martes, 24 de abril de 2012

Artículo JS en Página Siete

Kofi Annan al rescate Por Julián Schvindlerman Página Siete (Bolivia) – 24/4/12 http://www.paginasiete.bo/2012-04-24/Opinion/Destacados/18Opi00124-04-12-P720120424MAR.aspx# Hosni Mubarak de Egipto, Alí Abdullah Saleh de Yemen, Zine Elabidine Ben Alí de Túnez y Muhammar Khaddafi de Libia (si es que puede ver desde el Más Allá) deben estar justificadamente celosos de Bashar al-Assad. Al igual que ellos, el presidente sirio debió confrontar con una población sublevada. A diferencia de ellos, él pudo masacrar a cerca de nueve mil, arrestar a alrededor de doscientos mil, ubicar minas en zonas fronterizas para dañar a fugitivos de la represión, atacar campos de refugiados en países vecinos, torturar niños y negar tratamiento médico a heridos, entre otras barbaridades, y aún así permanecer en el poder por más de un año. Lejos de considerarlo parte del problema, la familia de las naciones parece ponderarlo como parte de la solución a la crisis que él mismo creó y salvajemente perpetuó. El último diciembre, la Liga Árabe designó a Mustafá al-Dabi, un general sudanés acusado de cometer crímenes de guerra en su país, como el jefe de una delegación árabe enviada a Siria a evaluar la situación en el terreno. Al cabo de unas semanas de monitoreo infructuoso, la comitiva abandonó el país y la violencia continuó sin pausa. En marzo, la Liga Árabe convocó al ghanés Kofi Annan a mediar ante el régimen sirio. Eso marcó una mejoría notable respecto de la elección previa: Annan es un ex secretario-general de las Naciones Unidas, receptor del Premio Nobel de la Paz, con vasta experiencia como negociador internacional y reconocido por la comunidad diplomática global. Bajo una mirada más cuidadosa, empero, su récord como oficial de la ONU y mediador luce poco impresionante e incluso, calamitoso. Cuando él era jefe del Departamento de Operaciones de Paz de la ONU, acontecieron dos enormes matanzas completamente evitables. En 1994, Annan fue advertido por el comandante de las fuerzas de mantenimiento de la paz en Ruanda, el general Romeo Dallaire, sobre la propagación por el país de armamento que sería usado para cometer una sangría y solicitó autorización para confiscarlo. Annan desconsideró la información y negó el pedido. Tiempo después, milicias hutus atacaron a la minoría de los tutsis. El genocidio ocasionó alrededor de ochocientas mil víctimas. En 1995, el departamento que dirigía Annan tenía la misión de proteger el enclave de Srebrenica, una de las seis zonas declaradas “seguras” por la ONU. Éstas eran habitadas por musulmanes bosnios y estaban rodeadas de serbios. Cuando estos últimos comenzaron su ataque, las tropas de la ONU no intervinieron. Para cuando los serbios se retiraron, ocho mil bosnios yacían muertos. Dos años más tarde, en 1997, Kofi Annan fue promovido al cargo máximo en la estructura de la ONU. Bajo su mandato (1997-2006) otra crisis humanitaria fenomenal tuvo lugar. En 2003, en Darfur, la población negra local se levantó contra el gobierno árabe de Sudán. El régimen de Jartum armó y respaldó a las notorias milicias Janjawed que acosaron a la población negra con una brutalidad tal que en unos años lograron matar a alrededor de doscientas mil personas y exiliar a cerca de dos millones, sin que la ONU pudiera hacer algo al respecto. Annan a su vez fue responsable de implementar el programa “petróleo-por -alimentos” diseñado en 1996 para dar ayuda humanitaria al pueblo iraquí a la luz de las sanciones internacionales que caían sobre el régimen de Saddam Hussein. El programa tuvo vigencia hasta la caída del líder iraquí en el 2003, período en el cual Saddam abusó de ese proyecto humanitario ante las narices del secretario-general, utilizó dinero allí generado para recompensar a familiares de terroristas suicidas palestinos, comprar armas y darse gustos lujosos. Su hijo, Kojo Annan, se vio implicado en una polémica cuando trascendió que la compañía suiza para la que trabajaba fue contratada por la secretaría-general para realizar tareas de inspección (bien remuneradas) en el país árabe. Annan también participó en una misión a Damasco en el 2006, luego del cese de las hostilidades entre el ejército israelí y el movimiento Hezbollah en el Líbano. Bashar al-Assad prometió al diplomático de la ONU que no permitiría que llegara armamento de Siria al Líbano. La promesa fue incumplida. En la actualidad se estima que, desde entonces, esa agrupación patrocinada por Irán ha duplicado su arsenal de cohetes y misiles. Ahora, llamado a intervenir en la crisis siria, Annan ha presentado un plan de seis puntos que fue aceptado -aunque sólo parcialmente implementado- por el gobierno de Damasco. Su propuesta contiene elementos positivos pero falla en no pedir por la salida de Bashar al-Assad, ni por un juicio eventual contra su persona, ni ofrecer un esquema de transición del poder. Que China, Rusia e Irán hayan aplaudido el plan dice algo. Quizás no sea realista esperar que Annan, tanto en sus funciones pasadas de responsable máximo de la ONU o en sus actuales como mediador, resuelva muchos de los más graves problemas mundiales. Incluso su propuesta pacificadora para Siria podría llegar a funcionar. Pero sus antecedentes poco estelares deben elevar alertas sobre las consecuencias potenciales de sus gestiones.