la guerra.
Los comandantes son formados en el mejor nivel de manera que pueden, entre sus hombres, planificar y hacer cumplir las leyes.
Dado que, en toda clase de guerra, el campo de batalla es un lugar de confusión y caos, o de acción de movimiento rápido, las complejidades de las leyes de guerra –aplicadas a operaciones militares kinéticas-, son trasladadas hacia las reglas de compromiso.
En las fuerzas británicas, las reglas de compromiso regulan, normalmente, la acción militar para asegurarse de permanecer dentro de las leyes de guerra, dando un respaldo de seguridad adicional a los soldados contra la posibilidad de un juicio por crímenes de guerra.
En la forma más básica, esas reglas dicen cuándo “se puede” o “no” abrir fuego.
Entre estados, en operaciones militares convencionales, el combate es más simple y no requiere reglas de compromiso complejas ni restrictivas. De un lado se ve un tipo de uniforme. El enemigo usa otro. Cuando se ve el uniforme del enemigo, se abre fuego. Por supuesto; hay complejidades. La confusión de la guerra, a veces literalmente la nubla, pero siempre la niebla da sensación de caos y confusión y significa que se cometen errores.
A veces, se confunden a los propios hombres con el enemigo. Las tragedias que resultan de ese caos y desentendimiento constituyen, a lo largo de la historia de la guerra, una legión que, en general, llamamos ´fuego amigo´ o fratricidio.
Y, en un combate convencional, existen otras complejidades que hacen a la aparente simplicidad, menos simple. Los civiles - tal vez tomando un escudo o intentando huir del campo de batalla- pueden ser confundidos con combatientes y ser, a veces, blanco de disparos o explotados. A veces, las fuerzas enemigas adoptan, con el afán de engañar, los uniformes del lado contrario.
Pero, en el tipo de conflicto que las Fuerzas de Defensa de Israel combatieron, hace poco, en Gaza y en Líbano, y que Gran Bretaña y América aun luchan en Irak y Afganistán, esas antiguas confusiones y complejidades empeoran cientos de veces por medio de las políticas de combate y las técnicas del enemigo. Enfrentamos a insurgentes y, esos conflictos, son todos diferentes. Hezbollah y Hamas allí. Al-Qaida, Jaish al Mahdi y una gama de otros grupos militantes en Irak. Al-Qaida, el Taliban y diversidad de grupos de combate asociados en Afganistán. Son diferentes, aunque tienen algunas conexiones. Están ligados por la perniciosa influencia, el apoyo y, a veces, la dirección de Irán y/o por la red internacional de extremismo islámico. Esos grupos y otros aprendieron, y continúan haciéndolo, de cada éxito y fracaso.
Las tácticas, intentadas y testeadas sobre soldados de las FDI en Líbano, mataron a soldados británicos en la provincia de Helmand y en Basra. Esos grupos son entrenados y equipados para la guerra que luchan, desde dentro, de la población civil.
¿Ignoran esos grupos combativos islámicos las leyes internacionales del conflicto armado? No. Sería un grave error concluir lo contrario. En su lugar, la estudian, con cuidado, y la comprenden adecuadamente. Saben que, un comandante británico o israelí y sus hombres, están obligados - por la Ley Internacional- a las reglas de compromiso que de ella emanan. Hacen lo posible para explotar lo que consideran una de las principales debilidades del enemigo. Su mismo modus operandi se construye sobre el supuesto correcto que, los ejércitos occidentales, en general, acatan las normas.
No es simplemente que esos insurgentes no adhieran a las leyes de la guerra. Es que emplean una política deliberada de funcionamiento fuera de la ley internacional. Su doctrina operativa total está fundada en esa base.
En Gaza, como en Basra, como en ciudades y poblados del sur de Afganistán, los civiles y sus propiedades son explotados, de manera rutinaria, por esos grupos, en deliberada y flagrante violación de cualquier ley internacional o normas razonables de comportamiento civilizado, tanto para obtener ganancia táctica como estratégica. Despojada de toda consideración moral, esa política funciona, de manera simple y efectiva, en ambos niveles.
