VLADIMIR PUTIN QUIERE UNA SEGUNDA YALTA
El gobierno y la propaganda estatal de Rusia están promoviendo activamente una redivisión del mundo en esferas de influencia.
Por Lesia Bidochko
Febrero 13, 2025
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Este año conmemora el 80º aniversario de la histórica Conferencia de Yalta, donde los líderes de la Gran Alianza de tiempos de guerra: Franklin D. Roosevelt, Winston Churchill, y Joseph Stalin negociaron el orden internacional de posguerra.
Sin embargo, este orden ha experimentado transformaciones significativas, particularmente luego de la disolución de la Unión Soviética y la subsiguiente integración euro-atlántica de estados que una vez fueron parte de la URSS o estaban dentro de su esfera de influencia. La anexión de Crimea en el 2014 se volvió un momento divisorio de aguas en la erosión del sistema Yalta-Potsdam, señalando un resurgimiento de la política de las grandes potencias y el rechazo a las normas posteriores a la Segunda Guerra Mundial.
En ocasión del aniversario, el ministro del exterior de Ucrania, Andriy Sybiha escribió en X, “Hace ochenta años, fueron forjados en Yalta el orden de posguerra y esferas de influencia. Hoy, Putin quiere una nueva “Yalta”, nuevas fronteras y esferas de influencia. Por el bien de un mundo más seguro, las demandas ilegítimas del agresor deben ser rechazadas. El debe ser obligado a entrar en una paz justa, en su lugar."
Ochenta años después de Yalta, el mundo percibe el legado de la conferencia en formas fundamentalmente diferentes. Para el Occidente, representa un compromiso necesario pero defectuoso que sentó las bases para la cooperación internacional. Para Rusia, sin embargo, Yalta sirve como una herramienta para legitimizar sus ambiciones neo-imperialistas.
Lo que empezó en Yalta terminó en Crimea
La Conferencia de Yalta (4 al 11 de febrero de 1945) y la Conferencia de Potsdam (17 de julio al 2 de agosto de 1945) establecieron el marco geopolítico del orden internacional de posguerra.
Primero, ellos formalizaron una división de influencia de facto: Europa Oriental cayó bajo control soviético, mientras que Europa Occidental se alineó con Estados Unidos y sus aliados. Segundo, las conferencias sentaron las bases para la creación de Naciones Unidas como un mecanismo para la seguridad colectiva y resolución de conflictos. Tercero, ellos iniciaron los procesos de desmilitarización y desnazificación, muy notablemente, Alemania fue dividida y reestructurada para prevenir la agresión futura.
La estabilidad del orden de Yalta-Potsdam se erosionó gradualmente con el final de la Guerra Fría. El colapso de la Unión Soviética en 1991 desmanteló el orden mundial bipolar, despojando a Moscú de su dominación en Europa Oriental. Las ex repúblicas y estados satélites soviéticos buscaron la integración euro-atlántica, debilitando más la esfera de influencia de Rusia posterior a Yalta.
Entre 1999 y el 2004, la OTAN y la Unión Europea se expandieron de forma significativa, integrando a ex miembros del pacto de Varsovia y anteriores repúblicas soviéticas: Estonia, Letonia, Lituania, Polonia, Eslovaquia, Eslovenia, Hungría y la República Checa dentro de las estructuras de seguridad y económicas occidentales. El acceso de estos estados a la OTAN y a la U.E. debilitó decisivamente la esfera de influencia de Rusia, desafiando sus aspiraciones geopolíticas pos-soviéticas.
En el 2008, las fuerzas rusas invadieron Georgia bajo el pretexto de proteger a los separatistas pro-rusos en la región Tskhinvali, llamada en ruso Osetia del Sur, del control de Tbilisi. Esta intervención militar representó un reto directo para el principio de soberanía estatal posterior a la Guerra Fría.
Entonces, en el 2014, Rusia anexó ilegalmente Crimea, violando de forma flagrante el principio fundamental de integridad territorial y señalando el colapso del consenso global posterior a la Segunda Guerra Mundial.
La toma ilegal de Crimea y la subsiguiente guerra a gran escala contra Ucrania desmantelaron definitivamente el consenso de las grandes potencias ideado para prevenir las guerras en Europa. Estos eventos también expusieron las limitaciones de las instituciones internacionales, destacando la incapacidad de Naciones Unidas y las potencias occidentales para disuadir la agresión o imponer una paz duradera y justa.
Revisionismo Histórico como una Herramienta Política
El estado ruso y sus élites políticas han invocado cada vez más el legado de la Conferencia de Yalta para justificar sus ambiciones geopolíticas contemporáneas. Por ejemplo, en junio del 2020, en ocasión del 75º aniversario de la "Gran Victoria" de la Unión Soviética, Vladimir Putin escribió, “El revisionismo histórico que estamos presenciando actualmente en el Occidente—particularmente respecto a la Segunda Guerra Mundial y sus consecuencias—es peligroso porque distorsiona cínicamente los principios del desarrollo pacífico establecido en 1945 por las conferencias de Yalta y San Francisco. El principal logro histórico de Yalta y los otros acuerdos de esa época fue la creación de un mecanismo que permitió a las grandes potencias resolver sus diferencias dentro del marco de la diplomacia."
Menos de dos años después de invocar el "marco de la diplomacia," Putin lanzó una invasión a gran escala de Ucrania. Seis años antes, él ya había anexado Crimea e inició una guerra en Ucrania oriental, eventos que marcaron el colapso definitivo del sistema Yalta-Potsdam.
