domingo, 14 de mayo de 2017

REFLEXIONES SOBRE LA EDUCACIÓN QUE RECIBIMOS
Pertenezco a un grupo de personas que jamás creyó realmente lo que se le presentaba como “realidad”.
Tal vez por falta de una imaginación demasiado evolucionada, tal vez por una extraña tendencia a desconfiar de todo y de todos.
Y el paso del tiempo, cruelmente, nos fue dando la razón…
Ni la felicidad esperaba a la vuelta de la esquina;
Ni se trataba de encontrar la media naranja, y luego puramente seguir los códigos preestablecidos.
Y los que apostaron por acumular, ahora sienten un vacío interior que los transforma también en pobres y también en desamparados.
Zombis carentes de rumbo, con quienes cuesta demasiado entablar un diálogo mínimamente coherente.
Algunos se quedaron en los paisajes de la infancia; algunos nunca se animaron a despegarse de lo conocido; y otros salieron disparados hacia los cuatro rincones del planeta.
*
Dos preguntas me quedan sin respuesta:
¿Por qué nos hablaron de un mundo que no existía?
Tal vez, sin darse cuenta, nos contaron lo que ellos mismos soñaban, y que terminaron creyendo.
¿Por qué explicaron todo de un modo tan complejo y rebuscado?
Cuando, en realidad, el sentido de la Vida, siempre y en todos los casos, estaba ahí, al alcance de la mano, y debía buscarse en lo más sencillo, en lo llano, en lo cotidiano, en un abrazo, y en el pedazo de cielo individual.
En el patio de la infancia que uno lleva a todas partes.
(Conozco algunos hombres que aún persisten.
Y siempre, en algún momento del día, me muero de tristeza).

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