A nivel táctico, los edificios protegidos, mezquitas, escuelas y hospitales son usados como fortalezas, permitiendo la protección del enemigo; protección que no es sólo la dada por las paredes de piedra sino también de la ley internacional.
A nivel estratégico todo error o, en algunos casos, respuesta legal y proporcional, por parte de un ejército occidental será, de manera deliberada, explotada y manipulada a fin de producir la condena y protesta internacional.
Y, en agrupaciones sofisticadas, tales como Hamas y Hezbollah, los medios de comunicación serán explotados como un instrumento crítico de su estrategia militar.
De esta manera, en abril de 2004, cuando las fuerzas de la coalición combatieron para arrancar a la ciudad iraquí de Fallujah del control de Al-Qaeda, los informes de la prensa vociferaban un bombardeo estadounidense a una mezquita. La realidad de ese día fue que cinco Marines estadounidenses resultaron heridos, por fuego proveniente de esa mezquita y, el Comandante de la Marina en el territorio, ejercitó gran cuidado y restricción, permitiendo solo disparos dirigidos hacia el muro exterior del edificio. A pesar de todo; el daño fue hecho y la impresión que demolimos una mezquita, de manera indiscriminada, se estableció con firmeza.
En Gaza, de acuerdo con los residentes del lugar, los combatientes de Hamas que vestían uniformes negros o caqui, se deshicieron de éstos cuando comenzó la Operación Plomo Fundido, para mezclarse entre las multitudes y usarlas como escudos humanos. Ya lo habíamos visto antes, en Líbano, en Irak y en Afganistán.
Hoy, soldados británicos, que patrullan la provincia de Herman. Están sometidos a un sostenido disparo de misiles, ametralladoras y armas más pequeñas, desde el interior de la población en la ciudad o, a nivel local, de una red de complejos agrícolas que cuentan con hombres, mujeres y niños. Los británicos devuelven los disparos, con la mayor precaución posible. Más que arrojar una bomba, desde el aire, de 500 libras, hacia el enemigo para evitar las pérdidas de civiles, atacan la ciudad, colocando sus propias vidas en un riesgo mayor y enfrentando trampas o minas. Cuando ingresan a la ciudad no hay signo del enemigo. En su lugar, la misma gente que les disparaba veinte minutos antes, irreconocibles, están labrando la tierra, saludando, sonriendo y hablando con amabilidad a los soldados. Esos insurgentes minan los caminos y pistas usados por vehículos británicos y por patrullas a pie. Muchos soldados perdieron, en esos ataques, sus piernas o sus vidas.
Por supuesto no hay cuestionamiento sobre los campos minados delimitados, como requisito bajo la ley internacional. La idea podría ser absurda pero, a pesar de todo, uno de los principios más claros de las leyes de guerra resulta raro si es, siquiera, comentado por los medios de comunicación.
Como Hamas en Gaza, el Taliban al sur de Afganistán son maestros en auto- escudarse detrás de la población civil y protegerse. Hamas desplegó atacantes suicidas en Gaza, incluyendo a mujeres y niños; entrenados y equipados para combatir, recolectar información de inteligencia y llevar armas y municiones en las batallas. Lo vi, por primera vez, en Afganistán e Irak. Las mujeres suicidas son, casi, un lugar común. Escuelas y hogares son, de manera rutinaria, trampas. Los francotiradores se escudan en casas llenas de mujeres y chicos. Cada hombre capturado y asesinado es reivindicado como conductor de taxi o granjero. En Basra, el alegato común por parte de los cautivos, era que eran oficiales de policía. Desafortunadamente, ese reclamo era verdadero. Sólo estaban involucrados en operaciones terroristas como su régimen de responsabilidad les permitía!
