domingo, 15 de abril de 2012

Entrevista exclusiva a Itzjak Shefi: “Argentina como Israel aprendieron algo del atentado a la Embajada”


A Itzjak Shefi aún le retumban en sus oídos las sirenas de las ambulancias como la de aquel patrullero que le abría camino hacia el escenario de la tragedia en la esquina de Arroyo y Suipacha, en pleno centro de la ciudad de Buenos Aires, apenas minutos después del atentado a la Embajada de Israel.
Veinte años después, Shefi volvió a esa esquina, tan fatal como emotiva, ya sin sirena de ambulancia, ni de patrullero que le allane el camino, pero si con el mismo dolor reflejado en sus ojos como en su hablar pausado del castellano.
“No conté las noches que no dormí, pero una cosa es clara, después del atentado a la Embajada descubrí que el ser humano tiene fuerzas interiores que no conoce”, dice el embajador de una dilatada trayectoria diplomática, quien llegó a Buenos Aires en 1989, tal vez con la ilusión de cerrar su carrera en el país donde reside una de las más importantes comunidades judías del mundo.
Las imágenes de aquel 17 de marzo de 1992 parecen volverle a la memoria a Shefi, quien rápidamente aclara que volvió por primera vez a Buenos Aires después de la tragedia “a pedido de la Cancillería” israelí que lo convocó para el acto oficial por el 20 aniversario del atentado que dejó 29 muertos y 242 heridos.
Shefi recuerda que sus colaboradores de aquella etapa siempre le cuentan que estuvieron “dos noches y dos días al lado de los escombros de la Embajada”.
Pero, además, el embajador tuvo que recorrer “hospital por hospital para ver dónde estaba nuestra gente porque las ambulancias los llevaban, pero ninguno tenía carnet de identificación y no se sabía a qué hospital lo habían llevado”.
Fueron 48 horas de desesperación, sin pausa, recuerda el embajador que debido a que su cónsul en ese entonces, Danny Carmon, estaba hospitalizado, tenía que movilizarse con su esposa Rajel por todos los hospitales de la ciudad para interiorizarse sobre el estado de salud de sus empleados y otros vecinos que fueron alcanzados por la bomba.
-Embajador, al momento del atentado, ¿usted se encontraba en la embajada o en otro lado?
-La actividad pública en general no es la actividad de una oficina normal que empieza a una hora y termina a otra. Siendo el embajador de Israel, en el caso mío que tuve una relación especial con la comunidad judía empezaba a las 9, pero nunca sabía cuando terminaba porque los actos de los organismos, de los colegios o partidos políticos terminaban a las 10 u 11 de la noche. Para mantenerme de pie y también para poder decir alguna palabra tenía que romper un día y tenía que descansar, así que mientras la embajada estaba abierta a la una de la tarde iba a casa y almorzaba con la familia y luego regresaba. Esto (el atentado) me sorprende en mi casa.
El relato es minucioso y el embajador recuerda cada segundo de aquel día como si todo hubiera ocurrido hace tan solo minutos. “Un amigo me llama por teléfono y me dice qué bien que estás en casa porque estoy escuchando por radio que transmite en directo y dicen que en la Embajada de Israel explotó una bomba”, resume para describir el momento en que recibió la trágica noticia.
El diplomático recuerda que colgó el teléfono, llamó a su chofer y a su guardaespaldas, y rápidamente salieron hacia la esquina de Arroyo y Suipacha.
“En principio no asociaba las ambulancias con la bomba hasta que en un momento la policía nos paró y nos dijo no pueden avanzar y continuamos a pie.
Al llegar a la esquina de la calle Arroyo vimos le humo en el cielo, después los escombros, vidrios rotos en la calle, gente gritando, corriendo de un lugar a otro, sangre… una tragedia”, se estremece el relato.
Aquel fue el primer momento del embajador con la locura del terror, pero Shefi aclara que “no hubo tiempo para pensar viendo todo eso”. “Empezaron las excavaciones y tomamos el auto para ir de hospital en hospital. Además quería tomar contacto con la Cancillería. En ese momento no había celular, ni Internet.
Se acercó el canciller Guido Di Tella y le digo que necesito hablar, pero no hay nada me quede sin embajada”, recuerda.
Ante esta situación, Di Tella llevó a Shefi a su despacho en el Palacio San Martín desde donde hizo la primera llamada a la Cancillería israelí, que en ese momento estaba a cargo del ministro David Levi.
“Sabiendo que la Cancillería argentina no iba a estar a mi disposición siempre, nos instalamos en un hotel de la calle Suipacha que lo convertimos en una suerte de centro de operaciones”, completa Shefi.
Más tarde, el embajador comenzó con la tarea para el traslado de las víctimas con el fin de que sean sepultadas en Israel. Para eso, el embajador se contactó con la Presidencia de la Nación que puso a disposición de la embajada uno de los aviones oficiales.
“El presidente (Carlos Menem) dio la instrucción a los pilotos de que se pongan a disposición nuestra y cuando teníamos todo listo para ser transportados y emprender el vuelo a Israel con algunos de los heridos que podían dejar los hospitales y había dos representantes de la Cancillería argentina” agrega.
A unos tres días de la tragedia, la Embajada de Israel comenzó a funcionar desde un edificio de la calle Paraguay. “Desde allí pude llamar al canciller y le anuncie que la embajada funcionaba”, cuenta.

