Análisis: Perspectivas internas y regionales de la nueva presidencia del Líbano
Agencia AJN.- (Por Roxana Levinson, desde Israel) El nuevo presidente del Líbano, Michel Aoun, era apodado por la inteligencia israelí como “el elástico”, por lo flexible y adaptable, y por sus lealtades cambiantes. Ahora inicia una presidencia que fue posible gracias a una alianza con Hezbollah y la sumisión del líder sunita, Saad Hariri, a los dictados de Nasrallah.
El sistema político libanés es intrincado y su complejidad se puso en evidencia en toda su extensión en los últimos más dos años de vacío presidencial y parálisis política.
Durante el último cuarto de siglo, la organización chiíta Hezbollah acumuló poder y se posicionó como protector de la sustancial población chiita del Líbano. Para proteger los intereses chiíes y legitimar su papel en la política, Hezbollah trató de forjar alianzas estratégicas con otras sectas, para así – al mismo tiempo – incrementar su influencia política. Cuando eso no funcionó, utilizó una gran presencia parlamentaria para bloquear las decisiones políticas. Y si eso no funcionara, Hezbollah puede confiar en su milicia para generar caos y paralizar el sistema.
Una de las alianzas más importantes que Hezbollah ha sellado fue con el ex comandante del ejército y líder cristiano maronita Michel Aoun, en febrero de 2006, en momentos en que trataba de repeler los intentos sunitas de desarmar a la organización debido a su papel en el asesinato del ex primer ministro libanés Rafik al-Hariri el año anterior.
A lo largo del tiempo, la fuerza de la alianza Hezbollah-Aoun tuvo altibajos, pero el grupo mantuvo una relación de trabajo con el prominente líder maronita, esperando que diera frutos si alguna vez éste llegaba a la presidencia. Ese día ha llegado.
Malos tiempos para Saad Hariri
Saad al-Hariri, hijo del asesinado primer ministro, trató durante bastante tiempo de formar un gobierno que eligiera a un presidente que le sea favorable y lo designe primer ministro.
Aunque el nombre Hariri tiene peso político serio en el Líbano, Saad carece de credibilidad entre la población sunita y últimamente ha caído en desgracia con sus patrocinadores saudíes, tanto por la situación económica saudita como por su mala relación personal con el príncipe heredero Mohammed bin Nayef. La quiebra de su empresa de construcción, Saudi Oger Ltd – que no logra pagar salarios desde hace meses - sólo ha empeorado su reputación y benefició a sus rivales sunitas, como el ex ministro de Justicia, Ashraf Rifi.
Después de las recientes elecciones municipales, que demostraron que Hariri está perdiendo popularidad, el político comprendió que era momento de regresar al gobierno como primer ministro, porque de lo contrario su carrera política podría derrumbarse. Aunque para ello tuviera que llegar a un acuerdo que generaría aún más tensión con Arabia Saudita. Saad Hariri pactó con Michel Aoun y juntos terminaron con el estancamiento político del país.
El cargo de primer ministro depende de que lo respalde la mayoría en el Parlamento. Hariri tendrá que lidiar ahora con sus rivales (internos y externos, sunitas y chiitas) sin el apoyo de su guardián saudita y sus decisiones tendrán peso también a una escala regional.
Michel Aoun, “el elástico”, y el contexto regional
En términos regionales, la decisión de Hariri llegar a un acuerdo con Aoun y Hezbollah es vista como una victoria para Irán y una pérdida de influencia saudí. Es que, quien de hecho permitió que el nudo gordiano político se pudiera destrabar fue el líder de Hezbollah, Hassan Nasrallah, que aparece como el máximo ganador de las elecciones.
También Saad Hariri debió aceptar los dictados de Nasrallah para alcanzar sus objetivos. El mismo Nasrallah que ordenó el asesinato de su padre. Hace tiempo, Hariri juró que nunca permitiría que Aoun pisara la Casa Presidencial.
