jueves, 29 de diciembre de 2016

Revista de Prensa

Egipto: la verdadera guerra contra los cristianos

 

coptos
Samuel Tadros, del Hudson Institute’s Center for Religious Freedom, se refiere en este artículo al último ataque terrorista del Estado Islámico contra una iglesia copta en El Cairo para dar cuenta del terrible desconocimiento que sobre el cristianismo local reina entre la abrumadora mayoría musulmana de Egipto.
Los coptos saben necesariamente mucho sobre el islam gracias al sistema educativo, los medios de comunicación y sus vecinos. No puede decirse lo mismo de la mayoría de musulmanes egipcios y su conocimiento de los coptos. La exclusión de la esfera pública de los coptos (…) les ha convertido en extrañas criaturas sobre las se proyectan salvajes fantasías.
En una columna del pasado mes de marzo, una periodista copta contó que una compañera de trabajo le preguntó si su futuro marido pasaría con ella la primera noche, dado que a la mujer cristiana se le exige dormir con un sacerdote en su noche de bodas, según lo que ella sabía de los coptos. La pregunta tiene aparentemente sus raíces en la película de Mel Gibson ‘Braveheart’, que muestra a los señores ingleses haciendo uso de su derecho de pernada. La columna desató una ola de confesiones (…) Los lectores musulmanes admitieron esa y otras creencias erróneas sobre sus conciudadanos, como que los sacerdotes coptos visten de negro porque están tristes por el dominio del islam en Egipto, que en Nochevieja las iglesias apagan sus luces para que los hombres y las mujeres puedan besarse, que el difunto papa Shenuda, cabeza de la Iglesia copta desde 1971 hasta 2012, concibió un plan para reconquistar Egipto para la Cristiandad acordando con los médicos coptos realizar abortos a las mujeres musulmanas.
Esas no son meras creencias fanáticas sostenidas por unos pocos, sino patologías con profundas ramificaciones.
Elliott Abrams, del Council on Foreign Relations, traza en este artículo una semblanza del que será nuevo jefe de la diplomacia estadounidense en el Estado judío, David M. Friedman, un conocido abogado experto en procesos de quiebra. Abrams sale al paso de las críticas interesadas que los principales medios estadounidenses están dirigiendo a Friedman por no comulgar con los dogmas izquierdistas.
Por supuesto que “abogado de bancarrotas” no es la única ni la primordial descalificación a ojos de la izquierda. Pueden estar seguros de que si fuera un abogado especializado en multas de tráfico pero perteneciera a J Street [lobby judío de izquierdas] estarían todos aplaudiendo. El gran problema es que las opiniones de Friedman son anatema para ellos. Él cree que J Street es realmente antiisraelí, en lugar de una organización partidaria de la paz, que los asentamientos no son un obstáculo para la paz y otras cosas así de terribles. Incluso cree que la embajada de EEUU debería trasladarse a Jerusalén. Que esa visión sea aparentemente compartida por el presidente electo y se convierta en la política americana es, por supuesto, lo que realmente preocupa al ‘New York Times’ y a los demás, por lo que etiquetan todas esas opiniones de “extremistas” y llaman a Friedman “peligroso”.
Los años venideros traerán más tumulto a las tierras árabes, ataques a Israel por parte del ISIS o de Hezbolá, una crisis sucesoria en Ramala o incluso un nuevo primer ministro israelí. Israel y EEUU están mucho mejor cuando el embajador americano puede hacer mucho más que entregar mensajes de Washington y puede incluso llevar al Gobierno estadounidense o directamente al Despacho Oval sus análisis de los peores problemas y las mejores soluciones.
La pasada semana Teherán boicoteó un acuerdo entre Rusia y Turquía para evacuar a los residentes en el Alepo rebelde. Según explica el analista Michael Chulov en el londinense The Guardian, existe un plan iraní para crear una franja libre de suníes entre Damasco y la frontera libanesa.
Alepo es una encrucijada en el proyecto iraní de construir un corredor terrestre hacia la costa mediterránea. También es probable que se convierta en un nuevo centro para la proyección geopolítica de Teherán (…).
(…) 300 familias chiíes procedentes de Irak se han trasladado al barrio damasquino de Daraya, donde las comunidades opositoras se rindieron en agosto y aceptaron ser desplazadas a Idlib. Más hacia el oeste, cerca del santuario de Zainab, Irán ha comprado un número importante de propiedades y financiado la llegada de familias chiíes, asegurando ese área como cabeza de puente previa a Zabadani.
El aseguramiento de los corredores de influencia con comunidades chiíes marca, potencialmente, el momento de mayor asertividad de Irán desde la Revolución Islámica de 1979, tras la cual los peones de Teherán han proyectado gradualmente su influencia por medio de Hezbolá, de la invasión norteamericana de Irak y ahora del caos en Siria.

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