por Giulio Meotti • 5 de Octubre de 2016
El filósofo alemán Martin Heidegger (izquierda) fue uno de los numerosos intelectuales y artistas europeos que abrazaron el sueño de Adolf Hitler. Hoy, el filósofo francés Michel Onfray (derecha) se ha convertido en favorito del grupo yihadista Estado Islámico con su idea de que, aunque los islamistas matan y masacran, no tienen la culpa; él culpa a las víctimas, porque "Occidente atacó primero".
Tras el 11 de septiembre de 2001, la crema de los intelectuales europeos empezó inmediatamente a buscar justificaciones para la yihad. Estaban obviamente fascinados por el rifle de asalto Kaláshnikov, "el arma de los pobres". Para ellos, lo que habíamos visto en Nueva York era una quimera, una ilusión. Los asesinatos masivos eran supuestamente el suicidio de la democracia capitalista, y el terrorismo la cólera de los desempleados, el arma desesperada de un lumpemproletariado agraviado por la arrogancia de la globalización occidental.
Esos intelectuales han sembrado la semilla de la desesperación en una gran caja de resonancia occidental. Desde el 11-S hasta las más recientes matanzas en suelo europeo, los occidentales asesinados son presentados como simples víctimas colaterales de una guerra entre "el sistema" y los parias de la Tierra, que sólo están reclamando su lugar en la mesa.
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