Se echa luz sobre ello pero las dificultades de combatir a un enemigo, que tiene y usa su propio uniforme, vehículos y armas de una fuerza policial, establecida, fundada y entrenada por nosotros, son auto- evidentes.
Los ejercitos británicos y estadounidenses intentaron resolver ese problema y, espero, que ahora encontremos algunas soluciones; soluciones que permitan tratar aquellos que se nos oponen de acuerdo con las leyes de guerra mientras que, además, se defienden en el campo de batalla. Cuando un enemigo no obedece las reglas de la guerra, no podemos asustarnos de decisiones duras.
Permítanme citar el manual de contra- insurgencia militar de EEUU, recientemente producido bajo la dirección del General Petraeus, utilizando lecciones de Irak y Afganistán. Ese reglamento encapsula el enfoque que utilizamos nosotros como los americanos.
“El principio de proporcionalidad requiere que, la pérdida de vida y el daño a la propiedad debe secundar a los ataques”. Eso es a no-combatientes, “no debe ser excesivo en relación a la ventaja militar, concreta y directa, que se espera obtener.
Los soldados y marineros no tomaran ninguna acción que dañe, con intención, a los no-combatientes. “Eso no significa que no se puedan asumir riesgos que pudiesen poner a la población en peligro. “En operaciones convencionales, esa restricción significa que, los combatientes, no pueden intentar producir daño a los no-combatientes, de manera que, la proporcionalidad, permite actuar sabiendo que, algunos no-combatientes, podrían resultar damnificados”.
Bajo nuestro equivalente a la doctrina del General Petraeus, cuando es necesario, las fuerzas británicas atacan localidades protegidas luego de sopesar el riesgo que sufririan los no-combatientes. Respetamos las normas internacionales y la santidad de los lugares sagrados. Sin embargo, cuando nuestras tropas advierten disparos desde esos lugares o bombas almacenadas al costado de los caminos y usadas para asesinar a inocentes, no tenemos otra opción que actuar. Las tropas británicas o americanas buscan, de manera sistemática, mezquitas en Afganistán e Irak y, cuando es necesario, disparamos. Esto no es realizado, o no debería serlo, de manera que provoque alegría o, de forma descuidada, sino más bien de un modo proporcionado y siempre con el objetivo de minimizar un sufrimiento mayor. Obviamente, esa clase de acción es indeseable aunque, frente al enemigo que enfrentamos, no hay alternativa.
El manual del General Petraeus va más allá que los estrictos requerimientos de las leyes de guerra. Cito, otra vez: “El uso de fuerza, discriminada y proporcionada, como perspectiva, va más allá de la adhesión a las reglas de compromiso”. “La proporcionalidad y la discriminación aplicada a la contrainsurgencia requiere de líderes que aseguren que, sus unidades, emplean las herramientas adecuadas y de manera correcta con discernimiento maduro, buen juicio y determinación moral”.
Eso describe el uso de la violencia, restringida y focalizada, como herramienta positiva en la contrainsurgencia, no sólo como moderación humanitaria y legal. Reconoce la importancia de ganar y mantener el apoyo de la población local y, a veces, del mismo insurgente, tal vez sobre y más allá de ganar un compromiso particular. En última instancia, en operaciones de contrainsurgencia, el comandante debe equilibrar una serie de cálculos contradictorios y difíciles además de otras presiones que enfrenta en el campo de batalla. El equilibrio es entre, primero, lograr la misión por el compromiso y muerte del enemigo; segundo, evitar las pérdidas de civiles y, en tercer lugar, el efecto en los corazones y mentes: el apoyo de la población civil. Hay un cuarto cálculo. Siempre se pasa por alto, en los medios de comunicación y en los frenéticos grupos de derechos humanos, exponer las faltas entre las fuerzas militares combatiendo en las condiciones más severas. El cuarto es evitar o minimizar las bajas entre los propios soldados. Habrá veces en que, un comandante militar, debe hacer un cálculo precipitado entre la seguridad de sus propias tropas y la de otra gente.
