lunes, 15 de abril de 2024

DE JNSDE JNS


Fiamma Nirenstein fue miembro del parlamento italiano (2008-13), donde se desempeñó como vicepresidente de la Comisión sobre Asuntos Exteriores en la Cámara de Diputados.
Traducido  POR Marcela Lubczanski
(Abril 9, 2024 / JNS)

Seis meses después del 7 de octubre, nadie es el mismo. La guerra entre Israel y Hamas ha hecho a todos los que participan en ella, tanto soldados como testigos, más conscientes de lo precioso de la vida. Ellos están determinados a no permitir que sea tomada. Están entristecidos por el odio feroz de los enemigos de Israel y la voluntad de esos enemigos de cometer atrocidades horrendas. Ellos están determinados a combatir a esos enemigos más intensamente que nunca.

Aquí sobre mi mesa hay un corazón de plástico que encontré en un literal lago de sangre en el devastado kibutz Be’eri. El olor de la sala era horrible. Lo recuerdo a menudo, junto con las historias que todavía surgen cada día de la violación, tortura, y esclavización de los 133 rehenes todavía retenidos por Hamas.

Pero cada día hay nuevas historias de coraje y fe sin precedentes. Israel ha estado luchando una guerra larga y difícil provocada por el peor ataque sufrido por los judíos desde el Holocausto. Esta guerra nos ha obligado a aceptar que el odio es a menudo más fuerte que la historia, más fuerte que cualquier intento de coexistencia y tolerancia, más fuerte que concesiones como la retirada del 2005 de Gaza.

Las fuerzas del mal son poderosas. Rusia contra Ucrania, Irán contra el mundo civilizado entero, Hamas contra Israel. Irán y Hamas no sólo asedian a Israel físicamente. Ellos han tejido su demencia religiosa dentro de una red de antisemitismo, deslegitimación, violencia racista y bancarrota moral globales.

Esto ha resultado en el absurdo moral final y atrocidad: Personas que niegan el Holocausto y piden el genocidio de los judíos acusan a los israelíes de ser nazis. Estos terroristas son implacables, tratando de criminalizar la lucha de Israel para defenderse. No son sólo terroristas como Irán, Hezbollah, Hamas, y los huzíes. Los terroristas incluyen a aquellos como el presidente turco Recep Tayyip Erdogan, cuya incitación es constante.

Junto con él están los antisemitas cobardes, tercermundistas, políticamente correctos, "respetables" occidentales que han infectado los campus y las calles para aclamar a Hamas y apoyar el genocidio.

El Occidente debería darse una larga y dura mirada a sí mismo. Pero también debería observar a Israel, la cual está demostrando lo que el Occidente tendrá que hacer para defender su civilización. La guerra de Israel es dramática y trágica, pero también inspiradora. Soldados sin miedo han perdido a algunos de sus amigos más cercanos—unos 500 camaradas—y miles han sido heridos. Estos soldados han luchado con humanidad contra un enemigo monstruoso en un momento en que la misma palabra "guerra" es blasfemia para el Occidente democrático. Ellos han demostrado que cuando la masacre ataca a una nación democrática, esa nación puede contraatacar mientras todavía protege sus valores.

Y puede hacerlo con todos sus ciudadanos a bordo. Desde el instante en que comenzó el ataque del 7 de octubre, conductores de autobús, docentes, mozos, granjeros, cocineros, doctores, científicos, emprendedores tecnológicos, todos se apresuraron a poner sus vidas en la línea. Ellos entraron al laberinto de muerte que es Gaza—los callejones minados con artefactos explosivos improvisados, los túneles llenos de terroristas. Ellos durmieron con sus zapatos puestos mientras los voluntarios se apresuraban con alimento, bebida y palabras de consuelo y agradecimiento. Ellos están luchando una guerra de supervivencia. Ellos saben que millones de personas, cientos de miles de personas desplazadas, y sus propias familias están dependiendo de ellos.

Pero al mismo tiempo, estos soldados han tratado de proteger a los civiles de Gaza. Aun cuando ven a Hamas saqueando las caravanas humanitarias y usando a civiles como escudos humanos—incluidos niños llevando granadas de mano.

Al mismo tiempo, otros examinan con cuidado las ruinas de Be’eri y Kfar Aza. Ellos recogen las partes corporales e intentan identificar los restos quemados de los asesinados—niños, mujeres y hombres. Un soldado me dijo, “Mi abuelo estuvo en Auschwitz, mi padre luchó en la Guerra de Iom Kipur en el ‘73, ahora ‘nunca más’ soy yo.”

Ellos son religiosos, laicos, de derecha, de izquierda. El 6 de octubre, apenas se hablaban. El único resquicio de luz ante el horror es la armonía social que ha creado entre los israelíes.

Pero ahora, las democracias sin carácter del mundo están demandando su libra de carne. Ellas están aumentando la presión sobre Israel, preocupadas por los intereses internos a corto plazo como sus propios votantes pro-terroristas. Ellas ignoran los seis meses de valor y sufrimiento. Ellas eligieron no ver la amenaza presentada por los determinados a destruir la democracia misma. Ellas prefieren fingir que no hay necesidad de defenderse. Ellas temen no poder hacerlo. Durante seis meses Israel ha estado probando que están equivocadas.  

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