lunes, 1 de enero de 2024

 

Ayer 31 de Diciembre, Simon Wiesenthal, el famoso Cazador de nazis, hubiese cumplido 115 años.

VIVIÓ LOS HORRORES DEL RÉGIMEN DE ADOLF HITLER, Y TRAS SER LIBERADO DE UN CAMPO DE CONCENTRACIÓN DECIDIÓ DEDICAR SU VIDA A LA BÚSQUEDA DE JUSTICIA. HOY SE CUMPLEN 115 AÑOS DE SU NACIMIENTO.
  • Hasta casi los cuarenta años fue arquitecto. Después de atravesar la tragedia de la Shoa, se abocó a una nueva profesión. Nueva, y no solo para él... Se trataba de una actividad que no existía, que él creó, y a la que le dedicó el resto de su vida: Simon Wiesenthal fue cazador de nazis.
  • Nacido el 31 de diciembre de 1908en Buczacz, Galitzia, que en ese entonces era parte del Imperio Austro-Húngaro, y en la actualidad integra el territorio ucraniano, Wiesenthal estudió, se casó con Cyla en 1936, y durante años desarrolló una vida profesional exitosa.
  • La Primera Guerra Mundial había dejado severas secuelas en su familia. Su padre había muerto en el frente.
  • Pero la Segunda Guerra Mundial arrasó con su grupo familiar y su pueblo. Entre él y su esposa perdieron 98 parientes en esos seis años.
Simon y Cyla fueron enviados al campo de concentración de Janowska. Simon permanecería allí varios años, realizando distintos trabajos esclavos, siendo el primero de ellos en la sección de trenes, donde lo destinaron para aprovechar sus conocimientos previos.
Eso le permitió pasar información a la resistencia polaca acerca de las redes ferroviarias y de diversos cargamentos. De esa manera consiguió que su esposa pudiera ser ayudada para salir del lager.
  • En 1943, el comandante del Campo de Janowska decidió festejar el cumpleaños de Hitler a lo grande. Como cumplía 54 años, se le ocurrió que podía ser una gran idea fusilar a 54 intelectuales judíos en su honor.
  • Los nazis de Janowska habían sido tan eficaces en su tarea que debieron traer intelectuales de los campos de concentración de los alrededores para llegar a ese número. Uno de ellos fue Simon Wiesenthal. A los 54 los obligaron a desnudarse y a pararse uno al lado del otro en el borde de una larga fosa recién cavada (muy probablemente por las mismas víctimas).
  • Comenzaron las ejecuciones de una en una. Por la espalda, con un tiro en la nuca. El sonido torvo del disparo seguido del estruendo de la carne de los cuerpos chocándose entre sí en el fondo de la fosa.El azar o el arbitrio de algún oficial nazi, había ubicado a Wiesenthal entre los últimos de la larga fila. Cuando faltaba poco para su turno, escuchó a alguien vociferar su nombre.
  • Le sonó como un rugido salvador. Un superior gritaba "¡Simon Wiesenthal, SImon WIesenthal!".
  • Él se identificó. Con desgano le señalaron la pila de ropa para que volviera a vestirse. Eligió los zapatos mejor conservados (en los lagers el que no tenía buen calzado estaba sentenciado a muerte), y pantalones y camisas menos harapientos que las que había traído.
  • Quien lo tenía a cargo en el otro campo de concentración había pedido por él. Pero la clemencia no era un buen argumento en esos tiempos. Con ingenio, había convencido a sus superiores que Wiesenthal era el más capacitado para pintar un gran óleo en honor al cumpleaños 54 del Führer. Una vez más, Simon había salvado su vida de manera providencial.
Wiesenthal pasó por otros cuatro campos de concentración hasta el fin de la guerra. También fue uno de los pocos que sobrevivió a una marcha de la muerte, como se les llamó a esas inhumanas y desesperadas fugas hacia la nada con la que los nazis intentaban ocultar sus crímenes ante la inevitable llegada de los Aliados.
  • En mayo de 1945, casi cuatro años después de su arribo a un campo de concentración, Wiesenthal, junto a sus compañeros de cautiverio, fue liberado por el ingreso de las tropas norteamericanas a Mauthasen.
Ese hombre, que pesaba apenas 44 kilos, al que le habían amputado parte de su pie derecho, quien había perdido a toda su familia, se fijó dos objetivos, y se dispuso a cumplirlos de inmediato.
  • El primero, reencontrarse con su esposa Cyla, con la que tuvieron una hija al año siguiente, y siguieron casados durante sesenta años más. Y el segundo, dedicar todos sus esfuerzos a identificar y perseguir a los criminales nazis que habían provocado once millones de muertes (aunque en ese momento todavía no se conociera el número, ya en esos meses de 1945 el mundo afrontaba la magnitud de la tragedia).
Décadas después cuando le preguntaban de donde sacó fuerzas para comenzar de inmediato con su tarea, respondía:
  • "En mi ciudad antes de comenzar la guerra había 150 mil judíos; en 1945 sólo quedaban 150 con vida. Siempre he pensado que todo en la vida tiene precio, entonces haber sobrevivido también lo tiene. Y el mío es el de ser el representante de los que han muerto, de los que fueron asesinados".