Este acto de rendición de Hariri, los saudíes y de Michel Aoun permitirá a Nasrallah y los iraníes dar un paso más en el camino hacia la subyugación del Líbano a sus dictados.
En los archivos de la inteligencia israelí Aoun figuraba con el apodo de “el elástico”, por lo flexible y adaptable, por sus “cambiantes” lealtades.
En el pasado cooperó con Israel, y cuando el ejército irrumpió en Beirut en el verano de 1982, recibió al entonces ministro de Defensa israelí, Ariel Sharon, en su cuartel general. Mantuvo diálogos con funcionarios israelíes de seguridad de muy alto rango, a quienes intentaba convencer de que el Líbano, bajo su mandato tendría una actitud amistosa hacia Israel.
Por momentos estuvo con Sadam Hussein, por momentos con Siria, mientras todo el tiempo seguía en contacto estrecho con Hezbollah. En otra época secuestró todo micrófono posible para reclamar la expulsión del ejército sirio de su país. Pero el día que las tropas llegaron a Beirut, se refugió en la embajada de Francia y disfrutó de la vida en París durante 10 años. Allí solía explicar a cualquier persona que lo escuchara que Israel y Occidente no tienen un mejor amigo que él en el Líbano.
El general Michel Aoun sólo regresó cuando el último de los soldados sirios se había retirado, para anunciar que sus planes no habían cambiado: quería ser presidente del Líbano.
Con un millón y medio de refugiados sirios, combatientes de Hezbolllah patrullando los aeropuertos, “asesores” de la Guardia Revolucionaria de Irán y de agencias de inteligencia occidentales y árabes, poco le queda al Líbano de su soberanía.
En ese contexto, Michel Aoun acaba de asumir la presidencia, que en el Líbano es un cargo protocolar. Pero en el caso de Aoun – ex hombre fuerte del ejército y veterano de la política – el sistema funcionará como en Turquía, y será él quien decida y dicte, especialmente la política exterior de su país.
Desde el punto de vista de Israel esto implica que Irán aumentará su presencia e influencia en el Líbano, nadie se molestará en exigir a Hezbollah que deje las armas y las entregue al Estado, los sauditas deberán contener la indignación y el Líbano subirá en la escala de la vigilancia y las tensiones con Israel.
El sistema político libanés es intrincado y su complejidad se puso en evidencia en toda su extensión en los últimos más dos años de vacío presidencial y parálisis política.
Durante el último cuarto de siglo, la organización chiíta Hezbollah acumuló poder y se posicionó como protector de la sustancial población chiita del Líbano. Para proteger los intereses chiíes y legitimar su papel en la política, Hezbollah trató de forjar alianzas estratégicas con otras sectas, para así – al mismo tiempo – incrementar su influencia política. Cuando eso no funcionó, utilizó una gran presencia parlamentaria para bloquear las decisiones políticas. Y si eso no funcionara, Hezbollah puede confiar en su milicia para generar caos y paralizar el sistema.
Una de las alianzas más importantes que Hezbollah ha sellado fue con el ex comandante del ejército y líder cristiano maronita Michel Aoun, en febrero de 2006, en momentos en que trataba de repeler los intentos sunitas de desarmar a la organización debido a su papel en el asesinato del ex primer ministro libanés Rafik al-Hariri el año anterior.
A lo largo del tiempo, la fuerza de la alianza Hezbollah-Aoun tuvo altibajos, pero el grupo mantuvo una relación de trabajo con el prominente líder maronita, esperando que diera frutos si alguna vez éste llegaba a la presidencia. Ese día ha llegado.
Malos tiempos para Saad Hariri
Saad al-Hariri, hijo del asesinado primer ministro, trató durante bastante tiempo de formar un gobierno que eligiera a un presidente que le sea favorable y lo designe primer ministro.
