jueves, 25 de mayo de 2017

Por qué siempre fracasa el proceso de paz entre israelíes y palestinos

 

Banderas de Palestina e Israel.
Ran Baratz, exresponsable de comunicación del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, desvela las claves de la estrategia negociadora de los palestinos, que hace imposible llegar a un acuerdo definitivo con el Estado judío.
[Las conversaciones] siempre fracasan porque los palestinos no están interesados en negociar un acuerdo permanente. (…) no es una táctica de negociación que fracasa una y otra vez, sino exactamente lo contrario: una exitosa estrategia de abstención. (…) Si esta teoría suena extraña es solo porque nos hemos acostumbrado no solo a la idea de que todo el mundo prefiere un tratado de paz, también al paradigma de las “oportunidades históricas perdidas”.
(…)
Si el presidente Trump [está interesado en retomar el proceso de paz], le pediría que hiciera una prueba sencilla: antes de aceptar las negociaciones debe preguntar a los palestinos por su plan de paz –los israelíes tienen el suyo hace mucho–. Si recibe uno, por supuesto, que intente otra ronda de negociaciones. Pero si los palestinos lo envían –como solía hacer Arafat– “a beber agua del mar de Gaza”, será un signo de que nada ha cambiado y de que el fracaso planea en el horizonte.
Michael Doran fue director del Consejo de Seguridad Nacional de EEUU durante la presidencia de George W. Bush. En esta colaboración para The New York Times, advierte a Trump sobre los errores de sus antecesores y expone algunos argumentos básicos para una nueva estrategia en Oriente Medio.
Es falso que nuestro apoyo a los amigos de siempre sea una causa de inestabilidad, y que distanciándonos de ellos mientras nos acercamos a nuestros enemigos podamos hacer un mundo más seguro. (Es una falacia todavía mayor imaginar que podemos crear un Oriente Medio sin enemigos). Y es igual de equivocado asumir que podemos arrastrar inteligentemente a Rusia lejos de Irán en Siria. Las tensiones entre ellos son insignificantes, comparadas con su interés compartido en apoyar al régimen de Bashar al Asad y erosionar la influencia americana.  
Además, el conflicto palestino-israelí no es el centro de gravedad en Oriente Medio ni está maduro para una solución. El presidente Obama, como Bush antes que él, invirtió grandes esfuerzos en resolver el conflicto palestino-israelí, una empresa digna pero inútil que le desvió de [la tarea de] abordar el ascenso regional de Irán y, más tarde, de Rusia. (…)
Pero reconocer los errores es sólo el primer paso. El siguiente exige rechazar la tentación, a la que sucumbió el presidente Obama, de definir la derrota del Estado Islámico como el principal objetivo estratégico. Si el presidente Trump [lo] destruye pero fracasa simultáneamente en construir una coalición para la estabilización regional, su victoria tendrá muy corto alcance. El próximo Estado Islámico surgirá de entre los escombros y Rusia e Irán explotarán el caos resultante.
Durante la reciente visita del presidente turco a la Casa Blanca, su equipo de seguridad dio una paliza a un grupo de personas que protestaban a las puertas de la embajada de Turquía en Washington. En la National Review, Rich Lowry cree que Trump debe mandar una contundente advertencia a Ankara.
El incidente, en el que once personas resultaron heridas, no es es el más grave del mundo. No es la guerra de Siria, ni una prueba de misiles de Corea del Norte. Tenemos grandes intereses nacionales en juego con Turquía, especialmente en lo relacionado con la guerra civil siria. Pero tampoco es irrelevante. Merece más que una simple declaración de “preocupación” por parte del Departamento de Estado. (…)
Los turcos no solo llevaron a cabo ese ataque, sino que nos faltaron al respeto llamando a consultas a nuestro embajador por este asunto. Los matones turcos que golpearon y patearon a la gente han de ser identificados y encausados. Están lejos de nuestro alcance, porque están de vuelta en Turquía o tienen inmunidad diplomática. Pero debemos pedir que sean devueltos aquí y se les retire la inmunidad. Cuando esas peticiones sean inevitablemente rechazadas, el embajador turco en EEUU (al que se le oyó durante el incidente decir “¡No pueden tocarnos!”) tiene que ser expulsado. Erdogan está aplastando a sus oponentes con impunidad en Turquía. Reaccionar firmemente a este ataque, al menos, enviará el mensaje de: “No en nuestra casa”.

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