EL OCCIDENTE NECESITA ABRIR SUS OJOS A LOS ASESINATOS DE HONOR
Mujeres asesinadas por transgresiones morales o religiosas son subsumidas bajo la rúbrica 'violencia doméstica.'
Por Kevin Cohen
Diciembre 16, 2025
Los fiscales holandeses el mes pasado solicitaron sentencias de prisión de hasta 25 años para un padre y sus dos hijos acusados de asesinar a Ryan Al Najjar, de 18 años de edad, una refugiada siria, en un aparente asesinato de honor en los Países Bajos. Los hombres supuestamente ahogaron a Ryan en un lago el año pasado después que ella empezó a vivir como lo hacen muchos de sus pares holandeses: eligiendo sus propias ropas, pasando tiempo con compañeros de clases, y formando una relación con un muchacho. Sus hermanos están en juicio, y ambos se han declarado inocentes. Su padre huyó a Siria y será juzgado en ausencia.
Ryan desapareció el 22 de mayo del 2024. Su cuerpo fue hallado seis días después, atado, amordazado y con agua en los pulmones. Los mensajes digitales y pruebas de ADN apuntalan la afirmación de los fiscales que su padre ordenó el asesinato y sus hermanos lo llevaron a cabo. El presunto motivo no es ambiguo: la asimilación común de Ryan dentro de las normas holandesas fue tratada como una violación intolerable del honor de la familia.
Más preocupante todavía, Ryan había buscado ayuda. La información local sugiere que ella una vez escapó descalza de su casa, diciendo a sus vecinos que tenía miedo que su padre intentara matarla. Ella fue puesta bajo protección policial—la cual luego fue retirada. Las autoridades holandesas no han explicado totalmente por qué.
La secuencia revela un punto ciego en los marcos de evaluación de riesgo occidentales. Los modelos de violencia doméstica suponen escalada gradual y actores individuales. Pero la violencia puede brotar repentinamente, colectivamente y en respuesta a una transgresión moral percibida. Cuando las instituciones occidentales malinterpretan estas señales, incluso un sistema bien diseñado puede fallar cuando más se lo necesita.
El caso Al Najjar también ilustra un desafío estructural más grande dentro de los sistemas de inmigración occidentales. Los caminos del asilo y refugiados admiten cada vez más a familias sin examinación significativa de si los códigos sociales que ellos cargan se alinean con las expectativas cívicas de la sociedad de acogida. La presunción que la integración sucede automáticamente—y que los conflictos culturales se disuelven al entrar en contacto con las normas liberales—ha demostrado ser abiertamente optimista. La inmigración ilegal empeora el problema al colocar familias enteras fuera de la supervisión formal, dejando a las mujeres en riesgo y en gran medida invisibles para las autoridades.
A lo largo del Occidente, aparecen demasiado frecuentemente casos similares para desafiar la creencia que estos impulsos permanecen contenidos geográficamente. El padre iraquí-estadounidense Faleh Hassan Almaleki fue condenado en Arizona en el 2011 por asesinar a su hija, Noor, por ser "demasiado occidentalizada.” En Países Bajos en el 2023, una mujer kurda-holandesa fue asesinada por parientes que vieron el divorcio de ella como una provocación en lugar de una elección personal. Suecia vio a una mujer embarazada estrangulada por su pareja nacida en Somalía en el 2023, presuntamente por miedo a que su familia rechazaría la relación y al niño no nacido. Y en Australia en el 2021, una mujer paquistaní-australiana fue apuñalada en el estacionamiento de un centro de compras por elegir a una pareja fuera de las expectativas religiosas de su familia—un acto que los fiscales describieron como un intento de asesinato de honor. Otros casos subrayan un patrón constante: Cuando la autonomía de una joven mujer entra en conflicto con un código heredado de obediencia, la geografía sola no previene la violencia.
Parte de la dificultad que enfrentan los gobiernos occidentales al abordar este fenómeno es que sus propios sistemas lo ocultan. Los departamentos de policía rutinariamente categorizan a los hechos basados en el honor bajo titulares genéricos de violencia doméstica—a menudo informándolos sin referencia a los motivos ideológicos. La consecuencia es que los asesinatos de honor raramente aparecen en las estadísticas penales europeas o norteamericanas. La falta de datos refleja no la ausencia de casos, sino una reticencia institucional a nombrar el motivo, creando un punto ciego estadístico en el cual la policía no puede operar eficazmente.
Para entender los números, un mejor lugar para mirar son las regiones donde es más prevaleciente la violencia basada en el honor. Azam Nazeer Tarar, ministro de derecho y justicia en Pakistán, informó recientemente a la Asamblea Nacional que, desde el 2021 al 2024, ha habido 1,553 asesinatos de honor en su país. Como es típico, hay informes de unos 15 a 20 de tales asesinatos al año en Jordania, aunque los investigadores notan números significativamente más elevados en las regiones tribales. Irak vio protestas después que la influenciadora de redes sociales de 22 años de edad Tiba Al-Ali fue estrangulada por su padre en el 2023, sin embargo siguió poco cambio legislativo.
Estos patrones persisten porque en varios países el mismo sistema legal—a menudo formado por la jurisprudencia islámica—mitiga o excusa los asesinatos de honor. En Irán, un padre que asesina a su hija no puede ser ejecutado en virtud de las qisas, que lo trata como su guardián, resultando en sentencias comparativamente más blandas. En otras partes del Medio Oriente, los asesinatos de honor todavía caen bajo la "defensa del honor familiar," recibiendo a menudo acusaciones reducidas.
Nada de esto es un argumento para la sospecha hacia las familias inmigrantes. Es un argumento para la franqueza y contramedidas deliberadas. Necesitamos definiciones legales claras, especializadas en vigilar, marcos de integración obligatorios y una voluntad de confrontar las prácticas culturales que entran en conflicto con los derechos individuales. Minimizar estas tensiones deja vulnerables a las mujeres expuestas ante el daño prevenible.
El caso Al Najjar destaca los riesgos. Ryan creyó que había llegado a una sociedad donde la autonomía era protegida. Países Bajos, en principio, ofrecía exactamente eso. De lo que no pudo protegerla fue de la visión del mundo que viajó con su familia—una visión del mundo que interpretó su independencia no como madurez, sino como desafío. Las democracias liberales pueden preservar sus valores sólo si reconocen cuando esos valores están siendo discutidos calladamente dentro de sus propias fronteras.
El Sr. Cohen es CEO de RealEye, una empresa de seguridad con sede en Tel Aviv.
Boceto de la sala del tribunal de los sospechosos del asesinato de Ryan Al Najjar, Nov. 27. ANP/Zuma Press
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