Turquía y el valor de decir "no"
Por Evelyn Gordon
"El acuerdo de reconciliación entre Israel y Turquía anunciado esta semana representa una lección práctica sobre la importancia de estar dispuesto a retirarse de una negociación. Durante seis años, los intelectualoides israelíes y la comunidad internacional exhortaron a Israel a aceptar sin más las condiciones de Turquía argumentando que Ankara no iba a suavizar sus demandas y que Israel necesitaba desesperadamente tener unas buenas relaciones con Turquía, al precio que fuese. Pero resulta que ninguna parte de ese argumento era cierta: al final Turquía necesitaba mucho más a Israel de lo que Israel necesitaba a Turquía y, en consecuencia, ésta acabó rebajando considerablemente sus exigencias. El acuerdo actual es por lo tanto mucho mejor de lo que habría conseguido Israel si hubiese cedido y firmado antes"
El acuerdo de reconciliación entre Israel y Turquía anunciado esta semana representa una lección práctica sobre la importancia de estar dispuesto a retirarse de una negociación. Durante seis años, los intelectualoides israelíes y la comunidad internacional exhortaron a Israel a aceptar sin más las condiciones de Turquía argumentando que Ankara no iba a suavizar sus demandas y que Israel necesitaba desesperadamente tener unas buenas relaciones con Turquía, al precio que fuese. Pero resulta que ninguna parte de ese argumento era cierta: al final Turquía necesitaba mucho más a Israel de lo que Israel necesitaba a Turquía y, en consecuencia, ésta acabó rebajando considerablemente sus exigencias. El acuerdo actual es por lo tanto mucho mejor de lo que habría conseguido Israel si hubiese cedido y firmado antes.
El principal cambio es que Turquía renunció completamente a su antigua exigencia de que se pusiera fin al bloqueo de Gaza, lo que habría perjudicado gravemente la seguridad de Israel. Con el acuerdo actual, todas las restricciones destinadas a evitar que la Gaza gobernada por Hamás importe armas y exporte terrorismo se mantienen: continuará el bloqueo naval, las importaciones seguirán entrando a la Franja a través de Israel y sometiéndose a controles de seguridad israelíes, y se seguirán aplicando restricciones de movimiento con el fin de evitar que los terroristas gazatíes entren en Israel o en la Margen Occidental. Por su parte, Turquía reforzará la imagen de defensora de Gaza que quiere dar construyendo una central eléctrica, un hospital y una planta desalinizadora, todos ellos proyectos humanitarios muy necesarios que Israel lleva mucho tiempo queriendo que alguien acometa. También se permitirá el envío ilimitado de ayuda humanitaria a través del puerto israelí de Ashdod, una concesión sin relevancia, ya que Israel nunca ha restringido los cargamentos de ayuda humanitaria.
Otro cambio importante tiene que ver con las operaciones de Hamás en Turquía, donde su facción de la Margen Occidental –responsable de planear ataques contra Israel desde allí– ha tenido durante mucho tiempo su base. Turquía ha insistido durante años en que el acuerdo de reconciliación no incluyera cláusulas que afectaran a sus relaciones con Hamás. Pero el acuerdo actual exige poner fin a toda la actividad militar de Hamás en su territorio.
Esto no satisface la demanda de Israel de que se expulsara a Hamás completamente: la organización islamista podrá seguir realizando actividades diplomáticas y de recaudación de fondos en Turquía. Pero si Israel se negara a tener relaciones con cualquiera que permita que organizaciones terroristas realicen actividades diplomáticas y de recaudación de fondos en su territorio, también tendría que cortar lazos con la Unión Europea, donde el brazo político de Hezbolá –una organización mucho más peligrosa que Hamás– puede operar libremente en casi todos los países. Dicho de otro modo, este es un compromiso aceptable que supone una verdadera mejora de la situación actual.