La naturaleza humana dictamina que, siempre, elegirá a sus propios hombres. Es difícil verlo de otra manera. Y aun es más difícil la naturaleza humana del comandante y la lealtad hacia sus hombres.
Para que los soldados lo sigan en el combate- en cualquier nivel, pero, en especial, en el punto de la batalla- deben confiar en él. ¿Cuántos soldados quieren morir, quedar ciegos, quemados o tener sus brazos, pierna o rostros estallados? Ningún soldado confiará, ni seguirá a un comandante que derrocha la vida de sus hombres.
Permítannos no olvidar que esos cálculos, evaluaciones y decisiones, no son tomados en una oficina con aire acondicionado o desde la seguridad de un cuartel militar. El comandante debe pesar, en general, en estas cuestiones en diferentes circunstancias. Como comandante, están rodeados por sus hombres. Pero solos. Tienen un arsenal militar de su país o tal vez una alianza como la OTAN a su disposición. Pero las armas más útiles, en la clase de combate cercano del que estoy hablando, son el rifle y la bayoneta. Tienen que matar al enemigo sabiendo que necesitarán estrechar sus manos y ganar el consentimiento de sus familias. No duermen durante dos días. Están destrozados, bañados en sudor y el caos de la batalla reina alrededor. No hay computadoras. En sus mapas y con sus lapiceras deben computar las locaciones e intenciones del enemigo, sus fuerzas de flanco y sus propias posiciones de tropas. Deben hacerlo, de inmediato, porque el comandante necesita un informe de situación. Su compañía necesita un plan para orientarse y, su comandante, del Equipo de Apoyo de Fuego que traerá helicópteros y morteros, y necesita saber que las misiones de peligro de fuego cercano no van a matar a sus propios hombres. Deben evaluar la situación y ordenar, en segundos, el ataque asegurando la iniciativa. La única ventaja para el comando es que te hace olvidar las 80 libras puestas en tu espalda, el agua en la zanja que te llega hasta la cintura, y el sudor y la suciedad que entran dentro de tus ojos.
La batalla se manifiesta como una pared de ruido que te rodea, que se intercala con el sonido mas detestado de infantería, balas que pasan lado a lado de tu cabeza.
Cada soldado que estuvo en combate fuera en Gaza, Líbano, Afganistán o Irak, puede testimoniar el caos y la confusión de la guerra. De acuerdo con un adagio militar muy conocido, ´ningún plan sobrevive al contacto con el enemigo´. Es difícil maniobrar grandes cantidades de tropas y vehículos a lo largo de terrenos peligrosos e inhóspitos, a veces de noche, con tormentas de polvo, lluvia o calor abrasador, en vehículos armados con una visión externa limitada y coordinar las fuerzas vecinas, las de ataque terrestre con las aéreas, helicópteros, artillería, ingeniería y apoyo logístico. Las complejidades y el potencial de confusión crecen, con enormidad, cuando el enemigo trata de evitar que cada uno de ustedes lo hagan, matándolos y volando sus vehículos y equipamiento. Sobre eso están los límites de reconocimiento y la frecuente inexactitud del cuadro de inteligencia, a veces planteado por la propia seguridad operativa del enemigo, la decepción y la desinformación; a veces por la falta de recursos o el inadecuado sistema de recolección.