Aunque el nombre Hariri tiene peso político serio en el Líbano, Saad carece de credibilidad entre la población sunita y últimamente ha caído en desgracia con sus patrocinadores saudíes, tanto por la situación económica saudita como por su mala relación personal con el príncipe heredero Mohammed bin Nayef. La quiebra de su empresa de construcción, Saudi Oger Ltd – que no logra pagar salarios desde hace meses - sólo ha empeorado su reputación y benefició a sus rivales sunitas, como el ex ministro de Justicia, Ashraf Rifi.
Después de las recientes elecciones municipales, que demostraron que Hariri está perdiendo popularidad, el político comprendió que era momento de regresar al gobierno como primer ministro, porque de lo contrario su carrera política podría derrumbarse. Aunque para ello tuviera que llegar a un acuerdo que generaría aún más tensión con Arabia Saudita. Saad Hariri pactó con Michel Aoun y juntos terminaron con el estancamiento político del país.
El cargo de primer ministro depende de que lo respalde la mayoría en el Parlamento. Hariri tendrá que lidiar ahora con sus rivales (internos y externos, sunitas y chiitas) sin el apoyo de su guardián saudita y sus decisiones tendrán peso también a una escala regional.
Michel Aoun, “el elástico”, y el contexto regional
En términos regionales, la decisión de Hariri llegar a un acuerdo con Aoun y Hezbollah es vista como una victoria para Irán y una pérdida de influencia saudí. Es que, quien de hecho permitió que el nudo gordiano político se pudiera destrabar fue el líder de Hezbollah, Hassan Nasrallah, que aparece como el máximo ganador de las elecciones.
También Saad Hariri debió aceptar los dictados de Nasrallah para alcanzar sus objetivos. El mismo Nasrallah que ordenó el asesinato de su padre. Hace tiempo, Hariri juró que nunca permitiría que Aoun pisara la Casa Presidencial.
Este acto de rendición de Hariri, los saudíes y de Michel Aoun permitirá a Nasrallah y los iraníes dar un paso más en el camino hacia la subyugación del Líbano a sus dictados.
En los archivos de la inteligencia israelí Aoun figuraba con el apodo de “el elástico”, por lo flexible y adaptable, por sus “cambiantes” lealtades.
En el pasado cooperó con Israel, y cuando el ejército irrumpió en Beirut en el verano de 1982, recibió al entonces ministro de Defensa israelí, Ariel Sharon, en su cuartel general. Mantuvo diálogos con funcionarios israelíes de seguridad de muy alto rango, a quienes intentaba convencer de que el Líbano, bajo su mandato tendría una actitud amistosa hacia Israel.
Por momentos estuvo con Sadam Hussein, por momentos con Siria, mientras todo el tiempo seguía en contacto estrecho con Hezbollah. En otra época secuestró todo micrófono posible para reclamar la expulsión del ejército sirio de su país. Pero el día que las tropas llegaron a Beirut, se refugió en la embajada de Francia y disfrutó de la vida en París durante 10 años. Allí solía explicar a cualquier persona que lo escuchara que Israel y Occidente no tienen un mejor amigo que él en el Líbano.
El general Michel Aoun sólo regresó cuando el último de los soldados sirios se había retirado, para anunciar que sus planes no habían cambiado: quería ser presidente del Líbano.
Con un millón y medio de refugiados sirios, combatientes de Hezbolllah patrullando los aeropuertos, “asesores” de la Guardia Revolucionaria de Irán y de agencias de inteligencia occidentales y árabes, poco le queda al Líbano de su soberanía.
En ese contexto, Michel Aoun acaba de asumir la presidencia, que en el Líbano es un cargo protocolar. Pero en el caso de Aoun – ex hombre fuerte del ejército y veterano de la política – el sistema funcionará como en Turquía, y será él quien decida y dicte, especialmente la política exterior de su país.
Desde el punto de vista de Israel esto implica que Irán aumentará su presencia e influencia en el Líbano, nadie se molestará en exigir a Hezbollah que deje las armas y las entregue al Estado, los sauditas deberán contener la indignación y el Líbano subirá en la escala de la vigilancia y las tensiones con Israel.
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