Por su interés le enviamos artículo de Javier Jové en el
Club de Los Viernes.
El muro de Trump con MéxicoMuy sonado está siendo en los medios la decisión del presidente Trump de construir el muro divisorio con México y la prohibición de acceder a territorio estadounidense de nacionales de Irak, Irán, Libia, Siria, Somalia, Sudán y Yemen, todos ellos – a excepción del país persa- Estados fallidos o en descomposición, incapaces de garantizar mínimamente los controles de identidad de su población y sin una presencia diplomática y logística estadounidense suficiente para contrarrestar las carencias de los estados de origen.
Países que prohíben la entrada de ciudadanos de IsraelMenos conocida es la prohibición de 15 Estados que, a su vez, prohíben la entrada en su territorio de ciudadanos de Israel: Argelia, Bahréin, Bangladesh, Brunei, Djibouti, Irán, Kuwait, Líbano, Libia, Pakistán, Arabia Saudita, Somalia, Sudan, Siria y Yemen.
De esta prohibición jamás oirá ocuparse a los medios de comunicación.
Pero no hace falta irse tan lejos para encontrar graves discriminaciones en función del origen nacional, no hace falta irse a los EEUU, ni a los 15 estados musulmanes que prohíben la entrada a israelíes.
Lo tenemos aquí cerca, en Gijón.
Gijón boicotea a IsraelAsí es, el ayuntamiento de Gijón, presidido por Carmen Moriyón, aprobó una resolución de adhesión al movimiento de Boicot a Israel por el que el consistorio excluye de la contratación de servicios y compra de productos a empresas israelíes o con vínculos con el Estado de Israel e incluso niega la posibilidad de suscribir ningún convenio o acuerdo con instituciones públicas, empresas y organizaciones, ya sean deportivas, artísticas o culturales.
En virtud de este acuerdo plenario, el consistorio debería impedir la celebración del partido entre las selecciones nacionales de España e Israel que se jugará en el Molinón.
La política de Israel en relación con los palestinos podrá gustarnos más o menos, pero ello no es motivo para que el ayuntamiento de Gijón discrimine y aplique políticas segregacionistas contra los israelíes, ni castigue a los ciudadanos y empresas de un país por los supuestos delitos de su gobierno.
Es como si nos diera por castigar a los cubanos por los terribles crímenes de la dictadura comunista y boicoteáramos a los cantautores Pablo Milanés y Silvio Rodríguez o a deportistas como Javier Sotomayor.
Como ven, sigue cumpliéndose el refrán y seguimos:
“viendo la espiga en el ojo ajeno y no la viga en el propio”
Menos rasgarse las vestiduras por las políticas que se adoptan allende de los mares y más mirarnos a nosotros mismos.
No podemos criticar las medidas de TrumpNo podemos criticar las medidas de Trump contra los ciudadanos de determinados países musulmanes mientras que aquí aplicamos políticas xenófobas contra los israelíes.
Al menos Trump alega –otra cosa es que sean efectivos o no- razonables motivos de seguridad nacional pero, que yo sepa, los judíos no suponen riesgo alguno para los vecinos de Gijón.
El acoso y persecución actual a los judíos es de una especial carga emocional, pues estamos ante un pueblo que ha sufrido a lo largo de la historia las más tremendas persecuciones y matanzas.
Aun resuenan en nuestra memoria los terribles acontecimientos del holocausto y los progroms de los que fueron víctimas a lo largo de los siglos XIX y XX, por no remontarnos a las expulsiones de media Europa en la Edad Media y Moderna o las persecuciones en la Antigüedad por romanos, seléucidas y babilonios.
Acoso y segregación en pleno siglo XXIQue todavía, en pleno siglo XXI, tengamos que ver cómo desde el poder político se sigue acosando y segregando a una minoría simplemente por el mero hecho de su origen nacional, es algo totalmente intolerable.
El problema radica en que nos hemos acostumbrado a que de ciertas cosas inaceptables pasen
como normales, a que unas minorías radicalizadas, organizadas y sumamente movilizadas impongan -mediante la violencia y la coacción-sus puntos de vista a la sociedad, la judicatura y a las instituciones ante la indiferencia cómplice de una ciudadanía que tan sólo es capaz de balbucear: “¡Otra de gambas!”.
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