Por cada éxito de inteligencia, aun en ejércitos modernos , hay cientos de fracasos. En un combate cuerpo a cuerpo, aun las armas más sofisticadas tecnológicamente, los sistemas de vigilancia y dispositivos de comunicaciones pueden, y con frecuencia pasa, fallar, en especial cuando más se los necesita. A veces, los mensajes no son transmitidos, ni recibidos o son confusos. Las municiones no siempre impactan en el objetivo y explotan cuando no deberían o no lo hacen. En especial, en un combate de infantería cuerpo a cuerpo, el concepto del golpe preciso, quirúrgico, es siempre más un ´castillo en el aire´ que una realidad práctica. El combate cuerpo a cuerpo, urbano o rural, que siempre existe en Helmand, Gaza o Irak, puede servir para disminuir las ventajas de tecnología, poniendo a las fuerzas británicas con alta tecnología, por ejemplo, en pie de igualdad con el Taliban. Entonces hay una distorsión perceptual, común en situaciones de combate, que puede llevar a un comandante o soldado a comprender los hechos de modo diferente a la realidad. Las tensiones y temores del cansancio del campo de batalla y las reacciones químicas naturales del organismo, incluyendo la producción de adrenalina, pueden llevar a excluir, o intensificar, los sonidos, la visión, las parálisis temporarias; hechas que parecen ir más rápido o más lento que lo real, pérdida, reducción o distorsión de la memoria y pensamientos que distraen . Eso afecta a diferentes personas de modos diversos y puede agregar confusión y caos en la batalla.
En medio de la desorientación, el humo, el fuego, las explosiones, el repiqueteo de balas que perfora los oídos, los gritos de los heridos, la incompleta imagen de inteligencia y la falla de comandos tecnológicos y soldados, deben seguir trabajando para alcanzar su misión, sin importar cuán difícil resulta.
Esas realidades se aplican a toda situación de combate y los desafíos que agregan son manifiestos. Pero se hacen más difíciles cuando combaten a un enemigo duro, astuto y habilidoso, que está un minuto disparatando o colocando una mina en la tierra para volar el vehículo y que, al minuto siguiente, aparece sonriendo, vestidos de manera no distinguible desde la población.
El General Stanley McChrystal, nuevo comandante de las fuerzas estadounidenses en Afganistán dijo que, la reducción de las innecesarias pérdidas de civiles, es una de sus principales prioridades. Debería serlo. Esa es también una prioridad mayor de los comandantes británicos en Afganistán.
En persona, presencié los esfuerzos que las fuerzas americanas realizaron, durante años, en Irak y Afganistán para minimizar las muertes de civiles. Fueron impresionantes aunque no siempre funcionaron a causa de los factores mencionados; inteligencia imperfecta, falla tecnológica, comunicaciones pobres y confusión de la guerra.
Hay, también, otro factor que no deberíamos olvidar. Siempre habrá malos soldados que ex profeso o, a través de la incompetencia, van contra las órdenes. Lo vimos en el ejército británico y entre los americanos, en casos bien publicitados en Irak y otras partes.
Hablé de los considerables esfuerzos británicos y americanos para operar dentro de las leyes de guerra y reducir las innecesarias bajas de civiles. Pero, ¿qué hay respecto a las Fuerzas de Defensa de Israel? Las FDI enfrentan todos los desafíos de los que hable … Y más. No sólo fue la capacidad militar de Hamas, posicionada deliberadamente detrás de escudos humanos entre la población civil y, no sólo Hamas, empleó una gama de tácticas insurgentes, de las que las que hablé con anterioridad. Además ordenaron y forzaron, cuando fue necesario, a hombres, mujeres y niños de su propia población a permanecer en lugares que sabían iban a ser atacados por las FDI, combatiendo a un enemigo que intenta, con deliberación, sacrificar a su propio pueblo; tratando, a propósito, de atraerlos para matar a sus propios inocentes civiles.
Y Hamas, como Hezbollah, son expertos en el manejo de la agenda de los medios de comunicación. Siempre tienen gente lista a dar entrevistas, condenando a las fuerzas israelíes por crímenes de guerra. Son adeptos a poner en escena y distorsionar los incidentes. Su gente nunca tiene otra opción que aceptar las farsas frente a la prensa internacional que Hamas, con frecuencia, exige siempre con temor a la muerte.