Los problemas después de la tragedia
El atentado a la Embajada de Israel en Buenos Aires trajo terribles consecuencias y Shefi recuerda que el primer problema que se le presentó tras conseguir un nuevo edificio fue que a los empleados les entró el miedo y no querían volver a trabajar. “El impacto fue traumático de tal manera de que pensaban que donde había algo llamado Embajada de Israel iba a haber un atentado”, recuerda.
Ante esta situación, el diplomático se comunicó con las autoridades en Israel y rápidamente llegaron a Buenos Aires dos psicólogos para ayudar a esta gente a superar el miedo. “Esto es algo muy frecuente en el campo de batalla y en Israel hay psicólogos que se especializaron en esta enfermedad porque hay soldados que de repente de noche se levantan gritando porque piensan que siguen luchando”, explica el embajador.
Shefi recuerda que los psicólogos se quedaron más de un mes y los empleados volvieron a trabajar.
Sin embargo, aquel no fue el único incidente porque una vez trasladada la embajada al edificio de avenida de Mayo y Chacabuco, donde se encuentra actualmente, las principales empresas que tenían sus oficinas en ese lugar le pidieron una entrevista al embajador Shefi.
“Tres de las principales compañías que tenían sus oficinas en el edificio me piden una audiencia y se realiza la reunión. Hablaron y me pusieron un cheque en blanco y me dijeron que lo complete con el monto que quiera para irse del edificio”, revela.
Ante la sorpresa, el embajador pregunta por qué tal decisión, y los ejecutivos le respondieron que había “inquietud en los empleados por el hecho de que exista la embajada en el edificio”.
La historia no quedó en aquella oficina porque el embajador Shefi pidió una entrevista con el entonces canciller Di Tella y le explicó la situación que se había planteado con sus vecinos de edificio.
“El canciller citó a los directores de las empresas y tuvo una reunión, que según se supo fue tan grande su indignación que hubo una conversación bastante tensa. Lo cierto es que por los oficios del canciller se logró que las empresas desistan de la iniciativa. Esta historia termina cuando a fin de año, en el 1992, los invitamos a los empresarios a participar de un brindis y se dio por superado el conflicto”, agrega.
Tras la tragedia hubo varios desencuentros con argentinos y si bien Shefi asegura que “un buen diplomático nunca levanta la voz”, a él le generó cierta indignación “un intento de parte de las autoridades de darle vuelta al asunto” y tratar de responsabilizar del atentado a Israel.

“Vino un ingeniero calificado, buen profesional, enviado por el Gobierno, que hizo un examen y dijo que no fue una explosión sino una implosión y, por lo tanto, en la Embajada de Israel había arsenal y armas. No podía quedarme callado pero la respuesta no fue por los medios sino en un ámbito privado”, aclara.
Shefi también recuerda que hubo otro intento por responsabilizar al gobierno israelí del ataque al señalar que el policía que estaba habitualmente de consigna en la zona no estaba en el lugar, se fue 15 minutos antes del estallido de la bomba. “Se preguntan por qué no estaba el policía y la respuesta de ellos fue que el embajador de Israel tuvo una entrevista en el centro y se llevó al policía. Esto es una falta de imaginación, pensar que el embajador de Israel va a ir a una entrevista con un policía uniformado, sobre todo porque tenía mi guardaespaldas, pero hubo charlas bastante serias que quedaron en los anales”, apunta.
Más allá de estas versiones, Shefi destacó la gestión de Di Tella, a quien calificó como “un gran amigo de Israel”, como así también a su antecesor, Domingo Cavallo. “Encontré gente que comprendió la gravedad del asunto sobre todo porque en las normas internacionales se establece que el gobierno debe mostrar hospitalidad hacia los diplomáticos, pero también cuidarlos y asegurar que van a poder desarrollar su actividad sin que les pase algo”, dijo el diplomático.