En los campos de concentración había hecho uso de cada escaso trozo de papel que podía encontrar. Una fibra ínfima de algo que había sido un lápiz era su mayor tesoro.
Con eso escribía el nombre de cada uno de los verdugos que se cruzaba. El resto lo haría su memoria prodigiosa. Con esos retazos escondidos en su cuerpo y con los nombres memorizados empezó la tarea a la que dedicaría el resto de su vida.
A las tres semanas de su liberación, todavía endeble, comenzó a colaborar con las autoridades norteamericanas en la recopilación de información de los criminales nazis. Llegó a asistir en la investigación de los juicios de Nüremberg.
Junto a Cyla se radicaron en Linz, Austria. A pocas cuadras de su casa vivía la familia de Adolf Eichmann.
  • El burócrata alemán, con su eficiencia en el manejo de la red de trenes nazis, y en la provisión de prisioneros y cautivos a los distintos campo, se convirtió en una obsesión para Wiesenthal.
Vigiló a su familia durante años, interceptó correspondencia, concurrió al entierro del padre de Eichmann, y le sacó fotos al hermano para que los investigadores tuvieron un modelo en su búsqueda.
Aportó distintas pruebas, y cuando Eichmann fue llevado a Israel por agentes israelíes para ser juzgado, Wiesenthal se arrogó los méritos de su captura; hasta publicó su primer libro, titulado "Perseguí a Eichmann", un mes antes del comienzo del juicio en Jerusalén.
  • Si bien los agentes israelíes desmintieron que Wiesenthal hubiera sido clave en el hallazgo del criminal nazi, ese caso, en el cual Wiesenthal exageró su participación, le otorgó visibilidad en un momento difícil, y gracias a ello consiguió el financiamiento para abrir su segundo centro de investigación.
  • Sin embargo, más allá de las inexactitudes que él propagó, se debe reconocer que el primero en manifestar la importancia de Eichmann en el entramado nazi, en no permitir que su nombre se esfumara de las listas de buscados y en rastrearlo en Argentina, fue Wiesenthal.
Luego de Nüremberg y de los primeros años de posguerra, ya con una oficina instalada en Austria convertida en un copioso centro de documentación de las atrocidades y de sus responsables, Wiesenthal debió afrontar otro problema.
  • La euforia inicial había pasado, y la incomodidad y el silencio parecía que habían ganado la batalla. Varios asesinos, algunos escondidos, otros paseando impúdicamente por sus ciudades, no eran llamados para pagar por su responsabilidades ante la justicia.
  • Estados Unidos y Alemania parecían haber perdido el deseo de seguir juzgando a los nazis.
  • Wiesenthal asumió que esa era su tarea la de no dejar apagar el fuego de la justicia, mantener las puertas de los tribunales abiertas. Es asi como persistió contra los inconvenientes y contra el clima de época.
Si con Eichmann su participación no resultó tan decisiva como él enunciaba, sí lo fueron sus investigaciones y acciones para que fueran descubiertos más de un centenar de criminales nazis.
  • Mantuvo con altibajos sus centros de documentación durante décadas. Después del de Linz abrió uno en Viena gracias a la repercusión del caso Eichmann, y en los ochenta se inauguró otro en Los Ángeles con su nombre.
Simon Wiesenthal fue una figura de vital importancia en la búsqueda de justicia y en mantener viva la memoria. Lo desvelaba la conservación de la memoria y honrar a los muertos en manos nazis.
Su lucha contra la impunidad llegó casi hasta el final de sus días. Se retiró en el 2003, dos años antes de morir a los 96 años.
  • En esa oportunidad dijo: "Yo ya hice mi tarea. Los sobreviví a todos ellos. Si queda alguno, ya está demasiado viejo y débil para enfrentar a los jueces".
  • Era cierto: había hecho el trabajo. Ese trabajo que se propuso cuando sufría las peores vejaciones, cuando comer diariamente era una utopía, cuando no sabía si al día siguiente podría levantarse, cuando a su alrededor las personas, cotidiana y rutinariamente, morían sin razón alguna.
Su fe, su terquedad, su dolor y su obstinación lo hicieron posible.
Ya en la vejez, Simon Wiesenthal le explicó a un periodista cual había sido su principal motor:
  • "Soy un hombre religioso, y creo en la vida en el más allá. Cuando lleguemos allí después de nuestra muerte y nos encontremos con los millones de judíos asesinados en los campos de concentración y nos pregunten qué hacíamos en la tierra, algunos responderán: 'Yo era joyero. Vendía anillos, pulseras, relojes'. Otros dirán: 'Yo contrabandeaba café y cigarrillos americanos'. Algunos contestarán: 'Yo construía casas'. Pero en mi caso les diré: 'Yo nunca los olvidé'.
Matías Bauso
Editado desde Infobae.

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