La propaganda rusa afirma que fue el Occidente, no Moscú, el que violó el "espíritu de Yalta” expandiendo la OTAN y “debilitando” la seguridad de Rusia. De acuerdo con esta narrativa, la Conferencia de Yalta legitimó el control de Moscú sobre las ex repúblicas soviéticas, mientras su democratización y compromiso occidental constituyó una intrusión ilegítima.
Por ejemplo, en un artículo sobre el legado de la conferencia, el ministro del exterior ruso, Sergey Lavrov, argumenta que el Occidente "traicionó" los principios de Yalta. El afirma específicamente que el recientemente nombrado secretario de estado estadounidense Marco Rubio percibe el orden mundial moderno como una herramienta convertida en arma contra los intereses estadounidenses.
“O sea, el orden Yalta-Potsdam—con la ONU en su centro—ya no es más estimado inaceptable, pero incluso el llamado "orden basado en normas" es rechazado ahora. Una vez visto como ua encarnación de la arrogancia y el egoísmo liderado por Washington del Occidente posterior a la Guerra Fría, también está siendo descartado," escribió Lavrov, agregando, "Un retorno al status quo previo, el cual Estados Unidos y sus aliados han defendido durante mucho tiempo, no sucederá, ya que las condiciones demográficas, económicas, sociales y geopolíticas han cambiado de forma irreversible."
Tass, el medio de Rusia controlado por el estado, también ha manipulado el legado de Yalta para justificar sus ambiciones contemporáneas. En un artículo conmemorando el aniversario de la conferencia, el principal medio propagandístico del Kremlin escribió, “Los Tres Grandes garantizaron la paz sobre la Tierra por los siguientes cincuenta años, y ahora han pasado 80 años. Durante casi medio siglo, la paz fue mantenida, con sólo conflictos locales, sin ninguna gran guerra en Europa o América."
En otras palabras, los propagandistas rusos afirman que la "fecha de expiración" del sistema Yalta-Potsdam ha pasado, necesitando nuevos alineamientos y una nueva redistribución de esferas de influencia. Moscú se asocia de forma dispuesta con la idea de una presunta “Nueva Yalta,” describiéndose como un actor clave en dar forma a un orden mundial revisado, así como en 1945. Sin embargo, la Rusia de hoy día ocupa una posición geopolítica mucho más débil de lo que hacía entonces la Unión Soviética. Carece del alcance global e influencia requeridos para servir como un polo central en un sistema bipolar.
Esta narrativa, sin embargo, sigue siendo útil para el Kremlin porque fomenta una ilusión de status retenido de gran potencia. La nostalgia, reforzada por referencias a cumbres históricas y grandes momentos diplomáticos, sirve a otro propósito estratégico: bajo la cobertura de defender "paz," Rusia busca congelar la guerra actual y luego expandir sus reclamos territoriales. El Kremlin argumenta que, así como la Unión Soviética celebró negociaciones en 1945 cuando Hitler enfrentaba la derrota inevitable, la Rusia moderna, como la sucesora proclamada de la URSS, tiene el derecho de dictar nuevos acuerdos geopolíticos.
Sin embargo la estrategia actual de Putin carga un parecido más estrecho con la de Hitler que con la de Stalin. Para la época en que fue establecido el sistema Yalta-Potsdam, Hitler ya había perdido su influencia en la escena mundial. Aun si uno fuera a comparar a Putin con Stalin, el último negoció desde una posición de fuerza innegable, su ejército controlaba físicamente los territorios sobre los cuales él reclamaba influencia. Putin, por el contrario, carece de tal influencia, y sus llamadas "realidades en el terreno" no le conceden la autoridad geopolítica para dictar los términos de afirmar el liderazgo en asuntos globales.
"Yalta 2" Imperialista
En el 2023, funcionarios de Crimea declararon que Crimea se convertiría una vez más en “el centro de la política mundial,” mientras que los medios locales especularon sobre la posibilidad de una Conferencia de Yalta moderna. Han empezado a aparecer artículos con titulares tales como: “Conferencia de Yalta 2.0: ¿Puede Crimea Detener Una Vez Más El Derramamiento De Sangre?,” reforzando la narrativa del Kremlin. Según Moscú, ha llegado el momento para una “Yalta-2.”
El portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, dijo que Rusia está preparada para tal cumbre—pero sólo bajo la condición que dos de las tres fuerzas dominantes en la mesa sean anti-occidentales. En este "Yalta 2" previsto, China reemplazaría a Gran Bretaña, alineándose con Rusia contra Estados Unidos.
La Conferencia de Yalta de 1945 sentó las bases para el derecho internacional moderno, pero al anexar ilegalmente Crimea, Rusia pasó por alto abiertamente los principios mismos del derecho internacional que una vez ayudó a establecer. En lugar de admitir esta violación, Moscú ha buscado constantemente reescribir la historia, desviando la responsabilidad por su agresión en el Occidente y culpando a Estados Unidos y a la OTAN por "provocar" supuestamente a Rusia.
El Kremlin parece estar anticipando un acuerdo geopolítico reminiscente de Yalta, uno que serviría a sus intereses a través de un pacto duro entre las grandes potencias. Para Moscú, asegurar tal pacto no sólo legitimaría sus conquistas territoriales sino que también reforzaría la idea que el orden mundial es dictado por el poder crudo en lugar de por los principios de soberanía y auto-determinación. En esencia, Rusia busca idear un mundo donde la fuerza militar y la influencia política, en lugar del derecho internacional, determinen la suerte de las naciones.
La Dra. Lesia Bidochko es profesora adjunta en Ciencia Política en la Academia Kyiv-Mohyla, Ucrania, y actualmente también una Miembro No Residente en la Universidad Europea Viadrina en Frankfurt-Oder, Alemania.
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