jueves, 23 de junio de 2016

En las entrañas de la carretera del miedo

Recorrido por delante por detrás de la peligrosa carretera 443 donde se mezclan israelíes, palestinos…. y un globo de vigilancia 
Dos soldados israelíes, con uno de los globos  de vigilancia. Sal Emergui
Dos soldados israelíes, con uno de los globos de vigilancia. Sal Emergui
“Cada vez que nuestro globo de vigilancia está en el aire, desciende el número de ataques terroristas contra los conductores que circulan por aquí”, indica el oficial israelí Niv Rozner con la vista en el cielo y las botas en el suelo de la pequeña base escondida en las faldas de una montaña. Al otro lado, en la localidad palestina de Beit Sira, el joven Salim (18) revela que en el pasado bajó a la autopista para lanzar dos cócteles molotov contra coches israelíes. “Nada evitará que sigamos nuestra lucha contra la ocupación. Y menos un globo”, avisa negándose a ser fotografiado.
Estamos en la cara menos visible de la estratégica carretera 443 que enlaza el centro del país con Jerusalén y con significativos tramos construidos en los territorios ocupados por Israel en la guerra del 67. 14 kilómetros que han sido escenario de numerosos ataques con piedras, cócteles molotov y a veces apuñalamientos y disparos, soldados que vigilan sin pisar el asfalto, torretas de control, habitantes de las aldeas palestinas que trabajan en Israel o Ramala, la gasolinera de un palestino que sirve a los israelíes que por otra parte intentan evitar viajes nocturnos, el globo que sube y baja filmando desde todos los ángulos, el miedo sobre ruedas, sensaciones compartidas de hastío, etc…
La calma se puede romper en cualquier momento. Como en la madrugada del lunes cuando varios palestinos lanzaron cócteles molotov, piedras y aceite contra coches israelíes provocando heridas a tres personas. Un jeep militar de otra zona que circulaba por allí persiguió y disparó a un coche sospechoso. Como reconoce el ejército en su investigación, los militares se equivocaron. Un error letal que se saldó con una tragedia: la muerte de Mahmud Badran (15). Tras pasar la noche con amigos en la piscina de la vecina Beit Sira, fue abatido cuando volvía a su casa en Beit Ur al-Tahta.
“Es un crimen. No dispararon a las ruedas sino a la ventana con el objetivo de asesinar. Han destrozado los sueños de un chaval de 15 años“, lamenta su padre Rafat. Puesto en libertad por Israel en 1999 tras cumplir una condena por un atentado (“fue antes de los acuerdos de Oslo”, precisa), Rafat acusa al Gobierno israelí: “Extremistas que no desean la paz y defienden la ocupación”.
Cerca -al menos geográficamente- de las localidades israelíes, las aldeas palestinas están bajo control civil palestino y seguridad israelí. Caminos menos asfaltados y túneles bajo la 433 llevan a sus habitantes a otros rincones de Cisjordania. Para la OLP, “es una carretera que simboliza la injusticia y ocupación al estar construida en tierra palestina“.
Los ataques armados palestinos que caracterizaron esta vía durante la Segunda Intifada han sido sustituidos por grandes piedras y cócteles molotov. “Nos lo tomamos muy en serio porque como hemos visto en los últimos años una piedra mata. No podemos permitir que los ciudadanos viajen con miedo a sus casas o a la capital de Israel. En los últimos meses, muchos han resultado heridos y un soldado fue asesinado”, señala Rozner a EL MUNDO.
Daniel Haly nos conduce a un pequeño descampado donde descansa un enorme globo. “Protege a los miles que circulan diariamente por esta carretera”, comenta mientras enseña las entrañas tecnológicas del “Gran Hermano”.
Más tarde, accedemos a un pequeño cuarto donde varias pantallas enseñan en tiempo real las imágenes enviadas por el globo.
“Sus cámaras nos mostraron recientemente en una colina a dos personas con algo en la mano acercándose a la autopista. Fuimos rápidamente y les detuvimos antes de que lanzaran el cóctel molotov contra coches israelíes”, cuenta un soldado. “En más de una ocasión, se trata de niños que reciben 100 shekels (23 euros) para tirar piedras“, señala.
Haly nunca olvidará el ataque en noviembre en la única gasolinera de la carretera. “El terrorista llegó aquí donde estamos y apuñaló a un soldado y su compañera. Le disparé aunque antes de abatirle consiguió matar a uno de ellos”, recuerda mientras los empleados palestinos esperan que vengan más vehículos. Esta gasolinera-propiedad de palestinos- no depende tanto de los precios del petróleo como del pulso violento o tranquilo de la carretera. “Ojalá algún día haya paz, ¡Inshala!”, comenta un empleado llenando el depósito. Pero en esta zona no falta gasolina que alimente la violencia.

Fuente: El Mundo.es

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