El avance del terrorismo internacional
Tras el ataque a la Embajada de Israel, la Argentina sufrió el atentado a la sede de la AMIA, el 18 de julio de 1994, con un total de 85 muertos y cientos de heridos, lo que fue considerado como uno de los hechos más sangrientos que sufrió el país.
“Cuando tuve la oportunidad de hablar en público dije que había que apresurar y atrapar a quienes cometieron el asesinato de la Embajada”, recuerda Shefi, quien ya sospechaba que otra tragedia podía ocurrir.
“Israel también aprendió algo de lo que pasó aquí porque de otra manera no me puedo explicar estos intentos que hubo recientemente (en Nueva Delhi y Tiflis) que no tuvieron éxito. El Estado de Israel aprendió la lección aún sin haber descubierto quien cometió aquí esta atrocidad”, añade.
Al hablar sobre lo realizado por el Gobierno argentino para esclarecer el hecho, Shefi confiesa que no sabe si el Estado hizo todo lo que estuvo a su alcance para resolver el caso. “Si no lo hicieron, ellos también corren con cierta culpabilidad. Además, el atentado fue una coproducción entre terroristas iraníes y elementos locales. Estos elementos locales aún los hay aquí en la Argentina, porque más allá de las buenas relaciones que hay entre los dos países hay elementos antisemitas en la sociedad argentina y el terrorista sabe como incitarlo”, advierte el diplomático para no descartar la posibilidad de un nuevo ataque en Buenos Aires.
Shefi coincide en que hace 20 años nadie dimensionaba el alcance del terrorismo internacional y considera que ahora Israel “está molestando” al mundo democrático para alertar sobre esta amenaza. “Tenemos que seguir molestando porque no comprenden la gravedad de la situación”, agrega.
“Muchos nos dicen que hay fundamentalistas que nos quieren matar, pero no por eso hay que matar a la religión musulmana porque la mayoría no son fanáticos y no quieren acabar con el pueblo judío. Pero no tienen razón y los ejemplos de la historia lo demuestran, en la Unión Soviética, el partido minoritario era una minoría en el gobierno, pero esta minoría encabezada por Stalin mató a 30 millones de rusos. Lo mismo en China con Mao Tse-tung que mató más de 50 millones. No todos los alemanes eran nazis y mire lo que hizo el pueblo nazi. No se necesita mayoría para que se cometan atrocidades”, argumenta.
Para Shefi es suficiente que haya “una minoría fanática dispuesta a convertirse en Yihad, en santos como ellos dicen, y ahí viene la tragedia”.
No conforme con estos datos, el diplomático cita “un estudio que hizo una universidad alemana que indica que los musulmanes desde que empezaron las guerras se mataron 11 millones de musulmanes, mientras que los musulmanes que murieron en guerra contra Israel son 3500”. “Con esta gente tenemos que convivir tenemos que compartir nuestro pequeño territorio y seguir adelante porque no tenemos otra alternativa”, señala.
Llorar y volver después de 20 años
La charla ingresa en su tramo final y casi como en una película se mezclan la nostalgia y el dolor.
-¿Lloró alguna vez?
-Para mí la vida continúa, desde luego, aquí estoy después de 20 años. Pero después del 17 de marzo de 1992 no es lo mismo que antes. Algo debe haber cambiado en mi forma de ver la realidad, de pensar… En Israel, el 17 de marzo es un día muy triste y con perdón de los observantes, siento que los 17 de marzo de todos los años para mí es lo que para un judío piadoso es Tishá BeAv, fecha que recuerda la destrucción del Templo. Este edificio que era un palacete empapado de historia por donde pasaron los grandes líderes de Israel moderno desde Ben Gurión hasta Golda Meir y muchos más. Este templo mío fue destruido no en Tishá BeAv sino el 17 de marzo”.
Cuando se le pregunta sobre cómo experimentó esta visita a Buenos Aires, Shefi aclara que volvió por pedido de la Cancillería israelí, pero admite que “el motivo es triste”.
“Por este atentado no puedo borrar que durante cuatro años hemos gozado de la hospitalidad argentina. Hemos disfrutado de la vida artística y cultural de esta ciudad, donde entable un diálogo muy ameno con los medios de comunicación y les gustó que exista un embajador que no pedía las preguntas con anterioridad y el diálogo que logramos instalar con la comunidad judía argentina, ni el atentado lo puede borrar”, concluye Shefi antes de dejar el restaurante del hotel acompañado por su esposa.

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