La tercera gran cláusula estipula que Israel debe pagar 20 millones de dólares de indemnizacióna las familias de los turcos muertos o heridos durante el asalto a la flotilla a Gaza patrocinada por Turquía en mayo de 2010. Esta cláusula indigna a muchos israelíes porque, en esencia, premia la violencia contra Israel: en ninguna otra interceptación de un barco por parte de Israel se han producido víctimas mortales, y la única razón por la que se produjeron en esta es que los pasajeros, a diferencia de los pasajeros de otras flotillas, atacaron con saña a los soldados israelíes, “con barras de hierro, palos, cadenas y hondas, y hay indicios de que también utilizaron cuchillos”.
No obstante, es probable que ese dinero se hubiera tenido que pagar de todos modos en algún momento, porque las familias han presentado demandas judiciales contra Israel tanto en Turquía como en el extranjero. De esta manera, la cantidad tiene al menos un tope: antes de recibir el dinero, Turquía tendrá que aprobar leyes que anulen todas las demandas existentes, y también ha prometido indemnizar a Israel por cualquier futura demanda.
Turquía podría haber logrado estas condiciones hace seis años, pero pensó que podía obligar a Israel a conceder una cantidad mayor. Si los intelectualoides israelíes se hubiesen salido con la suya, Ankara habría acertado. Pero todas las advertencias sobre las graves consecuencias si Israel se negaba a capitular resultaron ser falsas.
Los catastrofistas advirtieron de las consecuencias económicas, dado que Turquía es un importante socio comercial; en realidad, el comercio bilateral ha aumentado más del doble en los últimos cinco años, a pesar del enfriamiento diplomático. También advirtieron de las consecuencias diplomáticas señalando que Turquía había servido durante mucho tiempo como intermediario entre Israel y el mundo musulmán. Lo cierto es que Israel disfruta de un deshielo sin precedentes en sus relaciones con Estados árabes clave. Han abundado las informaciones sobre contactos entre bastidores con Arabia Saudí y los Estados del Golfo; y las relaciones con Egipto, su socio árabe más importante, nunca han sido mejores. De hecho, las actualesrelaciones de Israel con Egipto son mucho mejores que las que Egipto tiene con Turquía.
A Israel no le ha ido mal durante su enfriamiento diplomático con Ankara; a Turquía le ha ido algo peor. La mitad de sus antiguos socios árabes está colapsando (Siria y Libia) y, a causa de ello, se ha visto inundada de refugiados; ha arruinado sus relaciones con otros antiguos socios (Egipto yRusia), y la situación en sus regiones kurdas se acerca rápidamente a la de una guerra civil. Todo esto hizo que Ankara llegara a regañadientes a la conclusión de que no podía permitirse seguir en desacuerdo con uno de los pocos regímenes estables de Oriente Medio; uno que, además, ofrece muchas ventajas: desde proporcionar un puente terrestre para las exportaciones al mundo árabe –en lugar de la ahora impracticable ruta siria– a la posibilidad de venderle gas natural para reducir así su dependencia de Rusia. Además, se tragó su orgullo y rebajó sus demandas a niveles que Israel podía satisfacer sin arriesgar su propia seguridad.
La lección para las relaciones de Israel con los palestinos debería resultar obvia. También en este caso los intelectualoides israelíes insisten en que Jerusalén debería rendirse sin más a las exigencias palestinas, porque los palestinos nunca van a rebajar sus demandas e Israel necesita desesperadamente la paz, a cualquier precio. Pero, en realidad, Israel está en una posición mucho mejor que los palestinos para resistir años o décadas de punto muerto; tiene una economía y un Ejército mucho más fuertes, y un sistema político mucho más estable y funcional.
Ya he explicado con detalle por qué Israel puede y debe esperar hasta que los palestinos estén preparados para alcanzar un compromiso razonable. El acuerdo con Turquía es una prueba más de que esta estrategia puede funcionar.
© Versión original (inglés): Commentary
© Versión en español: Revista El Medio
© Versión en español: Revista El Medio
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