¿Cuál es el otro desafío que enfrentan las FDI que los británicos no tenemos que enfrentar del mismo modo? Es la presunción automática, pavloviana, de muchos medios de comunicación internacional, y grupos internacionales de derechos humanos, que las FDI están equivocadas; que abusan de los derechos humanos.
Entonces ¿qué hicieron las FDI en Gaza para cumplir con su obligación de operar dentro de las leyes de guerra? Cuando fue posible dieron aviso con, al menos, cuatro horas de anticipación para abandonar las zonas apuntadas para el ataque.
Pilotos con helicópteros de ataque, encargados de destruir las plataformas móviles de armamento de Hamas, tuvieron total discreción para abortar un golpe si había riesgo de muertes de civiles en la zona. Muchas misiones, que podrían haber quitado capacidad militar a Hamas, fueron canceladas.
Durante el conflicto, las FDI permitieron la entrada de enormes cantidades de ayuda humanitaria hacia Gaza. Esa clase de tarea es considerada, por especialistas en táctica militar, riesgosa y peligrosa. Para montar esas operaciones y entregar ayuda virtualmente a manos del enemigo es, para la táctica militar, bastante impensable. Pero las FDI asumieron esos riesgos.
En las etapas finales de Plomo Fundido, las FDI anunciaron unilateralmente el cese al fuego diario de tres horas. Las FDI arrojaron más de 900.000 panfletos advirtiendo a la población de inminentes ataques para permitir abandonar las áreas designadas. Un escuadrón aéreo completo fue dedicado solo a esa tarea. Los panfletos instaban a la gente a llamar por teléfono para información acerca de la localización precisa de los combatientes de Hamas, que podría salvar vidas inocentes.Las FDI se comunicaron, por teléfono, con más de 30.000 hogares palestinos en Gaza, instándoles, en árabe, a dejar sus casas donde Hamas podría haber escondido armas o estar preparándose para pelear. Mensajes similares fueron pasados en árabe en transmisiones de la radio israelí advirtiendo a la población civil de operaciones próximas.
A pesar de las extraordinarias medidas de Israel, supuestos civiles inocentes resultaron muertos y heridos. Eso fue debido a fricciones de guerra de las que hablamos e, incluso, fue una inevitable consecuencia del modo de lucha de Hamas.
Al tomar esas acciones y muchas otras medidas significativas durante la Operación Plomo Fundido, las FDI hicieron más para salvaguardar los derechos de civiles en una zona de combate que cualquier otro ejercito en la historia de la guerra.
Pero las FDI aun no ganaron – en especial en Europa - la guerra de opiniones. Las lecciones de esa campaña se aplican a los ejércitos británicos y americanos y a otras fuerzas occidentales así como a las FDI.
Estamos en la era de la guerra de información. El tipo de táctica - usada por Hamas y Hezbollah y por el Taliban y Jaish al Mahdi- les funciona bien. Como lo ven, no tienen otra opción. Y continuarán usándola.
¿Cómo podemos oponernos? No debemos adoptar el enfoque que burlan las leyes de guerra. Haremos justo lo contrario. Debemos ser y permanecer más blancos que el blanco.
Dentro de los absolutos requerimientos de la seguridad operativa, debemos ser tan abiertos y transparentes como sea posible.
Hay tres líneas de ataque.
Primero, permitir, alentar y facilitar a la prensa tener oportunidad de informar, de manera justa y positiva, sobre nosotros y nuestras actividades. Eso requiere de un compromiso positivo y proactivo, no defensivo y reactivo, con la prensa. Deberíamos traer a los medios a nuestro entrenamiento, dejarlos conocer - antes de la batalla – las unidades e ingresar, si fuera posible, durante el combate hasta meterlos dentro del combate como lo hacen, habitualmente, las fuerzas británicas, a veces por períodos prolongados, en Irak y Afganistán, dejando que vean, a nuestros soldados, haciendo su labor del modo tan completo como sea posible.Hay riesgos, grandes riesgos que son evidentes y no necesitan ser explicados. Pero debemos ser lo suficientemente valientes para asumirlos ya que, los beneficios son grandes. Los insurgentes- Hamas en particular- ponen un rostro humano de la guerra con un éxito espectacular. Debemos hacer lo mismo. Debemos dejarles hablar a los soldados con arena en sus botas, con el sudor mostrando su cara humana cubierta de suciedad.
