martes, 30 de enero de 2024

 Leer para creer…!

Irma Grese; Una de las Bestias de Auschwitz.
El 13 de diciembre de 1945, en el silencio de la sombría prisión alemana de Hamelín, y ante pocos testigos, un seco "crac" anunció que la soga había quebrado el cuello de Irma Grese, de 22 años, nazi, criminal de guerra.
Quién fue y por qué la condenaron a muerte, es un capítulo tan monstruoso como poco conocido de los campos de exterminio y la Shoá: el Holocausto.
Irma Ilse Ida Grese nació el 7 de octubre de 1923 en la pequeña villa de Wrechen, en el seno de una familia humilde.
De escasa instrucción: terminó la escuela elemental recién a los 15 años, y dos después de la prematura muerte de su madre, que dejó huérfanos a cuatro hijos.
Obligada –pues había que alimentar a esos hermanos…–, trabajó en lo que pudo: jornalera en una granja, vendedora de tienda, limpiadora en un hospital, obrera…
En el hospital de Hohenlunchen intentó dejar trapo y balde y pasar a enfermera, pero la Oficina de Trabajo le negó el chance.
Volvió a la carga en 1942, pero a pesar de sus protestas, la misma oficina la mandó al campo de concentración de Ravensbrück como auxiliar del cuerpo femenino de las SS, la organización criminal de élite creada por Adolf Hitler y Heinrich Himmler.
Se miró en el espejo.
Nunca más ordeñaría una vaca al alba pisando barro y bosta… y el uniforme de las SS Helfserin le quedaba muy bien, a pesar de su posición de baja categoría en la estructura del campo: las mujeres de ese cuerpo auxiliar no podían llevar armas ni darle órdenes a varón alguno, así fuera un soldado raso.
La mayoría de esas mujeres eran campesinas, parientes de soldados muertos o heridos en combate, y su trabajo era la reubicación forzosa de civiles: los prisioneros hacinados en inmundas barracas, que más tarde o más temprano morirían fusilados o en las cámaras de gas.
En cuanto al campo de Ravensbrück, era la usina madre donde se adiestraba a esas futuras torturadoras y criminales.
Salieron de allí, listas para ejercer sus tétricas tareas, más de tres mil quinientas encargadas y supervisoras: entre ellas, Ilse Koch a Buchenwald, Hildegard Neumann a Theresienstadt, María Mandel a Birkenau…, y cuatro meses más tarde, Irma a la nave madre del Infierno: Auschwitz II–Birkenau.
Irma tenía entonces, en 1942, apenas 19 años: la más joven del campo.
Su primer trabajo había sido cómo telefonista, donde apenas le pagaban 54 marcos por mes.
Un error en su tarea le costó un castigo: dos días al frente de un grupo de trabajo que cargaba piedras en una cantera y las llevaba a las entrañas de aquella galería de horrores, seguramente para construir más barracas y cámaras de gas.
Allí conoció y empezó a colaborar con el “Ángel de la Muerte”, Josef Mengele, médico, capitán SS de la vida real, empeñado en urdir experimentos sobre seres humanos para producir, por medio de injertos, purificación de sangres y otras atrocidades, una raza superior más allá de la aria: el Superhombre del Tercer Reich que reinaría un milenio… y el cual se derrumbó en poco más que dos mil cien días.
A su lado, Irma se transfiguró.
De aquella adolescente huérfana, campesina, tendera, limpiadora de pisos y enfermera frustrada, emergió un demonio, una diabólica rubia que al principio dominaba a las prisioneras, las golpeaba y azotaba después –un goce diferente, sensual, perverso–, y que muchas veces culminaba en abuso sexual.
Irma Grese realizaba sus tareas macabras con un uniforme impecable.
Su satanás interno quedaba oculto detrás de su aspecto.
Uniforme como recién estrenado. Botas altas con brillo de acero pulido. Su pelo peinado con precisión milimétrica. Su perfume de agua de rosas, contraste del hedor a mugre y a muerte que el viento no alcanzaba a llevarse.
Eso, y su látigo de celofán que alguien trenzaba para ella. Cientos de diminutas tiras que al golpear un cuerpo humano abren pequeños arroyos de sangre…
Le encantaba –su maldad fue creciendo y perfeccionándose – dar el discurso de bienvenida a las nuevas víctimas, quienes al principio la confundían con un ángel, y así la llamaban…
Cuando la ascendieron a Responsable del sector C del campo, llegó a reinar cruelmente sobre treinta mil prisioneras… en un miserable espacio en el que apenas cabían tres mil.
Pero poco importaba. Las cinco chimeneas, activas día y noche, iban arrojando al aire el humo de los cuerpos quemados después de morir por bala o por gas.
De ese modo, el equilibrio demográfico no se quebraba.
Es historia y leyenda que Irma doblaba la apuesta día a día: sentía especial placer en martirizar a las enfermas, débiles o inválidas que día a día cruzaban los muros y las alambradas del campo. Sobre todo si advertía en esos cuerpos deteriorados por el hambre y las calamidades de la guerra, una sombra, un pálido eco de belleza.
Cuando se liberó el campo Auschwitz II–Birkenau, en el alojamiento de Irma fueron halladas lámparas de mesa hechas con piel de judíos que ella misma mató y despellejó.
Había llegado el final.
Arrestada por oficiales ingleses, el 17 de septiembre de 1945, empezó en Lünenburg el juicio contra ella y otros 44 acusados. Frente al tribunal, con aire ausente y distraído, osciló entre la indiferencia y el desprecio.
Se declaró inocente de los asesinatos, no abjuró de la ideología nazi, y en su celda, hasta el último día, entonaba cantos marciales de las SS.
Entre los testimonios de la acusación, una ginecóloga judía, ex prisionera, declaró que "a Irma Grese le gustaba golpear con su látigo los pechos de las chicas más dotadas y jóvenes para que las heridas se infectaran, y después me obligaba a amputarlos… ¡sin anestesia!
Del mismo modo, las forzaba a mantener relaciones sexuales con ellas, y cuando se aburría, las mandaba a los hornos crematorios después de matarlas con su pistola. Era la única mujer de su rango autorizada a portar armas".
Condenada a la horca, fue colgada en la prisión de Hamelín a las 9.34 de la mañana del 13 de diciembre de 1945.
La ejecutó el legendario verdugo inglés Albert Pierrepoint (1905–1992), experto oficial de la Corona y autor de no menos de cuatrocientos ahorcamientos.
Alfredo Serra
Infobae.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.