miércoles, 7 de diciembre de 2016

PERMITE QUE EXISTA, DALE SU LUGAR.
Hay un libro muy antiguo en mi biblioteca que enseña: “no hay ente –cosa- que no tenga su lugar”.
Lo cual resulta, a primera vista, bastante obvio.
Pero es un libro de Sabiduría…
Y nada es “obvio” en el campo de la Sabiduría.
E incluso, por el contrario, lo que más obvio parece, más profundidades atesora y esconde.
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El “lugar” siempre es anterior al “ente”.
Si no hay un “lugar” previo, el “ente” no puede existir.
No cabe, no cuenta con las condiciones mínimas para existir.
El lugar posibilita la existencia del ente.
Más aún: puede existir un lugar, sin un ente que lo ocupe, pero jamás un ente que carezca de un lugar previo.
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El “lugar” es la posibilidad real de que algo pueda llegar a existir.
Es el inicio de toda esperanza, de toda expectativa, de toda ilusión.
Porque si no le “doy lugar”, ¿cómo habría de existir?
*
Si no damos “lugar al cambio”, jamás cambiaremos.
Si no nos damos lugar a ser diferentes, jamás lo seremos.
Aunque mucho lo queramos y lo anhelemos.
Porque el lugar es dar posibilidad, opción, oportunidad, y es la conciencia de que algo que hoy está en “potencia”, pueda pasar al “acto”.
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Puedo estar necesitado de que algo suceda.
Pero tal vez, lo más difícil, lo más profundo, es conceder ese lugar previo de posible existencia.
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Regreso al libro de mi biblioteca: “no hay ente –cosa- que no tenga su lugar”.
Comprendido: el lugar es previo al ente, y además es “su lugar”.
Adecuado, exclusivo, favorable.
Debo darle “su propio lugar”, el que necesita y requiere, si pretendo que este “ente-suceso-cambio” asuma la más plena existencia.
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¡Bendita y vital Sabiduría!
“Lugar” de toda vida verdadera.
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