Segundo, debemos mostrar a la prensa, sin mala intención, los abusos perpetrados por el enemigo. Nuestras unidades deben identificar esos abusos y hacer declaraciones apoyadas en la evidencia más dura disponible.
Cada unidad de la primera línea debe ser entrenada y equipada para recoger esa información del mismo modo que son entrenadas y equipadas para recolectar inteligencia sobre las operaciones del enemigo.
Eso es información de guerra.
Tercero, debemos ser proactivos en evitar historias adversas en los medios sobre nuestras propias unidades. No estoy hablando de distorsionar los hechos. Debemos identificar áreas de potenciales problemas, con preferencia, antes que surjan. Debemos tener lo que el Partido Laborista británico solía llamar unidades de rápida refutación que deberán tener la habilidad de establecer los hechos en el frente con gran rapidez. Se debe estar absolutamente seguros de los hechos y garantizar que sean difundidos en la prensa .
Dónde los problemas reales ocurren, donde nuestras tropas no están en lo correcto, si fuera posible, deberíamos decirlo , manejando la agenda, adelantándonos a los gritos del enemigo o de Naciones Unidas.
Eso demanda – en todos los niveles - una cultura de apertura y honestidad entre los comandantes y los soldados, de manera que se admitan las equivocaciones de buena gana a la cadena de comando.
Repito: para que todo esto funcione nuestra gente debe ser transparente. Esto requiere del mayor entrenamiento y la disciplina más severa y es, a veces, más difícil entre tropas de conscriptos y reservistas movilizados.
Acá no hablo, solo, de los abusos serios y violaciones de las leyes de guerra. Incluyo cuestiones más pequeñas como hacer graffiti y ocasionar destrozos de viviendas. Debemos ser tan corteses con los civiles como sea posible ; mantener el control sobre los soldados que vieron a sus mejores compañeros ser golpeados. Eso es vital, aunque lejos de ser fácil.
Donde haya un genuino interés sobre la conducta o acción de nuestras propias tropas, no dudaremos en realizar interrogatorios e investigaciones y, si es necesario, llevarlos ante la Justicia. Hasta tanto sea posible, esos procesos deberían ser abiertos y transparentes aunque eso involucra, por supuesto, otra complicación mayor. No debemos confundir errores hechos como consecuencia genuina del caos y la confusión de la guerra, con un desafío a las reglas de compromiso y a las leyes de guerra.
Las equivocaciones no son crímenes de guerra. Debemos saber cómo explicarlo. La mayoría de los ejércitos hicieron algunas de esas cosas. Pero lo que necesitamos, en verdad, es una re-evaluación radical del esfuerzo requerido para alcanzar el impacto que necesitamos. Eso requiere una mentalidad difícil de encontrar en la mayoría de los ejércitos del mundo; necesita recursos extras y un cambio en las prioridades. Y complica, de manera significativa, las operaciones militares que ya, de ser por si, son altamente complejas.
No damos respuesta a todos nuestros problemas por todos los medios. Pero todas las medidas adoptadas son- en mi perspectiva- esenciales para contrarrestar las estrategias y tácticas de los insurgentes con los que hoy nos enfrentamos en Gaza, Afganistán, Irak y donde sea. Son esenciales para defender nuestras políticas y objetivos militares y en defensa de nuestros valientes, hombres y mujeres de servicio, preparados para poner sus vidas en la línea de defensa de su país.Fuente Cidipal

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